Habita en Gustavo Petro un profundo malestar hacia el país, un odio declarado hacía mucho de lo que representa lo que entre todos los colombianos y colombianas hemos construido –bien, regular o mal– en más de 200 años.

Mucho se ha hablado de los discursos de Gustavo Petro de los últimos días. Pero vale la pena detenerse en el discurso que dio en San Andrés. Se trataba de una intervención en un evento cualquiera de Ciencia y Tecnología, pero se volvió viral porque un congresista hizo un elocuente recuento mostrando cómo el mandatario había tocado más de 50 temas distintos, en igual número de minutos, pero no había dicho nada de plan alguno para resolver las necesidades apremiantes de los habitantes de la isla.

Petro empezaba un párrafo, por ejemplo, explicando cómo Colombia entró al “club de la OCDE”, y pasaba a contar, con un solo renglón de distancia, cuando a Simón Bolívar “se le chispoteó” y mató al mariscal Padilla por una novia. O de asegurar que “no tenemos ingenieros” en Colombia brincaba a señalar que Israel, según él, ha matado 20.000 bebés.

Y así durante casi una hora, mientras hablaba de lo divino y lo humano, iba soltando sobre cada frase un juicio inexorable con ese tono de quien está convencido de ser el único portador de la verdad.

El discurso de San Andrés termina siendo muy revelador de la personalidad de Gustavo Petro y en particular por la manera como se refiere a Colombia. Habita en Gustavo Petro un profundo malestar hacia el país, un odio declarado hacía mucho de lo que representa lo que entre todos los colombianos y colombianas hemos construido –bien, regular o mal– en más de 200 años: nada le sirve, nada le gusta, todo está mal hecho.

Por ejemplo. Dice el Presidente que el saber francés le ha servido para educar a sus hijos en una “educación racional, no teológica”, pero que eso es un “privilegio” de sus hijos porque a “los hijos de todos y todas los colombianos les han dado la más pésima educación del mundo”. ¿Qué tipo de líder le dice a su país que recibe la peor educación del mundo? ¿Y sobre todo, qué ha hecho él como Presidente para cambiar esa pésima educación en sus dos años y medio de gobierno?

Cada frase de Gustavo Petro parece más agresiva que la anterior: “Colombia no hace esto (muestra un chip que sostiene entre sus dedos) porque no sabe matemáticas, no sabe física, no sabe química. No hay ingeniería”. ¿Qué gana un líder hablando con tal menosprecio hacia la gente?

Luego, el Presidente de la República hace la peor referencia sobre los colombianos, al hablar de la participación de nuestro país en la OCDE: “Creemos que somos el centro del mundo y nos tienen más allá de la cocina, donde se cuidan a los cerdos y a los marranos en unas casas… ¡Nos tratan así en el mundo!”, ¿A los colombianos nos tratan como a cerdos? ¿Será que Petro sufre de algún síndrome y siente la imperiosa necesidad de generalizar el atributo a todos los colombianos? ¿Estamos ante algún tipo de complejo?

En otro punto de su discurso, Petro afirma que los colombianos somos brutos: “Solo nos falta cerebro”, dice. “La narcocultura que es ignorancia pura, que se usa en RCN y Caracol para una sola cosa, para embrutecernos, no dejarnos pensar y hacer esto (muestra de nuevo el chip), porque nos quieren esclavos aún”. Y subraya: “Nosotros debemos hacer esto, tenemos silicio, solo nos falta cerebro”.

¡“Solo nos falta cerebro”, vaya frase! Bastante desafortunada, injusta y completamente innecesaria para la autoestima del país.

Más allá del debate sobre el contenido del discurso, que evidentemente en la mayoría carece de sustento o Petro trata de llevar al extremo una situación particular, lo grave y preocupante está en el sentimiento que expresa Petro a lo largo de todo el discurso: tal vez no se tiene noticias de mandatario alguno en el mundo que utilice los recursos públicos para transmitir tantas emociones negativas a su país y para intentar acabar con la autoestima de todos como lo hace él.

En el mismo discurso les dio palo a los abogados, a los matemáticos, a los físicos, a los químicos, a los ingenieros, y también se fue lanza en ristre contra los economistas. “Las facultades de economía en Colombia se volvieron acríticas, un solo pensamiento que es un pensamiento falso y los economistas hoy aprenden falsedades”. Y su amargura seguía in crescendo.

Su tormento incluso lo llevó a repartir látigo a otros países y continentes. “A los gringos se les olvidó ser capitalistas, ahora son esclavistas. Perdieron el cerebro”. A los europeos los insultó diciendo que “hoy no entienden ni jota”.

“Ahora los europeos por ignorancia, porque dejaron de estudiar y de leer, ahora ven televisión y pendejadas, que yo llamo la cultura ‘maiamiense’, se les olvidó Bethoven y ahora leen música tonta, los colombianos también”.

Qué lejos parece estar el presidente Petro de los adelantos científicos y en temas de salud que han tenido lugar en Europa. Por momentos parece ser la reencarnación de alguno de aquellos conocidos como los “poetas malditos”, unos franceses del siglo 19, atormentados con vidas turbulentas y autodestructivas que “se mostraban irreverentes con el progreso y se oponían a la burguesía”.

Por supuesto que vender miserias es rentable políticamente. Y sobre todo es fácil. Lo que el mundo y en particular Colombia necesita son líderes que crean en ella y que, en vez de vivir quejándose, cumplan su misión de sacarla adelante.

15 de diciembre de 2024

https://www.elcolombiano.com/opinion/editoriales/delirium-petro-LC26064582

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