
Los cultivos de coca en Colombia ponen en evidencia la incapacidad del Estado para controlar territorios en la periferia. Hace medio siglo la coca se cultivaba en Perú y Bolivia, y carteles colombianos tenían los laboratorios y distribuían cocaína. Hoy los carteles en EE.UU. son mexicanos, en tanto que carteles rusos distribuyen en Europa.
El estado colombiano se debilitó en extremo en los años 90, y se fortalecieron los grupos armados ilegales vinculados a la coca. Los cultivos de coca alcanzaron 180.000 hectáreas en 2001. En 2002 el nuevo Gobierno inició contraofensiva. En ocho años el número de municipios controlados por estos grupos pasó de 468 a 242. Los cultivos se redujeron a menos de 50.000 hectáreas en 2012. El contexto permitió los acuerdos de paz con las Farc, cuya base se desmovilizó; sin embargo, el Estado no ocupó el territorio desalojado. Hoy, los cultivos suman más de 300.000 hectáreas, y el potencial para producción de alcaloide por hectárea ha aumentado en forma significativa en la última década. La cadena del narcotráfico alimenta el desorden y socava ordenamientos éticos y legales. No hay causa única del auge, pero todo indica que la cantidad demandada, función del ingreso de los consumidores, el precio, el precio de sustitutos y complementos y, en últimas, de los gustos y preferencias de quienes consumen, tiende a aumentar.
J M Keynes refutó la Ley de Say, cuya versión más cruda es que “la oferta crea su propia demanda”. La búsqueda de estados alterados de conciencia es inherente a la humanidad. En el período paleolítico el control social de grupo era marcado. Desde el neolítico ha habido más espacios individuales para la intoxicación, sobre todo en contextos urbanos. Desde la posguerra Occidente se ha inclinado al ocio: la jornada semanal en Europa pasó de 48 a 40 horas o menos desde la posguerra, y más tiempo para experiencias tóxicas, que incluyen alcohol, marihuana, cocaína, heroína y su sustituto, el fentanilo. Los efectos de las prácticas dependen de la sustancia y de la cantidad, y la intoxicación no es la única fuente de caminos para alterar conciencias: el efecto también se logra a través de expresiones estéticas y del deporte, que tiene consecuencias fisiológicas en los practicantes y psicosociales en los espectadores.
La ineficacia institucional refleja la compleja geografía nacional y los inadecuados procesos y estructura de lo público en Colombia. Los cultivos ilícitos podrían desaparecer si hubiera política agraria como cimiento de cadenas productivas: a los cultivadores de coca y recolectores de hojas les llega una porción muy modesta del valor agregado del negocio. El reto es aprovechar ventajas comparativas relativas mediante políticas públicas acertadas, con sujeción a la ley.
Preocupa el atraso de la agricultura en Colombia para la tarea de ampliar la producción agrícola. Las premisas del primer acuerdo de La Habana, sobre política agraria, no eran coherentes con la práctica de la agricultura en el mundo en ese momento. Hoy, casi una década más tarde, la automatización de la agricultura en China, con impacto muy grande en productividad, es escuela de verdadera agricultura de precisión. También preocupan el efecto de remesas y volatilidad del precio del petróleo en la tasa de cambio.
Hasta ahora, lo más eficaz contra la cadena de la coca quizás ha sido destruir laboratorios. Lo mejor es hacer país.
Gustavo Moreno Montalvo
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