El exgobernador de Antioquia, doctor Luis Alfonso García Carmona, columnista de este diario y uno de los eminentes ciudadanos propuestos por el Foro Atenas como candidato a la presidencia de la República para el periodo 2022-2026, ha sido el primero en responder al doctor Nelson Roberto Pardo Giraldo, secretario general doctores Rafael Nieto Loaiza y Rubén Darío Lizarralde.
En su carta, el doctor García después de un somero recuento sobre el origen de la actual situación política nacional, originada por el mal gobierno de Juan Manuel Santos y su corrupto régimen de complicidades, propone un gobierno de Reconstrucción Nacional, que con anterioridad había sugerido a los orientadores y directores de la campaña de Iván Duque, lo mismo que había publicado en un libro que lleva precisamente ese título y que, en opinión del destacado dirigente antioqueño compartida por muchos colombianos de varios lugares de la Patria, es el que con mayores oportunidades de acierto debe imponerse en el futuro colombiano, para que de una vez por todas este país adopte las medidas indispensables para retornar al camino del desarrollo con verdadera democracia.
La carta dice lo siguiente:
“Medellín, 18 de febrero de 2020.
Doctor
NELSON ROBERTO PARDO GIRALDO
Secretario General del G.P. Foro Atenas
Bogotá.
Apreciado y respetado doctor:
Gratísima sorpresa recibí al enterarme de la inclusión de mi nombre en el abanico de candidatos a la Presidencia de la República que ha abierto esa importante entidad, pues es un honor para cualquier colombiano ser tenido en cuenta para tan señalada aspiración por tan respetables e ilustres personas como las que integran el Foro Atenas.
Constituye, además, una inigualable oportunidad para convertir en realidad, con la ayuda de esas mayorías inconformes que ahora permanecen silenciosas, la tarea que he llamado de la RECONSTRUCCIÓN NACIONAL de nuestro país, que ha padecido en la última década el más profundo deterioro en todos los órdenes: el moral, el jurídico, el económico, el social y el político.
Con el programa y el respaldo de la Seguridad Democrática fue elegido en 2010 un presidente que traicionó a sus electores y se dedicó a resucitar una guerrilla que había quedado derrotada, escondida en lo más profundo de la selva o asilada por la dictadura venezolana. Pudo haberse enmendado el camino equivocado con la elección de Óscar Iván Zuluaga, pero las malas artes electoreras lo impidieron.
En nombre de la paz, se engañó a la comunidad nacional e internacional, para firmar un acuerdo orientado a blindar el negocio del narcotráfico, preparar la entrega del país al socialismo del siglo XXI y liquidar la familia y los valores tradicionales de nuestra cultura occidental, democrática y cristiana.
No obstante la enorme parafernalia montada con los recursos públicos y el apoyo de la extrema izquierda mundial, el pueblo soberano dijo NO al acuerdo de La Habana en el plebiscito de 2016. No tuvieron inconveniente Santos y sus secuaces del Congreso y de la Corte Constitucional en desconocer tal determinación soberana, pues mediante una simple proposición (para la cual no estaba facultado el Congreso), resolvieron otorgar la refrendación popular al acuerdo que el soberano había negado. Contó semejante atentado contra la Democracia con el aval de la Corte, en un acto que hizo pedazos el estado de Derecho en Colombia. Todo el engranaje jurídico que de allí se desprende está viciado, por consiguiente, de nulidad absoluta, pues tiene su origen en un acto espurio.
Las fatídicas consecuencias de 8 años de desgobierno y de la claudicación de La Habana no se han hecho esperar. Crecimiento inusitado de los sembrados de coca y de su exportación; dominio de gran parte del territorio nacional por los narcotraficantes de FARC y del ELN con sus aliados extranjeros; avalancha de protestas vandálicas en las ciudades y actos de terrorismo en toda la geografía patria; impunidad a granel patrocinada por la JEP y las Cortes en beneficio de los nuevos amos del país ; destrucción de la familia mediante la imposición de la ideología de género y la generalización del aborto; desmotivación y debilitamiento de las fuerzas armadas; abandono de las víctimas de la violencia por parte del Estado ; fragilidad económica por el deterioro de las exportaciones y la crisis de la producción agrícola, industrial y minera; amenaza del agotamiento de las fuentes energéticas por la negativa a la utilización del fracking; ausencia de medidas eficaces para frenar la corrupción; suicida insistencia en mantener una burocracia comprometida con la corrupción santista ; negativa a formular grandes reformas que eliminen de una vez por todas el origen político de las cortes, garanticen su elección por méritos y permitan neutralidad y eficacia en el juzgamiento de sus actuaciones; omisión en la ruptura de relaciones con Cuba, país que durante cinco décadas se ha dedicado a inocular en el país el virus de la insurrección y ahora es el refugio de los terroristas del ELN; educación en manos de un sindicato dedicado a sembrar la ideología marxista, con pésimos resultados académicos; en una palabra, falta de una política coherente con los principios democráticos y con la necesidad de reconstrucción del país en todos los aspectos, legítima aspiración de los colombianos de bien.
La contemporización con esta catastrófica situación y la tolerancia con el caos y la anarquía mantienen a la opinión pública en un estado de perplejidad y desilusión frente a la gestión gubernamental. De cara a la confrontación electoral, quienes aparezcan como defensores o partidarios del actual gobierno están condenados al fracaso. Mientras tanto, se observa una bien coordinada estrategia de la extrema izquierda, en la que se integra la acción terrorista de los grupos ilegales, los paros acompañados de actos vandálicos para atemorizar a la población, la reiterada obstrucción de las mayorías parlamentarias a las iniciativas del Gobierno, la persecución judicial contra quienes consideren enemigos del acuerdo habanero, y la satanización en los medios de comunicación de los contradictores del binomio FARC – Santos.
En consecuencia, no basta —a mi entender— con adelantar una campaña presidencial para ganar unas elecciones. Se requiere estructurar una política de largo alcance que logre la unión de los colombianos de diferentes corrientes y de quienes han permanecido al margen de la actividad política, para obtener una amplia mayoría en el Congreso, que respalde la gestión presidencial y permita adelantar las reformas de fondo para reconstruir al país.
¿Cómo lograrlo? Empezando ya a crear conciencia sobre estos temas en lugar de seguir callando hipócritamente como si no estuviéramos caminando, a paso lento pero seguro, hacia el abismo. Agrupando a las distintas agrupaciones cristianas, democráticas, de derecha, de las reservas militares y de policía, a los ciudadanos que trabajan en las redes sociales y a los columnistas comprometidos con estos patrióticos ideales, para coordinar su acción en torno al común objetivo de la RECONSTRUCCIÓN NACIONAL. Ya hemos emprendido esta tarea con la organización de la marcha por la vida y la familia tradicional, que se celebrará el sábado 22, con la participación de una constelación de grupos.
Insisto en que la solución de los gravísimos problemas que atraviesa el país y la construcción de un Estado viable, que garantice efectivamente el bienestar de los colombianos y se convierta en un dique frente a la amenaza de la extrema izquierda, requiere, para su perfección, de una acción continuada durante varios períodos presidenciales. Un compromiso de caballeros entre los candidatos presidenciales con una duración de cuatro períodos significaría la posibilidad de convertir en realidad esta justa aspiración de los colombianos.
No quiero finalizar estas líneas sin felicitar a los directivos e integrantes del Foro Atenas por su patriótico interés por buscar, con tesón y disciplina, alternativas políticas en beneficio de una patria sometida al crimen y la impunidad.
Cordial y respetuosamente,
Luis Alfonso García Carmona
director@alianzareconstruccioncolombia.org
La linterna azul | 2/03/2020