Ha quedado destruido el sueño de que, por voto castigo, el ‘antipetrismo’ llevara a una segunda vuelta solo entre candidatos de centro y de derecha.

A comienzos de octubre advertí en estas páginas que por un mal gobierno no se descarta que sus gestores puedan ganar otras elecciones. Pronostiqué que, a pesar de Boric, el Partido Comunista chileno ganaría con Jara la primera vuelta presidencial, y así ocurrió el domingo pasado. Otra cosa será ahora la segunda vuelta. Porque los siguientes cuatro candidatos, todos de derecha, obtuvieron el 70 % de los votos y se presume que unidos, en el balotaje, le den una paliza electoral al socialismo en ese país.
Entre tanto, en Colombia las encuestas y los sondeos regulares de opinión (‘tracking’ electorales), confirman que dos candidatos se alejaron del pelotón de aspirantes, de manera que si hoy fuera la primera vuelta de las elecciones, la presidencia de la República se decidiría entre Iván Cepeda y Abelardo de la Espriella. Y así seguiremos hasta mediados de enero, cuando se inicie el año electoral.
Se confirma de esta manera el ‘Taponazo’ en el que dijimos que iríamos a las próximas elecciones, para decidir entre los extremos. Ha quedado destruido el sueño de que, por el voto castigo, el “antipetrismo” reinante condujera a una segunda vuelta solo entre candidatos de centro y de derecha. Las vanidades y la obstinada decisión de dejar las consultas para el próximo año lo impidieron. Así, en medio de la polarización, la idea romántica de que juegue el centro ha quedado a un lado.
La delantera que ha tomado la candidatura reeleccionista de Iván Cepeda parece no inquietar a muchos. Estamos de fiesta con el cuentico de que, igual a lo que sucederá en Chile, en la segunda vuelta se juntará toda la oposición, para obtener un triunfo resonante. Pero el “antipetrismo” no es suficiente. En la encuesta del CNC se lee que el 38,9 % apoya mucho o algo a Petro, y el 35,4 %, mucho o algo a la oposición.
Además, las cuentas no cuadran. Excluidos los candidatos del margen de error (3 %), solo los votos de Miguel Uribe (4,1 %) acumularían en la segunda vuelta a favor del candidato felino. No es así de claro con los de Sergio Fajardo (7,8 %), Claudia López (5 %), Juan Manuel Galán (3,3 %) —quien ya dijo que De la Espriella sería “un Rodolfo Hernández 2.0”— y Vicky Dávila (3,2 %), quien afirma tener reservas morales frente a él. La fractura en la derecha es total.
A lo anterior hay que sumarle que un porcentaje muy importante de electores, cerca del 30 %, dicen estar desencantados con los dos candidatos punteros o aún no han tomado una decisión, la gran mayoría de ellos jóvenes de estratos medios y bajos, que no están enfrascados en la polarización y reclaman un proyecto de país que ofrezca esperanza, pero en la derecha todo el mundo anda sumido en la mecánica electoral. No se construyen ilusiones para seducir a los jóvenes y a los sectores sociales.
La extrema izquierda arrancó bien y con un case nada despreciable: el 30 % de imagen favorable de Petro, proveniente de sectores ideologizados que actúan como sectas, cuyo voto sí es claramente endosable. Estratégicamente le salió perfecto hacer consulta en octubre para ungir un candidato único que se beneficia del “voto útil”, mientras en la otra esquina no lo hay. También es ganadora la idea de hacer una consulta del “Frente Ampliado”, con Roy, Cristo y otros, que no tiene como finalidad disputarle el puesto a Cepeda, sino empezar a retener votos del centro para consolidar la reelección.
Por si fuera poco, la chequera oficial está disparada, al punto de que el sector público es el que más jalona la economía, según el último dato del PIB. Y no será para nada irrelevante el apoyo a Cepeda de los grupos armados al margen de la ley, que en sus territorios cooptarán a los electores, para mantener los beneficios y privilegios de la ‘paz total’, cuyo capítulo final será una ley de sometimiento… pero del Estado. Si no nos pellizcamos, habrá petrismo para rato.
Taponazo. Muchos están tranquilos porque solo quedan nueve meses de progresismo, pero si se reelige con un proyecto totalitario, será a perpetuidad.
22/11/2025 | Por Néstor Humberto Martínez | El Tiempo