Ese cuento que Petro y sus seguidores tratan de imponer en sus incendiarios discursos, prometiendo un “cambio” basado en señalar algunos errores del sistema, amplificándolos y sacándolos de contexto, es ante todo una estrategia fría y calculada. Sí, hay personas que caen en ese discurso, pero no todas, y ciertamente no es motivo suficiente para destruir todo un sistema o estatizarlo bajo la excusa de que no cubría al 100% de la población.
Por ejemplo, en el sector salud: que en un caserío remoto de la Colombia profunda no hubiera un puesto de salud no justifica acabar con un programa que tomó 30 años en construirse y que logró avances significativos. Era un sistema con fallas, sí, pero corregibles. No se necesitaba desmantelarlo, sino hacerlo cumplir, mejorarlo, y cerrar esas brechas.
Este gobierno, sin embargo, ha venido alterando el orden institucional con argumentos supuestos y fantasiosos, buscando seducir a los ingenuos que todavía creen que la luna es de queso. ¿Dónde están los resultados concretos? En infraestructura, ¿hay alguna gran obra que mostrar?
Fuera de la destrucción o prohibición de actividades como la extracción de petróleo, gas y minerales, recursos naturales que países desarrollados como Canadá, Noruega o Estados Unidos explotan responsablemente para generar riqueza, aquí se promueve una parálisis bajo un falso discurso ambientalista. Mientras tanto, en Colombia hay más de 300.000 hectáreas de cultivos de coca, y se sigue deforestando a un ritmo alarmante para expandirlas.
Pensar que el Estado puede administrar de manera eficiente todos los sectores, salud, educación, energía, agro, economía en general, es abrir camino directo hacia una dictadura. Una donde se exige el control colectivo a costa de la libertad individual, destruyendo la iniciativa privada, el emprendimiento y los derechos fundamentales. Ya vivimos eso en el pasado: la Revolución Cultural de Mao, donde solo unos pocos dirigentes tenían privilegios, mientras el resto moría de hambre, miseria y desolación.
No podemos caer en engaños. Es momento de volver a leer la gran obra de Hayek, Camino de servidumbre, donde advierte:
“Cuando un Estado asume el control total de la economía, inevitablemente debe decidir qué se produce, cómo se produce y para quién. Esto requiere una autoridad que, para cumplir su tarea, debe imponer su voluntad sobre la de los individuos, eliminando la libertad de elección y con ella, la esencia misma de la democracia.”
Es exactamente eso lo que Petro busca: controlar todo. Y ya vemos las consecuencias. El sistema de salud está en caos, escasean medicamentos, el sector eléctrico carece de nuevos proyectos, y se habla de posibles racionamientos, justo cuando el mundo necesita duplicar su capacidad energética para afrontar el crecimiento del consumo tecnológico (IA, autos eléctricos, internet, etc.).
A esto se suma la liberación de criminales bajo la falsa premisa de la paz, con fines electorales o para garantizar apoyos subversivos. De pronto ahí sí se acuerdan de las minorías étnicas o de la comunidad LGTBIQ+, pero solo para usarlas como excusa ideológica.
En regímenes como el de Stalin se enviaba a los disidentes a los gulags; en el de Hitler, a los campos de concentración; en Cuba, a las mazmorras; y quién sabe dónde terminan en las dictaduras de Maduro y Ortega.
La democracia es imperfecta, sí, pero debe construirse con libertad, sin odios ni divisiones. No se trata de buscar culpables ni de enfrentar pobres contra ricos, negros contra blancos, creyentes contra no creyentes. Quien lo hace —como Petro— lo hace por beneficio personal, no para construir, sino para destruir.
Sin orden, sin seguridad, sin libertad y sin justicia, no puede haber desarrollo. La creatividad si se reprime se va. Estas son condiciones necesarias para que los emprendedores innoven, se muevan, y la confianza permita que crezca la economía.
Frente a Petro y sus esbirros, la única salida es la unión. La ciudadanía está cansada y preocupada por la proliferación de candidatos con egos enormes, todos diciendo lo mismo, en orden distinto esto se parece cada vez más a Venezuela: no hay soldados, todos son generales. Como ejercicio de humildad, deberían mirarse al espejo… pero al verdadero, porque al que se están mirando solo les aumenta el ego.
26/07/2025 | Por J. Eduardo Posada C. | @jepc47
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