Por entelequia, en el Diccionario se define una “cosa irreal”. También, en el sentido filosófico, “fin u objetivo de una actividad que la completa y la relaciona”. Uno se queda en las mismas. Hoy en día, ese vocablo poco eufónico puede aplicársele a la palabra Patria. Para mucha gente es una “cosa irreal”. Una figuración, una entidad imaginaria, una ilusión. Es una mera entelequia. No lo era en los tiempos ya remotos en que nos enseñaban y queríamos aprender Historia Patria. A nadie le daba pena hablar de patriotismo, sentir entusiasmo patriótico. “Emoción patriótica”, decía el Presidente Valencia. Las fiestas patrias o patrióticas se celebraban con respeto y se pensaba en los valores y principios superiores, así como en los protagonistas históricos y en los propósitos y causas fundantes del país, de la nación.
Desde hace unos treinta años, cuando empezó la arremetida solapada contra los valores, principios y símbolos patrios, la palabra Patria y todo lo que entraña han ido esfumándose. Se borró la Historia Patria para abrirle paso a la Historia Crítica. El resultado ha sido el rompimiento de los vínculos del individuo, del ciudadano y de la sociedad con los principios esenciales, con los valores fundamentales. Así han pasado a un plano secundario las ideas, las palabras y las realidades no sólo de Patria sino también de Dios, de Familia, de Libertad, etc. Y se les da la razón, sin objetarlos, a los que afirman que “el patriotismo es la última razón de los canallas”. Si alguien todavía le atribuye noble significado al patriotismo, lo admite pero “a la chita callando”, con disimulo, como en secreto, para que no le cuelguen el sambenito de extremoderechista. Y es que ya dizque no hay extrema izquierda sino centro izquierda y ser de izquierda autoriza para arrogarse superioridad moral e intelectual. El justo medio implica inferioridad.
Una de las características de esa estrategia primero soterrada y luego abierta y agresiva de deconstrucción histórica, o antihistórica, ha sido la de arrinconar a los que profesan respeto por las instituciones, por los valores y principios de la nacionalidad, por el concepto de Patria y el sentimiento patriótico. Al tiempo, se diluye la unidad, que asegura la supervivencia de cualquier país, sea cual fuere su orientación ideológica: Se impone la diversidad. Todos estamos obligados a ser diversos, a respetar la diversidad. Pero con exclusión, con eliminación de la unidad. Una nación diversa pero sin unidad se quiebra, se fragmenta, pierde su identidad y se vuelve un sancocho de sujetos y organizaciones diversos, pero divididos y despojados de principios, valores identitarios. Por eso hoy, 20 de julio, ya no es un día de fiesta nacional y patriótica sino un simple puente. La Patria, una entelequia.
Juan Jose García Posada, El Colombiano, 20/07/2020