Estocolmo en mi corazón

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La exmujer de Petro, la bailarina sincelejana Verónica Alcocer, es libre de vivir donde le venga en gana: en su pueblo natal, en Tamalameque o en la capital sueca. Eso no puede ser cuestionado ni cuestionable. En un mundo libre, cada quien puede fijar su lugar de residencia donde le plazca.

 

Lo que sí puede ser auscultado es el origen de los fondos con los que la esposa de un presidente cubre los costos de su lujoso tren de vida, sobre todo cuando no existe evidencia que indique que esa persona tenga una fortuna familiar o una fuente de ingresos que lo permita.

 

Alcocer García –en la mira de la justicia de los Estados Unidos por sus vínculos con el narcotráfico– no es una empresaria reconocida, ni una profesional con una carrera destacada. Se sabe que cursó algunos semestres de derecho en la no muy prestigiosa Corporación Universitaria del Caribe –Corozal, Sucre– y poco más.

 

Es natural que la ciudadanía y los medios de comunicación indaguen sobre las personas públicas. Y la familia de Petro, que está lejos de ser modelo de nada, tiene sobrados motivos para ser auscultada. Su hermano, un hampón que se codea con el narcotráfico, su hijo un delincuente de poca monta y su esposa, como se ha dicho,  es persona de interés para las autoridades antinarcóticos de los Estados Unidos.

 

En agosto de 1993, el compositor y cantante sueco Lasse Berghagen lanzó la canción Stockholm i mitt hjärta -en español, Estocolmo en mi corazón-. El tema se convirtió en un éxito rotundo, hasta el punto de ser el «himno» no oficial de la capital sueca.

 

La letra exalta la belleza de la ciudad, sus calles y sus rincones llenos de historia. El autor quiso transmitir una idea esencial: Estocolmo más que un lugar físico, es un espacio emocional.

 

Y lo es. La ciudad cautiva por su elegancia serena y su belleza natural única. Extendida sobre un conjunto de islas unidas por puentes armoniosos, combina con maestría la pureza del agua, la intensidad de sus bosques urbanos y una arquitectura que narra siglos de historia. Su centro histórico –Gamla Stan–, con callejuelas empedradas y edificios de vivos colores, se integra sin esfuerzo con espacios modernos, museos de talla mundial y una vida cultural vibrante. El lugar irradia sosiego, pero también creatividad, innovación y un profundo respeto por la naturaleza. Estocolmo no solo se recorre: se respira, se siente y se guarda en el corazón.

 

Todo es muy bonito, pero no es gratis. La de Suecia es, de lejos, una de las capitales más costosas de Europa. Evidentemente, su belleza no fue ajena a los ojos de Alcocer, razón por la que resolvió instalarse allí.

 

La prensa holmiense reporta que la mujer –o exmujer– de Petro vive plácidamente en el barrió Östermalm, el más exclusivo y emblemático de Estocolmo. Sus edificios de finales del siglo XIX, con fachadas ornamentadas, son altamente apetecidos. Este año, de acuerdo con expertos del mercado inmobiliario, se estableció que el metro cuadrado promedio cuesta U$10.500 dólares, unos $40 millones de pesos.

 

Las coincidencias son desafortunadas, sobre todo tratándose de una figura tan cuestionada como Verónica Alcocer. Es natural hacerse preguntas: ¿Por qué establecerse en la capital sueca justamente cuando se firmaba el billonario negocio de los aviones de guerra que Colombia compró a una fábrica de ese país? No hay prueba alguna de que su estadía sea un gesto del fabricante –SAAB– o un detalle de algún intermediario, pero la duda permanece.

 

Y esta sólo se evapora con total transparencia. El gobierno colombiano debería publicar los pormenores de la negociación de los cacareados aviones; y las autoridades de los Estados Unidos, que tienen a Alcocer en la mira, deberían intervenir si consideran que existe la posibilidad de un esquema de lavado de activos a través de terceros que, burlando las sanciones de la OFAC, financien el costoso estilo de vida de la señora en cuestión.

 

Al final, quizá Verónica Alcocer también lleve a Estocolmo en el corazón –como en la canción de Berghagen–, aunque no necesariamente por sus museos, sus puentes o su serenidad nórdica. Lo que parece haberla conquistado es esa cómoda distancia desde la que se diluyen las preguntas perturbadoras sobre el origen de sus privilegios. Porque Estocolmo es una bella ciudad, sí, pero también un magnífico escenario para quienes necesitan que la demanda de transparencia suene lo más lejos posible. Y mientras no se aclaren los fondos que sostienen su vida de lujo, la sospecha seguirá instalada, como ella, en el barrio más exclusivo de la capital sueca.

 

@IrreverentesCol

Publicado: noviembre 19 de 2025

https://losirrev.erentes.com/2025/11/estocolmo-en-mi-corazon/

 

 

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