Los ánimos políticos están caldeados porque cada vez se acerca más 2022 y el país está rebelándose a la narrativa progresista impuesta en el proceso de paz.
Con fusil terciado, Jesús Santrich amenazó en días pasados al presidente Iván Duque, desde la comodidad de su refugio en Venezuela. Sonriente, dijo en latín memento mori, que traduce “recuerda que morirás”. Concluyó con un tono cínico el mensaje de 11 segundos al presidente con esta amenaza: “A todo marrano gordo le llega su noche buena”. Seguro el guerrillero estaba confiado en que una parte del país se congraciaría con su intimidación. Por el contrario, causó repudio en las mayorías silenciosas, esas que no opinan en las redes sociales y que ganaron el plebiscito al negar los acuerdos de paz.
En otros tiempos, cuando un terrorista amenazaba al presidente de Colombia, la institucionalidad rodeaba al mandatario. En este caso no fue así. Los grandes defensores de Santrich, el senador Iván Cepeda y Roy Barreras, rechazaron la amenaza y se solidarizaron con el presidente. Pero pareciera que reaccionaron porque les preocupa su cercana amistad con sus viejos aliados y ahora reconocen que les puede afectar sus planes electorales, entonces ¿ya para qué? Recordemos que tanto la Corte Suprema de Justicia, la Justicia Especial para la Paz (JEP) y hasta el Consejo de Estado permitieron con sus sentencias que Santrich se volara después de que, en una operación de la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez, se descubriera que Santrich seguía delinquiendo como narcotraficante con el sobrino de su socio Iván Márquez. También hicieron falta rechazos en contra de la amenaza del guerrillero, como las del expresidente Juan Manuel Santos; la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, y Sergio Fajardo, entre otros afines a las Farc. Tanto que dicen defender la paz y no tuvieron la lealtad patriota de solidarizarse con la figura presidencial.
Los ánimos políticos están caldeados porque cada vez se acerca más 2022 y el país está rebelándose a la narrativa progresista impuesta durante el proceso de paz, que instauró una curiosa escala de valores. Pretendieron hacer pasar 60 años de conflicto armado, terrorismo, secuestros, narcotráfico, reclutamiento forzado, violación de menores y masacres como una supuesta lucha romántica de las Farc. Pero la gente no come cuento. La paz quedó mal hecha.
Sin embargo, hay que reconocer la valentía de los exguerrilleros rasos que le apostaron al proceso y abandonaron con honestidad las armas, pero a quienes también los engañaron sus comandantes. Esos exguerrilleros de base son a los que asesinan en las zonas rurales del país. Mientras que la cúpula de la guerrilla montó partido político y recibió, por cuenta de la doblegada de un sector político al Estado de derecho, diez curules en el Congreso.
Los jefes negociadores de la guerrilla como Márquez y Santrich, a quienes no les sirvió el proceso que ellos mismos negociaron, se devolvieron al monte a delinquir. Desde Venezuela amenazan a Colombia y dirigen las disidencias que quedaron en el territorio nacional, controlando las rutas del narcotráfico que nunca abandonaron. Fuentes de inteligencia aseguran que el Paisa logró recuperar, en las últimas semanas, unas caletas escondidas en el Putumayo con material explosivo con el que estarían preparando un atentado en Bogotá. ¿Qué están haciendo las autoridades frente a estas amenazas?
Lo anterior, sin contar con las milicias urbanas que, según fuentes de inteligencia, nunca se desmovilizaron y permanecen con sus estructuras intactas en las ciudades con cerca de 3.000 hombres.
Las Farc, después de los acuerdos, se convirtieron en cuatro grupos. Uno es el brazo político que funge de ‘legal’ y los otros tres permanecen en la retaguardia como brazo armado. Si en realidad los excomandantes y hoy congresistas de las Farc defienden la paz, ¿por qué no rechazaron las amenazas de su excompañero Santrich al presidente Iván Duque?, ¿por qué no defienden la Constitución y las leyes colombianas con las que se comprometieron después de su desmovilización?
En Colombia aún no hay paz. Lo que dejaron los acuerdos de La Habana fue una paz indigna. Los progresistas enmermelados pretendieron graduar de enemigos de la paz a los que se atrevieron a cuestionar el exceso de beneficios que recibió el grupo guerrillero y lo poco que se les exigió a cambio. Vendieron a nuestros soldados, que durante décadas entregaron sus vidas en defensa de la patria, y los rebajaron a ciudadanos de segunda categoría. Las Farc se volvieron los buenos y los soldados terminaron siendo los malos del paseo. Los recientes acontecimientos de las Farc, el silencio ensordecedor de algunos de sus aliados y las lágrimas de cocodrilo de políticos desmarcándose de su pasado empiezan a volverse más evidentes.
La coherencia será un factor determinante en la elección del próximo presidente. Hasta el momento, aunque estoy en desacuerdo con casi todas sus posiciones, el senador Gustavo Petro es el único candidato coherente en su discurso. El expresidente Álvaro Uribe siempre lo ha sido y por eso estoy convencida de que la segunda vuelta presidencial del próximo año se determinará entre estas dos visiones de país. Las Farc, los valores, el respeto por el individualismo y la libertad serán determinantes a la hora de votar.
En lo personal, no quiero que mi hijo crezca en un país en el que asesinos, violadores y narcotraficantes hagan las leyes por él. No sé ustedes.
María Andrea Nieto , https://www.semana.com/, Bogotá, 28 de febrero de 2021.
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