‘No dije lo que dije’

El espacio de esta columna resulta insuficiente para enumerar todas las incoherencias y falsedades de Gustavo Petro. Sería como intentar registrar cada ola del mar. El mandatario posee la singular destreza de negar lo que dice, lo que hace e incluso lo que hacen sus ministros, siempre, ocurre, “a sus espaldas”. Por eso, me limitaré a comentar los dos episodios más recientes de su ya cotidiano malabarismo discursivo, donde la verdad es opcional y la culpa recae en otros. Un show lamentable, más aun, viniendo de quien debería representar al Estado.

Lo más preocupante es que su cinismo no se queda en casa: viaja al exterior y regresa convertido en burla internacional. El primer capítulo de esta tragicomedia lo protagonizó Kristi Noem, secretaria de Seguridad de Estados Unidos, quien reveló que, en una reunión en Colombia, Petro criticó al gobierno estadounidense y, sin sonrojarse, defendió al ‘Tren de Aragua’. Según ella, el mandatario dijo que los miembros de esa banda narcoterrorista “necesitaban más amor y comprensión”, y que, además, tenía amigos allí. Léase bien: amigos.

Cuando Petro advirtió el tamaño del incendio que había provocado, apareció para intentar apagarlo con su clásico extintor de excusas y reparto de culpas. Aseguró que sus palabras fueron malinterpretadas, sacadas de contexto y mal traducidas. La culpa fue del inglés. Pero, en el mismo discurso, tratando de aclarar, oscureció: “Al Tren de Aragua, que es una banda delincuencial asesina, la fortalecieron ustedes”, afirmó dirigiéndose a Noem, ausente.

El problema, para él, es que en Colombia su credibilidad hace rato se desplomó, y no podrá levantarla. Son incontables las veces que desmiente a sus ministros o los lanza a la hoguera por decisiones que él mismo toma. Por eso, en este caso, la palabra de Noem resulta absolutamente confiable. Fue un desliz monumental de Petro, no involuntario, porque refleja su inclinación patológica a justificar o proteger a los criminales. Ahí están los llamados “gestores de paz” como prueba viva. Más allá de lo que dijo, fue aún más grave insinuar que una funcionaria de alto nivel de Trump inventó semejante barbaridad. El resultado: quedó mal él, y peor aún, arrastró a Colombia hacia el descrédito.

El segundo episodio roza lo tragicómico. El ministro de Defensa, Pedro Sánchez, anunció en rueda de prensa que el gobierno retomaría la erradicación de cultivos ilícitos con glifosato. Tratándose de un tema que Petro ha satanizado durante años, la tormenta mediática era previsible.

Fiel a su estilo reactivo, Petro no tardó en desmentir a su ministro: “Esto no es cierto. La política del gobierno es la erradicación voluntaria y la sustitución con productos agroindustriales”. Sonó bonito, casi poético. Pero el concejal de Bogotá, Daniel Briceño, arruinó el verso: publicó documentos que lo contradicen. Uno del 17 de junio de 2024, a través del cual el entonces ministro Iván Velásquez, ordenó los estudios para la compra del glifosato; y otro del 6 de marzo de 2025 autorizando su adquisición por $7.700 millones, y su aplicación terrestre.

Frente a semejante evidencia, salió su ministro Sánchez, anunciando que el químico solo se tendrá en cuenta si “el cultivador” acepta. Y Petro volvió por lo mismo: “no sabía nada”. Todo ocurrió “a sus espaldas”. Una vez más, se absuelve y culpa a los demás. Dice que no dijo, niega lo que ordena y actúa como si la realidad fuera un invento ajeno. No es una caricatura: es el presidente farsante.

Viernes, 11 de Abril de 2025

@ernestomaciast

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