ZONA DE PAZ – SI VIS PACEM PARABELLUM

Esta vieja sentencia de origen latino, aceptada como “si quieres paz, prepárate para la guerra”, se ha apelado desde hace mucho tiempo en un balance entre el poder y la paz. Es cotidiana entre políticos, estrategas, militares y filósofos. Su sentido según las circunstancias históricas o las tendencias políticas puede vincularse con cualquier realidad, así como los capítulos del libro El arte de la guerra de Sun Tzu se han aparejado en estos tiempos dentro de escenarios distintos. La esencia de la doctrina se mantiene. Prepararse para la guerra es un camino para preservar la paz.

 

Colombia, después de más de medio siglo de guerra civil y Venezuela con 26 años de revolución bolivariana rodilla en tierra, bien pueden servir de referencia para actualizar la fortaleza de la expresión latina, si quieres la paz. El hermano país todavía resiente los años de la guerrilla rural, de los cárteles del narcotráfico y de la violencia de las bandas criminales en la frontera común. De este lado la revolución bolivariana ha señalado a quienes lo adversan como el enemigo interno y ha declarado una guerra sin cuartel para garantizarse la permanencia en el poder. Ambos países mantienen un permanente estado de movilización militar que cada cierto tiempo se expresa con intensidad en los estados Zulia, Táchira, Apure y permea hacia Bolívar y Amazonas del lado venezolano; y del colombiano en los departamentos Goajira, Cesar, Norte de Santander, Arauca, Guainía y Vichada. Las vías de hecho configuran un estado entre ambos países desde hace mucho tiempo en esa zona, que se aceleró desde los tiempos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro como canciller en Venezuela y ahora con la guinda de la torta con Gustavo Petro en Colombia. El proyecto continuista de poder con Chávez y ahora con Maduro es “no entregar por las buenas ni por las malas.” Hay pruebas sobremanera. El de Petro apenas está empezando. Prepárense para la guerra.

 

El principal muro de contención de Gustavo Petro en el desarrollo de su estrategia continuista en el poder es Álvaro Uribe Vélez. El expresidente es la principal figura política y el líder colombiano con mayor autoridad para frenar al exguerrillero ahora en el palacio de Nariño.

 

El enfoque reeleccionista del ex integrante del M-19 no se ha salido de su planteamiento inicial de mantenerse en el poder a través de cualquier vía por encima de los escrúpulos constitucionales y de las barandas morales que han acompañado siempre a los camaradas dispuestos a asaltar el cielo para imponer la revolución del proletariado.

 

La dupla Maduro – Petro; parte del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla, entidades vivitas y coleando como si Fidel Castro y Hugo Chávez lo estuvieran también, y venidos a menos en sus respectivos desempeños de las magistraturas en Venezuela y Colombia, respectivamente, hacen en la subregión una relación política mutuamente complementaria para garantizarse la persistencia en Miraflores y Nariño con la constitución nacional en el bolsillo de atrás y el fusil en la mano.

 

Nicolás Maduro ya tiene garantizada de manera usurpatoria un ejercicio hasta el año 2031, después de robarse las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio de 2024 que dieron como ganador a Edmundo González Urrutia y mantiene en la clandestinidad dentro del país a su principal operadora política, María Corina Machado. El pueblo, en los niveles más altos de rechazo al régimen, está cercado por el despliegue represivo de la maquinaria roja rojita de inteligencia, contrainteligencia, operaciones psicológicas y las otras fuerzas de seguridad entre las que protagoniza la Fuerza Armada Nacional (FAN). Su principal elemento de apoyo y cogobierno. Los más importantes miembros de la nomenclatura revolucionaria no tienen actitud de entregar el poder en paz.  Y al otro lado de la frontera, Gustavo Petro a pesar de no haber podido sortear el obstáculo constitucional de la reforma planteada para la reelección, solo le queda por delante el camino del zarpazo a la carta magna con el apoyo de la violencia, a la manera revolucionaria, para alargar su continuidad en el palacio de Nariño. Es bueno poner sobre la mesa que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hacen vida política legal e ilegal simultáneamente en el vecino país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) no se ha desmovilizado aún y las disidencias FARC hacen vida cotidiana en esa franja binacional que se proyecta desde Castillete hasta La piedra del Cocuy disparando cada cierto tiempo sus falsos positivos. En ese grupo también cohabitan las Bandas Criminales (BACRIM) y toda la delincuencia común empoderada por la revolución bolivariana a través de los colectivos sociales y organizados, equipados y entrenados como parte de la institución militar en la Milicia Nacional.

 

Solo Uribe Vélez desde Colombia y la fuerza moral de su figura política nacional e internacional puede frenar a Petro y mantener viva la llama desde el vecino país para detener el peligro que representa la llamada zona de paz promovida para activar en esa franja entre ambos países que es la materialización del sueño guerrillero de la Marquetalia de los años 60, territorializado en los diálogos del Caguán en 1998, los acuerdos de paz de 2016 y con el resurgimiento de la Nueva Marquetalia desde Venezuela. El trazado de esa línea histórica guerrillera proyecta que no han abandonado el modelo y mucho menos en esta ocasión en que son gobiernos en los dos países, a pesar de tener el sol en las espaldas.

 

La revolución bolivariana en Venezuela ha venido ensayando desde los eventos ocurridos el 11 de abril de 2002 los planes para no entregar el poder al estilo Jalisco. Los análisis de inteligencia le estiman en tres posibilidades para concretar esto. La primera es mantenerse ejerciendo el gobierno como efecto lo han venido desarrollando por encima de las formas constitucionales; la segunda en recuperar el poder inmediatamente en caso de perderlo, a la manera del 13 de abril de 2002 y para ello han venido haciendo ensayos semestralmente con el argumento de la invasión norteamericana; y por ultimo – tercera posibilidad en ese orden – pasar a una etapa de Guerra Popular Prolongada (GPP) para generar ingobernabilidad, inestabilidad y violencia a cualquier gobierno que encabece la transición y la provisionalidad en el camino hacia la democracia. Sobre este último punto esa es la principal justificación de la zona de paz propuesta en el memorando de entendimiento Maduro – Petro. Esa área binacional ya existe de hecho. Esa extensa franja es un estado que se ejerce con un amplio territorio, con una población para la que la rayita que delimita la frontera no existe; y con gobierno y soberanía de los grupos armados sitos en la zona de paz que ahora activan y que tiene vigencia desde mucho antes de 1998.

 

Y allí es donde encaja para la denuncia y las referencias en el vozarrón político ante la comunidad internacional; la fuerza moral del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Durante su magistratura los más importantes golpes operacionales a la guerrilla fueron asestados en ejecución de la doctrina de seguridad democrática. La guerrilla aún resiente los efectos de la materialización e instrumentación del plan Colombia y los eficientes resultados de las operaciones Jaque y Fénix al frente de las Fuerzas Militares. Sus últimas demandas de la intervención militar en Venezuela, de concretarse, mata dos pájaros rojos de un solo tiro a la manera de Panamá. Con Uribe en la cárcel, Petro tiene la vía libre en comandita con Maduro para ejecutar su proyecto continuista en el poder, a sabiendas de que si quiere paz para permanecer en el palacio de Nariño, como Maduro en el de Miraflores, deben prepararse ambos para la guerra. Ya lo están haciendo con esto de la zona de paz.

 

Por eso la prisión para Uribe.

 

https://antoniomguevaraf.word.press.com/2025/07/31/zona-de-paz-si-vis-pacem-parabellum/

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