Cada día que pasa se refuerza nuestra convicción de que, para salir del profundo abismo en que nos encontramos, debemos unir a todos los colombianos de bien alrededor de un épico proyecto salvador de nuestro país, capaz de desterrar para siempre los generadores de maldad que se han apoderado de nuestra sociedad.
Debe ser una causa que, en lugar de ahondar divisiones o diferencias, haga crecer el entusiasmo y el amor por la Patria que late en el corazón de los buenos colombianos.
Que sirva no sólo para reversar esta tendencia de odio y desolación que el comunismo del siglo XXI ha sembrado, sino que catapulte a nuestro país hacia su pleno desarrollo y lo coloque en el sitial que merece un pueblo honesto y trabajador como el nuestro.
Aprovechemos la insólita experiencia de un pequeño país, carente de toda clase de recursos, castigado por el colonialismo, la ocupación y la guerra, que logró en tan sólo 6 décadas desde su independencia situarse como una de las más grandes potencias económicas del mundo con un insuperable nivel de vida para sus habitantes.
Lo han llamado “el milagro económico”, pero la verdad es que es el fruto del trabajo, la disciplina, la creatividad, la transparencia en la gestión pública, y la erradicación de lacras que aún nos afectan, como la violencia, la corrupción y la politiquería.
La indiferencia de nuestra dirigencia política por la suerte del país se plasma en la ausencia de programas serios para salir del atraso y de la miseria en los discursos de los numerosos aspirantes a la Presidencia. Sólo se preocupan por ser elegidos, a cualquier costo; por arbitrar los recursos económicos para su campaña; por aparentar su rechazo al actual régimen aunque nada hayan hecho para apoyar el, juicio político para separar de la Presidencia a quien la ocupa fraudulentamente; y, mientras tanto, avanza la inseguridad, el subdesarrollo, la miseria, la torpeza en el manejo de los asuntos públicos y el festín de derroche de los dineros públicos a manos de los que nos desgobiernan.
En lugar de engañar a la opinión respondiendo a las agresiones y falsedades que a diario vomita el guerrillero-presidente, debemos proponer una noble causa como la de replicar en Colombia “el milagro económico” adaptándolo a nuestra fisonomía y necesidades.
Por estas razones hemos lanzado la convocatoria a nuestros compatriotas para que convirtamos en realidad lo que hasta ahora parece un sueño imposible. Necesitamos que “los buenos” que, según dicen, somos la mayoría, exijamos a todos los candidatos al Congreso y a la Presidencia que piensen como estadistas, no como politiqueros de oficio, y adopten este plan salvador para Colombia que vendrá después de despojar al camarada del poder que usurpó por la indolencia de varias generaciones de dirigentes.
No perdamos más tiempo en teóricas disquisiciones, ni en discusiones ideológicas. En ocasiones como ésta los países tienen que actuar con pragmatismo, abandonar las diferencias adjetivas que nos separan y concentrarnos en dilemas fundamentales: Regeneración o catástrofe, como diría Núñez.
No los invito a una fácil tarea: Primero hay que derrotar a la izquierda radical y tramposa incrustada en el poder y en muchos sectores de la vida nacional. Y luego, habrá que tomar drásticas decisiones que la débil y taimada clase política ha sido incapaz de adoptar para erradicar la violencia, el narcotráfico, la corrupción, y para sanear nuestra Democracia, nuestra Justicia, nuestra Educación.
Papel preponderante en esta honda transformación deben jugar el sector económico, los trabajadores que ahora tienen un oscuro porvenir y los veteranos de la Fuerza Pública, en cuya formación siempre han primado los valores de respeto a Dios, amor a la Patria y defensa de la constitucionalidad.
8/04/2025 | Por: Luis Alfonso García Carmona
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