Fastidiado por la tiranía de la opinión de políticos progresistas y sus huestes de tontos útiles; me veo en la necesidad íntegra de proponer la creación de un movimiento político a la altura de la situación, que les batalle sin miedos y contemplaciones.
La motivación para redactar esta columna obedece a dos razones puntuales. La primera es la impresionante desinformación instituida alrededor de los conceptos de derecha e izquierda ideológicas; por parte de periodistas y celebridades como María Antonia Pardo y Margarita Rosa De Francisco, última que escribió hace poco un pavoroso artículo para el portal El Tiempo. La segunda es porque desde hace un tiempo, gustosamente me he encontrado con varios compatriotas que comprenden la vida, la libertad y la propiedad privada, como los tres derechos fundamentales del hombre; y ya no toleran nuestro desagradable contexto político, algo que no es irrelevante, dado que cada cuatro años siempre nos toca elegir entre dos males: una izquierda totalitaria y liberticida, y un socialbacanismo mercantilista con tintes de conservadurismo ortodoxo y que dice ser “derecha”.
Por los días de las campañas electorales de 2018, muchos aseveraban que yacíamos ante el inminente peligro de caer en manos de una dictadura de derecha y/o ultraderecha – porque para esta gente es lo mismo–. En mis adentros, tales afirmaciones me producían tanto risa como desconsuelo, cuando en Colombia ¡No hay derecha! A lo sumo habrá uno que otro político que lo sea, pero al militar en partidos que no lo son, están supeditados a las disposiciones de estos y poco o nada pueden hacer.
Adicional a ello, nos encontramos con la lamentable costumbre que se ha creado de relacionar al Uribismo con la derecha; cuando el pensamiento del expresidente Uribe, con el paso del tiempo, ha demostrado ser para nada coherente. Así, la izquierda, con una malversación casi magistral del uso de la lengua; se ha encargado de calificar como “ultraderecha fascista y neoliberal” a todo lo que no apesta a ella. Nada más alejado de la realidad.
Vámonos un poco a la historia
Colombia desde sus inicios contó con dos partidos que siempre lucharon por el poder: el Conservador y el Liberal. Ambos perdieron su hegemonía con la llegada de Uribe en los comicios presidenciales del 26 de mayo de 2002: un candidato que comenzó con muy poca intención de voto, pero que arrasó en primera vuelta. La violencia y el caos social rampantes, trazaron senda y calzada para que el aguerrido Uribe llegara a la Casa de Nariño, pues la ciudadanía anhelaba un gobernante que pusiera en orden el país y arriba de los intereses políticos de los partidos tradicionales. Desde entonces, la carrera del expresidente ha sido exitosísima: fue el primero en ser reelegido, varios partidos nacieron valiéndose de su imagen e ideales, y su candidato presidencial fue elegido tanto en 2010 como en 2018. Sigue activo como senador, y a pesar de que ha ido perdiendo adeptos, todavía goza de un considerable caudal electoral.
Con el triunfo de Uribe se enaltecieron algunas de las banderas de la derecha. Para nuestra desgracia, con el tiempo fue develando su verdadero rostro: el de un caudillo que solamente tiene sed de poder y que no adhiere a los principios que alguna vez promovió, como el capitalismo de libre mercado, la igualdad ante ley, la seguridad jurídica, menores impuestos y burocracia, entre otros. Al contrario, terminó protegiendo gremios, estimuló el asistencialismo, no impulsó reformas que implicaran una real apertura de nuestra economía, y se enfocó exclusivamente en su política de seguridad democrática. Colombia tuvo una oportunidad única y que se perdió, pues Uribe tuvo al congreso y a la opinión pública de su lado; para implementar transformaciones de fondo que nos consolidaran como una de las economías más libres y prósperas de la región.
Corremos muchos riesgos al seguir huérfanos de una derecha de verdad, pues sólo le estamos abriendo el camino a la izquierda de llegar al poder, lo que nos conduciría irremediablemente a un infierno inflacionario semejante al de Argentina –o quizás peor–, con el perjuicio de la violencia generada por los grupos armados que subsisten gracias al narcotráfico.
Por eso es necesario un nuevo proyecto político que abandere la lucha contra el estatismo compulsivo representado por el uribismo y sus afines, y por esa corroída izquierda que se le hace agua la boca con pensar en su posible ingreso a la Casa de Nariño. La derecha en Colombia no puede continuar siendo retraída y ensombrecida por el Uribismo ¡Basta ya de la ! Es inmoral seguir permitiendo que los valores y principios de la derecha se mantengan a merced del caudillismo, el capitalismo de amiguetes y la supresión del individuo crítico.
Las prioridades que yo considero requieren nuestra verdadera derecha, serán tratadas en la segunda entrega de esta columna.
Cristian David Gil Toro | El Parche del Capuchino
https://www.elparchedelcapuchino.com/basta-ya-de-la-falsa-derecha-parte-1/?fbclid=IwAR2Eoq61QaAto3SLf_KCKQsDbR-8QnMCoxVZPdTBzyVqPiHUht1B-vhwoIc, La Linterna Azul, 17/04/2021
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