Hastiados estamos los colombianos con este acuerdo de La Habana.
Se vendió como la panacea para “que no nos sigamos matando”, como si los colombianos hubiéramos matado guerrilleros en vez de ser sus víctimas.
¿Cuál paz hemos conseguido? La de los miles de colombianos que viven sometidos en las zonas dominadas por los cocaleros disfrazados de guerrilleros.
La de los campesinos, agricultores y ganaderos, extorsionados en todo el territorio nacional por las mismas FARC, ahora con la etiqueta de “disidencias” o de “grupos residuales”.
La de los cadetes asesinados en su escuela, mientras los autores intelectuales del genocidio disfrutan de las playas de Varadero, protegidos por la tiranía comunista.
Hastiados estamos de su permanente exigencia para el cumplimiento de los pactos por parte del gobierno, cuando no entregaron ni los menores reclutados, ni los secuestrados, ni las armas (con excepción de unos cuantos rifles obsoletos que a nadie dejaron examinar), ni los bienes obtenidos ilícitamente. No han resarcido a una sola víctima, ni ubicado las caletas con armas, ni las minas personales, ni han colaborado en el desmonte del narcotráfico y de la minería ilegal. ¿Para qué se firmó el tal pacto?
Hastiados estamos con las consecuencias económicas del acuerdo en un país con la mayor deuda pública de su historia. ¿Es equitativo hipotecar al país en beneficio de 12.767 guerrilleros, mientras se condena a $48.000.000 de colombianos a pagar los 129 billones de pesos que costará en 15 años el oprobioso acuerdo?
Hastiados estamos con la impunidad otorgada a los criminales más crueles de nuestra historia y a la sesgada justicia de la JEP, tribunal creado para la absolución y favorecimiento de tan tenebrosos criminales.
Hastiados estamos con la vulneración de la Democracia perpetrada por el gobierno de Santos, con la complicidad de la coalición mayoritaria del Congreso y de la Corte Constitucional de bolsillo, al desconocer los resultados del plebiscito.
No da espera la eliminación de este mal de raíz. Para lograrlo sólo se necesita voluntad política. Voluntad que tenemos los que estamos dispuestos a reconstruir el país en todos sus órdenes.
Devolvamos la legitimidad a nuestras instituciones, eliminando el fatídico acuerdo, nacido del desconocimiento de la voluntad popular y del prevaricato de una Corte manipulada por Santos.
Reconstruyamos la Justicia eliminando la JEP y sustituyendo las cortes corruptas y parcializadas.
Demos la guerra a fondo, con todas las armas legales y el peso de la fuerza pública, a los cultivos de coca y a su ilícito tráfico.
Devolvamos la esperanza a nuestros compatriotas que votaron NO al plebiscito y ganaron las elecciones presidenciales ilusionados con acabar con el binomio FARC-SANTOS
Solo necesitamos 300 líderes que, como los de Esparta, asuman la tarea de llegar al Congreso y a la Presidencia para desde allí realizar los profundos cambios que el país requiere.
Por Luis Alfonso García Carmona – Director ARCO – La linterna azul – 29/04/2020
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