“Somos hoy una de las más prósperas economías de este continente. Imagínate en el 2019 (…) cuando estemos en 6 millones de barriles de petróleo, cuando en el 2016 seamos la primera potencia petroquímica de este continente y cuando en el 2019 tengamos seguridad y soberanía alimentaria.»
Quien realizaba tan equivocados vaticinios era Hugo Chávez en 2012 en una entrevista casi al final de su última campaña electoral.
Un año después, Chávez muere de cáncer y hoy Venezuela está padeciendo la peor crisis económica de la historia con una hiperinflación galopante, el colapso del aparato productivo y una crisis humanitaria sin precedentes que ha provocado la huida de más de tres millones de personas. Además, Venezuela es percibido como el país más corrupto de América Latina según Transparencia Internacional, una organización que monitorea la corrupción a nivel global. Ha perdido alrededor de 450.000 millones de dólares debido a la corrupción, según dicha organización.
El gobierno distribuye cajas de comida conocidas como CLAP, un sistema de distribución de agua y alimentos a cambio de lealtad política para quienes tienen el llamado carnet de la patria, sofisticada herramienta de control social con tecnología china.
Todo ello pese a que Venezuela es un país rico, no sólo en petróleo sino también en recursos hidrológicos. La Fundación Agua Sin Frontera advirtió que más de 28 millones de venezolanos no reciben agua de manera continua y la «que recibe de forma esporádica es de dudosa calidad o no potable.»
Como comentaba Yali Nuñez, la directora de Medios Hispanos del Partido Republicano de Estados Unidos, nacida y criada en Cuba y radicada desde hace varios años en el país del norte, «quienes no vivieron el socialismo no conocen su dolor. Yo sí lo viví.»
El mundo asiste a ese dolor en Venezuela, que sí conoce el socialismo. Yali no podría estar más acertada.
Por lo pronto, el dolor del socialismo comienza en la infancia robándole al ser humano su derecho a la libertad de pensamiento. Mientras que en Estados Unidos los niños sueñan con ir a Disney World para conocer a Mickey Mouse o tal o cual princesa, en Cuba les hacen cantar consignas comunistas en la escuela alabando a Fidel Castro y al Che Guevara. Este tipo de adoctrinamiento continúa toda la vida hasta que se mueren… o se liberan y escapan.
Hemos visto el sufrimiento y la devastación que provocan las falsas promesas de una sociedad igualitaria y justa que pregona el socialismo. La única verdad sobre el socialismo es que es un gran propalador de la miseria y la muerte. En 1994, miles de refugiados cubanos, hombres , mujeres y niños, en absoluta desesperación, se lanzaron a los peligros del mar con la esperanza de un futuro mejor en Estados Unidos. Muchos dejaron a sus familias atrás y algunos no sobrevivieron. En un país donde la consigna era «socialismo o muerte,» ellos ponían en práctica la única y verdadera consigna actualizada y refrendada por los hechos: «escapar a Estados Unidos o muerte.» Igual que 15 años atrás con los «boat-people» que escapaban de Vietnam. Igual que todos los que escapaban horrorizados por encima del muro de Berlín y de toda alambrada tendida sobre todo paraíso marxista de la Tierra sin excepción. El socialismo se ha esparcido como un cáncer por varios lugares del planeta con personajes como Nicolás Maduro, el dictador y hambreador de Venezuela, que sí ha hecho conocer esa ideología sus súbditos.
La diferencia es clara: mientras que el capitalismo defiende la oportunidad y la libertad de los individuos, el socialismo devasta las sociedades más prósperas hasta reducirlas literalmente a polvo. Mientras que el capitalismo ofrece progreso y oportunidades para todos, el socialismo destruye la economía. Mientras que el capitalismo produce riquezas en progresión geométrica, el socialismo sólo aumenta la burocracia y somete al pueblo a los caprichos de la camarilla gobernante.
Nada hay peor que el socialismo. Quienes lo conocen, saben su dolor. El capitalismo es y seguirá siendo el camino al futuro.