¿Por qué Gustavo Petro no es garantía para gobernar?

La prueba de la catástrofe que se vendría, en caso de que Petro sea elegido, es cómo dejó a Bogotá.

Hay que decirlo de entrada: Gustavo Petro es un hombre inteligente. No solo porque sabe cautivar con la voz cuando está hablando en la plaza pública, sino porque conoce el lenguaje que al pueblo le gusta escuchar. También porque es hábil para exponer ideas que ponen a pensar a la gente. Como decir que le va a entregar un subsidio de quinientos mil pesos mensuales a las madres cabeza de familia, o que va a dar una pensión del mismo valor a las personas mayores de setenta años que no la tengan. Esto suena bonito. Pero llevarlo a la práctica es difícil. Se debe tener responsabilidad con el futuro económico del país. Es muy fácil ofrecer imposibles para obtener votos. Esta es una propuesta asistencialista que lo único que busca es convencer a estos segmentos de la sociedad para que depositen su voto por él.

¿Cómo va a sostener Gustavo Petro, en caso de ser elegido presidente, estos subsidios? Él dice que con los dineros que los colombianos tenemos en los fondos de pensiones, que es una cifra muy grande: 328 mil billones de pesos. Estos recursos son los ahorros acumulados por los colombianos en toda una vida de trabajo. Si el gobierno los toma para disponer de ellos, se está apropiando de lo que no es suyo. En palabras claras, está disponiendo de unos recursos que son los ahorros de los trabajadores para asegurarse una pensión. Y para sustentar sus argumentos se vale de una mentira: que los fondos de pensiones cobran el 30 % por administrar esa plata. Asofondos aclaró que el interés de intermediación es del 3 %. Los pensionados serían los primeros en sufrir la expropiación de lo que es de ellos.

Si Gustavo Petro es elegido presidente, Colombia va a tener una grave contracción económica. No llegará la inversión extranjera, y los grandes capitales se irán del país, incrementando el desempleo.

La escritora Melba Escobar escribió hace poco: “La democracia no puede darles juego a delirios mesiánicos de aquellos que se muestran como salvadores, pero en el fondo son déspotas incontenibles”. Se refería, desde luego, a Gustavo Petro, el candidato que encabeza las encuestas. Este aspirante presidencial, que como alcalde de Bogotá demostró que es un pésimo administrador, en su obsesión por convertirse en el próximo presidente de la República, hace propuestas inviables para el país. Como esa de construir un tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla. O como la otra de emitir billetes para financiar programas sociales. Paola Ochoa dijo en su columna de este diario que Petro vive “bajo una psicopatología de inmortalidad personal que raya en el delirio de grandeza”.

La mejor prueba de la catástrofe que se le vendría a Colombia, en caso de que Gustavo Petro sea elegido presidente, es cómo dejó a Bogotá cuando fungió como alcalde. Al distrito le costó dos billones de pesos su irresponsabilidad para establecer las tarifas de Transmilenio. Y haber puesto a la Empresa de Acueducto y Alcantarillado a manejar la recolección de basuras, la dejó con multas por doscientos mil millones de pesos, además de un parque automotor obsoleto con 278 vehículos, que costaron 78 mil millones de pesos, que fueron vendidos en su mayoría como chatarra. De su venta, Bogotá solo recuperó cuatro mil millones de pesos. Angélica Arenas, funcionaria del Acueducto, dijo en su momento que la compra de estos vehículos causó un detrimento patrimonial por cuarenta mil millones de pesos.

No es garantía para gobernar a Colombia un hombre que, según el economista Carlos Caballero Argáez, “hace propuestas sacadas de su febril imaginación, sin sustento alguno ni en la realidad, ni en mínimos criterios técnicos”. Mucho menos un exalcalde que dejó en obras por valorización un déficit superior al billón de pesos, y a la empresa Capital Salud, desfinanciada en más de 380 mil millones. Tampoco alguien que es una amenaza contra la libre empresa y la propiedad privada. Si Gustavo Petro es elegido presidente, Colombia va a tener una grave contracción económica. No llegará la inversión extranjera, y los grandes capitales se irán del país, incrementando el desempleo. Lo que él eufemísticamente llama ‘la democratización de la propiedad es un subterfugio para expropiar’.

Gustavo Petro promueve el resentimiento social y la lucha de clases. En el pasado Paro Nacional demostró que le importa poco la estabilidad de las instituciones. Es, más bien, un promotor de la violencia. No le importó el desabastecimiento que sufrió el país ni las pérdidas que registró el aparato productivo. Dice combatir la corrupción, pero acepta en su movimiento a personajes como Roy Barreras, Armando Benedetti y Piedad Córdoba, dirigentes cuestionados, con investigaciones en la Procuraduría y la Fiscalía. Representa, además, una amenaza contra la libertad de prensa. En un gobierno suyo, los medios de comunicación corren el peligro de sufrir la mordaza. Y, lo más grave, el país se vería abocado a una inflación incontrolable si insiste en que el Banco de la República debe emitir billetes para atender el gasto público.

JOSÉ MIGUEL ALZATE, El Tiempo,

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