Cual rufián de esquina

 

Atrás quedó la dignidad de la institución presidencial. Día tras día, Gustavo Petro se lanza con furia contra quienes lo contradicen o señalan sus desaciertos. Lejos de la mesura, responde con cólera desbordada, sin argumentos y con agravios personales. Sus palabras, plagadas de insultos, denotan no solo la ausencia de respeto por sus opositores, sino también por la nación entera.

 

El miércoles pasado, tras injuriar a la Unión Europea y amenazar con renunciar a la ciudadanía italiana, perdió el control frente a la descertificación de Estados Unidos en la lucha antidrogas. La calificó de “grosería profunda contra el país y un insulto para mi vida personal”. Acto seguido, desbordado, emprendió una diatriba contra todo aquel que se le vino a la cabeza: hasta acusó de “locos” e “HPs” a quienes -según él- “vendieron Panamá a Estados Unidos”. Y, sin nombres ni pruebas, responsabilizó del auge de la droga a una supuesta alianza de extrema derecha entre narcotraficantes, políticos y “ricos” colombianos en Miami, “vecinos de quienes hoy gobiernan Estados Unidos”.

 

En medio de cifras disparatadas, como las de la lechona en Japón o la quiebra de la Nueva EPS, atacó al expresidente Iván Duque por la erradicación forzada de cultivos ilícitos. Y defendió un inexistente programa propio de erradicación voluntaria. Afirmó, además, que durante su mandato se han incautado más drogas que en los tres gobiernos anteriores, ocultando que la magnitud del problema creció de manera exponencial bajo su administración.

 

Con igual desparpajo aseguró que “cuando inició la paz de Santos los cultivos de coca disminuyeron”, cuando la realidad mostró lo contrario. Llegó incluso a proclamar que gracias a su “guerra contra el narcotráfico” el crecimiento de las hojas de coca “está casi en 0%”. Pero Colombia y el mundo saben que nos acercamos a las 300 mil hectáreas. El auge de los carteles del Eln, las Farc y el Clan del Golfo, amparados bajo la farsa de la “paz total”, es prueba de ello. Sus cabecillas, disfrazados de “gestores de paz”, siguen dedicados al narcotráfico, al asesinato y secuestro de policías y soldados.

 

Cual rufián de esquina, la emprendió contra el presidente Donald Trump. Y, en un gesto que confirma su sumisión al Cartel de los Soles, lo desafió a distancia: “a mí no me amenace, aquí lo espero”, al estilo de Maduro, quien un mes atrás vociferó: “venga por mí, aquí lo espero”. No sorprende, entonces, que Diosdado Cabello, segundo del cartel venezolano, declarara que “el único presidente colombiano con una política clara contra las drogas es Petro”. Qué vergüenza que tales personajes sean sus únicos defensores.

 

Lo hemos dicho, y con razón: a diario Petro nos obliga a hablar de sus sandeces. No podemos ignorarlas: es quien funge como presidente de Colombia, aunque el todo mundo se burle de él. Y debemos insistir en lo esencial: Petro pretende perpetuarse en el poder, “por las malas”, como Maduro lo advirtió antes de robarse las elecciones. A los colombianos nos corresponde impedirlo, al costo que sea.

 

Hoy más que nunca, es imperativo exigir unidad. A la cantidad de precandidatos presidenciales -casi un centenar- muchos movidos por irresponsables ambiciones personales, hay que pedirles algo más que discursos: se requiere una estrategia nacional e internacional capaz de salvar a Colombia de las garras de la extrema izquierda y de los grupos criminales fortalecidos en estos tres años.

 

 

@ernestomaciast

Ernesto Macías Tovar

https://www.elnuevo.siglo.com.co/columnistas/cual-rufian-de-esquina

Compartir:

WhatsApp
Facebook
Twitter
Telegram
Email