A solo dos años de la próxima elección presidencial, las fichas se están posicionando. El neopopulismo ha tomado la ventaja y pica en punta.

Al hacerle seguimiento a la campaña electoral estadounidense sorprende la claridad de las opciones. No en vano se habla se menciona que esta elección corresponde a una “guerra cultural” donde lo que está en juego es mucho más que la conquista del poder. La dureza de las posiciones recuerda a otros períodos históricos en los cuales se han presentado momentos de decisiones solemnes.

En Colombia estamos en un momento de verdad. Los matemáticos dirían un punto de inflexión, otros prefieren un momento de ruptura o un nivel de quiebre. Muchos en nuestro país perciben lo que está sucediendo. Otros lo ven venir, pero no creen que sea posible. Y hay algunos que, adormecidos en la tranquilidad y comodidad de su situación actual, prefieren no pensar en ello.

Es un momento de definiciones. A escasos dos años de la próxima elección presidencial, las fichas se están posicionando. El neopopulismo ha tomado la ventaja y pica en punta. Tienen candidato presidencial en la figura de Gustavo Petro.

El político que podía oponérsele está neutralizado por una cuestionada decisión judicial. Las fuerzas partidarias de la libertad están a la defensiva en un ambiente donde todas las instituciones pierden legitimidad y prestigio. Las voces que se imponen son las que quieren que Colombia cambie de rumbo y se acerque a modelos como el venezolano o el cubano.

Lo que está en juego no es que el país entre en una fase de centro izquierda e iniciemos una serie de alternancias en el poder, como ha sido el caso de muchos regímenes parlamentarios europeos. Sería muy ingenuo creer que esto es un paréntesis que se cerrará en una próxima elección.

Por la importancia estratégica de Colombia, el triunfo del populismo sería un camino sin retorno como lo fue en Cuba y Venezuela. Colombia es la presea de oro de un modelo político de izquierda que no ha podido alcanzar el poder en nuestro país.

Una vez instalados en la presidencia vendrán las modificaciones constitucionales y la reforma electoral que harán imposible que una fuerza opositora al neopopulismo regrese al poder. Habrá represión política y exilio para los que se opongan.

Lo que está en juego no es un camino temporal con posibilidad de retorno. Los ejemplos cercanos lo confirman y los líderes de esta tendencia apenas esconden sus verdaderos objetivos. Llevan décadas minando el establecimiento desde el magisterio, la magistratura y los medios de comunicación. Su discurso ideológico es hoy dominante en el Congreso y las redes sociales.

En las pasadas elecciones conquistaron las tres principales ciudades del país y tienen a su disposición presupuestos sólidos.

Mientras tanto, las fuerzas de la libertad adolecen de iniciativa. Esperan que, una vez más, el miedo de lo que se percibe en Venezuela sea suficiente para que el resultado no sea el esperado. Se equivocan porque, en la próxima elección presidencial, muchas palancas del poder real estarán neutralizadas o actuando en favor del populismo. La próxima elección se jugará a un todo o nada. El problema es que lo que se apuesta es nuestra libertad.

Miguel Gómez Martínez | Presidente de Fasecolda/La Linterna Azul/ 10/09/2020

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