Hace 6 años, cuando el gobierno aliado de las Farc preparaba la capitulación de Colombia, escribí: “Uno de los engendros que se están cocinando en el aquelarre de fundamentalistas del apaciguamiento, es la propuesta de crear el Ministerio de la Seguridad Ciudadana, que sacaría a la Policía y a otros organismos asociados a ella, del Ministerio de Defensa, con los ridículos y despistados argumentos que hay que “devolverle el carácter civil a la Policía”.”
También dije que: “Creer que el negocio actual de las bacrim, la guerrilla y los delincuentes urbanos, los mismos pero con nombres distintos, se va a desarticular, es de una inocencia peligrosa. Separar a la Policía de las Fuerzas Armadas sería cometer el error de los malos administradores para quienes la estrategia sigue a la estructura y no al revés, como deber ser. El negocio criminal y narcotraficante es una bestia bien articulada y compuesta de varias partes que conforman un solo animal integrado exitosamente, incluidas las organizaciones criminales trasnacionales que aquí parecen ignorar. Dividir a las Fuerzas Armadas y la Policía es facilitarles el trabajo a los delincuentes, que integrados trabajan, ya que tendrán como rival a una fuerza pública politizada y ahora institucionalmente dividida”.
Seis años después, un miembro de ese aquelarre apaciguador, ahora alcaldesa, y sus secuaces ideológicos, aprovecharon los actos terroristas de la semana antepasada para exigir la reforma de la Policía, separándola del Ministerio de Defensa.
No se dejen engañar. La toma comunista de la Colombia urbana necesita debilitar la Policía, como hizo con el Ejército, Santos y sus generales que prefirieron las rodilleras a los cascos, cambiando la doctrina militar con la falsa y estúpida tesis que como se firmaba “la paz”, desaparecerían los enemigos internos. Eso no es ignorancia, es un premeditado objetivo de colapsar al país. Y ahora quieren complementar su proyecto debilitando la Policía, poniéndola al servicio de los políticos y amedrentando a los policías para que no muevan un dedo si no quieren ser acribillados por la prensa mamerta y los encapuchados terroristas pagados por “ex” guerrilleros.
Ya se tomaron sectores de las Cortes y del sistema educativo que instruye en colegios y universidades las “bondades” del socialismo del siglo XXI. Cambiaron la doctrina del ejército y neutralizaron a los soldados con una guerra jurídica atroz. Ahora quieren acabar con la Policía para que les quede el camino libre. A la Policía más que reformarla hay que actualizarla, dotarla de tecnología y movilidad, capacitar a sus miembros, asegurarles salarios dignos y que sus sacrificios no se pierdan cuando entregan a los delincuentes al sistema judicial que luego los libera, sacar a las manzanas podridas que existan, repensar si los CAI son eficientes o son solo blancos fijos, privilegiar las funciones de inteligencia predictiva y preventiva más que solo cuerpos de reacción, y especialmente imponerle exigentes niveles de resultados, pero cumpliendo la ley. Pero no entregársela a los enemigos de Colombia .
Juan David Escobar, https://www.elcolombiano.com/, 21/09/2020