¿Cuánto ha mejorado la vida de los latinos que han vivido gobiernos de izquierda? Sin excepción, no ha mejorado, sino retrocedido.
El péndulo político en Latinoamérica se está devolviendo hacia la izquierda. El último bastión por recuperar es Colombia, la joya de la corona.
Es una lástima que, después de más de 20 años del fracaso del modelo dictador socialista de Venezuela, los países en donde medio funciona la democracia crean que el modelo de gobierno que promete la izquierda puede funcionar. El régimen de Maduro ha obligado a huir de su territorio a más de 4 millones de venezolanos, que han salido buscando qué comer. Colombia ha sido el mayor receptor con cerca de 1.700.000 de ellos. Teniendo como referencia la desgracia de nuestros vecinos, ¿cuál es el triunfo de la supuesta “revolución” socialista que nos quieren imponer? Ninguno. El “triunfo” ha sido para los bolsillos del dictador Maduro y sus áulicos, como por ejemplo Álex Saab.
Nicolás Maduro ha sido y es un peligro para Venezuela y la región. La llegada de Hugo Chávez a la presidencia fue lo peor que le pudo pasar al país. Mientras que Chávez compró a decenas de mandatarios con sus petrodólares, su heredero Maduro hoy administra pobreza. Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo en el mundo, pero, por corrupción, despilfarro y mal manejo, lo que fue en una época una industria gloriosa hoy se encuentra en cuidados intensivos. En el año 1990, el PIB per cápita de Venezuela era cuatro veces el de Colombia. Mientras que la economía colombiana se ha fortalecido, hoy los bolívares no valen nada. Pero el régimen de Maduro, además de destruir lo que fue la economía y dejar a millones de ciudadanos en la miseria, también ha jugado un papel desestabilizador en la región. Desde la época de Chávez, han comprado miles de millones de dólares en armamento, y su territorio se ha prestado para refugiar a grupos armados ilegales que viven del narcotráfico y la minería ilegal.
Las Farc y el ELN siguen manejando estos negocios ilícitos con total impunidad en Venezuela. Los tales acuerdos de La Habana no les sirvieron ni a los jefes negociadores por parte de la guerrilla, como lo fueron Iván Márquez y Jesús Santrich, que ahora con fusil terciado envían videos desde las montañas de ese país para seguir insistiendo en que ellos son los buenos del paseo.
Mientras tanto, en Cuba se encuentran protegidos algunos de los comandantes del ELN, que el Gobierno de Miguel Díaz-Canel ha sido incapaz de extraditar. Hace unos días, el embajador del régimen comunista de la isla en Colombia lanzó una cortina de humo advirtiendo que el ELN estaba preparando ataques terroristas en Colombia. Esto más como una táctica para demostrarle al Gobierno Biden que están actuando en contra del terrorismo. Ojalá los americanos no caigan en la trampa. El atentado terrorista que cobró la vida de 22 cadetes en la Escuela General Santander es algo que ninguna democracia puede tolerar. Pero aquí son muchos los políticos que se ponen del lado de Cuba. Pareciera que sufrieran el síndrome de Estocolmo.
Cuba tampoco es un paraíso para sus ciudadanos, que viven en la pobreza, sin libertad de expresión, de movilidad y bajo la dictadura de una familia que lleva en el poder más de seis décadas.
¿Ese modelo fracasado socialista y comunista que se perpetúa en el poder como en Cuba y Venezuela es la panacea para Colombia y la región? No.
Ecuador, después de tener un respiro con Lenín Moreno, se encuentra a punto de regresar en cuerpo ajeno con Andrés Arauz a las manos de Rafael Correa. En Bolivia la presidencia está en manos de Luis Arce, heredero de Evo Morales, y, por los lados de Nicaragua, el país sigue secuestrado en manos de la familia de Daniel Ortega.
¿En cuánto ha mejorado la vida de los ciudadanos latinoamericanos que han vivido gobiernos de izquierda?
En lugar de mejorar, ha retrocedido la calidad de vida. Sin excepción.
Una cosa es la ideología romántica y otra muy distinta la cruda realidad. En Venezuela, el régimen tiene sin electricidad, agua y medicinas a sus ciudadanos. Sin embargo, no tiene vergüenza de pregonar lo contrario.
Este año es electoral en Perú, Chile, Honduras y Nicaragua. En Chile, después de casi un año de protestas violentas, el presidente Sebastián Piñera terminó accediendo a las malas a cambiar la Constitución y en ese contexto se realizarán las elecciones presidenciales.
El año 2022 será clave para Colombia. La centroizquierda y la izquierda están empeñadas en hacer acuerdos burocráticos, pero hasta ahora no han propuesto nada. O sí, la etérea ilusión del cambio. La izquierda promete mucho, pero su sistema de gobierno es simplista, derrochón, lleno de improvisaciones y excusas. Al final, lo que la izquierda propone es humo.
En las últimas semanas hemos visto que los políticos de siempre prometen bajo las banderas del “progresismo” una renovación. Y ya hemos visto cómo esos políticos melómanos y ególatras terminan atornillándose en el poder. No se trata del fantasma del castrochavismo. Es cuestión de no olvidar lo que ha pasado en las dictaduras en Venezuela y Cuba, el caso de Ecuador, Bolivia y hasta Argentina.
Mientras tanto, la centroderecha y la derecha en Colombia no se definen, y, en la medida en que los días y semanas pasan, la izquierda copa la atención de la opinión pública, porque son expertos en hacer bulla.
En estos tiempos de pandemia, recesión económica, desempleo e incertidumbre, una propuesta populista cala. Si en las elecciones de América Latina gana la izquierda, el futuro de Colombia corre peligro en 2022.
María Andrea Nieto , https://www.semana.com/, Bogotá, 12 de febrero de 2021.
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