En las elecciones del 28 de julio de 2024 Venezuela vivió un momento histórico. Tras años de lucha, persecución, exilio, división y represión, la oposición representada en la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, logró un triunfo electoral que reflejaba el deseo de cambio de la mayoría del pueblo venezolano. Sin embargo, ese triunfo de nada sirvió. El chavismo, gracias al control férreo sobre las instituciones del Estado, desconoció el resultado y obstaculizó el ascenso de Edmundo González.
La historia de la MUD es una lección para para Colombia, donde el petrismo ha demostrado intenciones similares a las del chavismo: debilitamiento institucional, concentración de poder y desprecio por la independencia judicial y legislativa. La experiencia venezolana debe ser tomada como una advertencia: si la oposición colombiana no actúa con responsabilidad, unidad y visión de país, Colombia podría caer en manos de una dictadura como la venezolana.
La oposición venezolana comenzó a organizarse formalmente tras la consolidación del poder chavista a comienzos de los años 2000. Durante más de una década, los esfuerzos de coordinación entre los distintos grupos políticos fueron erráticos. Hubo momentos de unión, como en las elecciones parlamentarias de 2015, cuando la oposición logró una victoria aplastante al obtener la mayoría calificada en la Asamblea Nacional. Pero aun así, continuaron los celos, la fragmentación, las pugnas y el chavismo aprovechó la división de la oposición para asfixiar la democracia.
Tuvieron que pasar casi 25 años para que los partidos de oposición, frente a una situación económica y social insostenible y con la presión de una ciudadanía harta del régimen, acordaran hacer unas primarias para escoger un único candidato. Aunque el chavismo intentó obstaculizar el proceso -inhabilitando candidatos, usando los recursos del Estado para hacer campaña, controlando los medios-, el pueblo votó por el cambio. La campaña de la MUD fue un éxito. Desafortunadamente la oposición se tardó mucho para lograr la unión y el régimen ya se había tomado las instituciones.
Los enfrentamientos de Petro con la Corte Constitucional, sus intentos de reformar los organismos de control, sus ataques sistemáticos a la prensa, la deslegitimación del Congreso más su narrativa de enfrentar “al pueblo” y “las élites” no deberían dejar dudas de sus intenciones totalitarias.
Las disputas internas, las vanidades y celos de los dirigentes de los partidos políticos que debían defender la democracia, le están abriendo el camino a las intenciones de Petro. No deberían primar las aspiraciones personales de los líderes de los partidos de oposición sobre el proyecto país. Para mayor dolor, los lideres gremiales, empresariales, académicos y sociales no logran hacer la suficiente presión para la formación de una Mesa de Unión Democrática.
La experiencia venezolana prueba que cuando la oposición tarda en unirse se da tiempo al régimen para tomar control de las instituciones y las elecciones pierden significado. La oposición colombiana se ha limitado a denunciar los escándalos y abusos de poder del gobierno Petro y ha sido incapaz de unirse alrededor de un proyecto de país que ilusione y convoque.
Es urgente formar la Mesa de Unión Democrática, diseñar la mecánica para que en las elecciones parlamentarias del año entrante se escoja un candidato único y formular una estrategia para que Colombia en 20 años esté entre los 30 países más competitivos del mundo y libre de pobreza.
Colombia todavía tiene la oportunidad de evitar el camino de Venezuela. La historia de la MUD es una advertencia clara: la unidad de la oposición es necesaria, pero debe llegar a tiempo. Si se espera demasiado, si los liderazgos siguen atrapados en sus diferencias personales, si no se construye desde ya un proyecto común, el riesgo de que el país se deslice hacia el autoritarismo será cada vez mayor.
De no actuar, la oposición en Colombia será la mejor plataforma para la llegada de la dictadura Petro.
Nota: Según las declaraciones de una jueza de la república quienes han llevado una vida trasparente, se han preocupado por el progreso y pacificación del país, no deben ser modelo para la juventud. Se desprende que personas con un pasado guerrillero, una vida sombría, negociando en la obscuridad de las cárceles rebaja de penas a cambio de ciertas declaraciones, deberían ser el faro que guíe a nuestra juventud ¿Es ese el país que queremos?