Hay seis candentes elementos de realidad que se hallan imbricados e íntimamente ligados. Si examinamos de cerca esos hechos concordantes veremos más claro. Si, por el contrario, los desagregamos jamás podremos saber quién y por qué ordenó asesinar al precandidato Miguel Uribe Turbay.
Esos elementos son:
- La estancia sin testigos del 24 al 26 de mayo de 2025 del presidente Gustavo Petro en una vivienda de Manta, ciudad bajo el control de la mayor mafia narcotraficante de Ecuador, y el atentado 10 días después, en Bogotá, contra el senador Miguel Uribe Turbay, de 39 años.
- La muerte ayer 11 de agosto en Bogotá de Miguel Uribe Turbay causada por las balas disparadas el 7 de junio pasado por un sicario durante un acto político público en la capital de Colombia.
- La condena a 12 años de prisión domiciliaria del expresidente Álvaro Uribe Vélez, de 73 años, este 1 de agosto, epílogo de una caricatura de proceso judicial y mediante una sentencia de mil páginas escrita en sólo 15 horas. Uribe Turbay y Uribe Vélez (ninguna relación familiar entre ellos) eran destacados miembros del Centro Democrático, el mayor partido de oposición al gobierno de Gustavo Petro.
- La desprotección deliberada del senador y precandidato Uribe por el organismo oficial (UNP) que debía protegerlo, y que falló ruidosamente ante un atentado de una patética rusticidad que habría podido ser impedido con medidas de seguridad elementales y oportunas.
- El discurso extremista del jefe de Estado Gustavo Petro del 1 de mayo de 2025 donde amenazó al Congreso con represalias si éste no le aprobaba una “consulta popular” ilegal, fue completado por un mensaje en la red social X contra el senador Uribe Turbay y a su familia. “Usted no vuelve más” sentenció Petro pues Miguel Uribe se oponía con fuerza a la llamada “consulta popular”. Petro exhortó allí “al pueblo” a “decirle by by” (adiós) a Miguel Uribe Turbay. En otro acto público, Petro insinuó que es legítimo recurrir a la violencia contra el senador uribista: “ya no podrás [volver a la política], el pueblo se ha decidido”. El 5 de junio de 2025, tras un intercambio en redes, Petro volvió no solo a insultar la memoria de la familia Turbay, sino a incitar a la violencia al decir que Uribe Turbay es “el nieto de un presidente que ordenó la tortura de 10.000 colombianos”.
Para que no hubiera duda de que la violencia contra los oponentes entraba en lisa, Petro sacó del cubilete, en un mitin, dos símbolos de muerte: una pseudo “espada de Bolívar”, y una copia de la bandera de “guerra a muerte” decretada por Simón Bolívar en 1813 a los españoles.
Finalmente, el 7 de junio de 2025, el mismo día del atentado contra Miguel Uribe, Gustavo Petro lanzó de nuevo en X, a las 3:00 p.m., la frase “¡No pasarán!”. Dos horas y media después, según un video difundido por Noticias Caracol, a las 5:30 p.m., el sicario anónimo y protegido hasta hoy por las autoridades, disparó. ¿Por qué? Para que Miguel Uribe Turbay “no pasara”, para que no siguiera en vida. ¿El texto en X fue una orden? ¿Fue solo una “coincidencia”?
Está visto que esa catarata de insultos no era el resultado de un disgusto pasajero. Era, por el contrario, una campaña deliberada contra el senador Uribe en la que ocupó un lugar central la funesta frase “No pasarán”, utilizada por el NKVD durante la guerra civil española en sus sangrientas capturas de opositores. Ese hecho es inocultable: tal cruzada antecedió el miserable atentado del 7 de junio.
Esa frase totalitaria es como una notificación: el gobierno petrista movilizará todo tipo de recursos para cortar las libertades a la oposición pues ésta no debe, según él, llegar en buenas condiciones a las elecciones legislativas y presidenciales de 2026.
6. A ese esquema de crear disturbios y sembrar la división, la confusión y la desmoralización todos los días, él le está agregando otro factor que puede llevar a Colombia a dos guerras en tierras fronterizas. Según Petro, las fuerzas armadas de Colombia deberán inmolarse en los dos nuevos conflictos que él fabrica. Petro ordenó el sobrevuelo en espacio aéreo peruano el 7 de agosto de 2025 y tres días después expresó su respaldo a Nicolás Maduro y amenazó a Estados Unidos si emprende una operación antidrogas contra Venezuela. Petro considerará toda movida en ese terreno como “una agresión contra toda la región”. Donald Trump y el secretario de Estado, Marco Rubio, deben estar temblando de miedo.
La autoría intelectual de un asesinato o de una masacre no necesariamente queda constituida cuando un individuo lanza ese tipo de orden sin dejar huellas. La autoría intelectual también puede resultar de incitaciones públicas, como ocurrió en Uganda en 1994 donde 800.000 tutsis fueron asesinados en 100 días por extremistas hutus. Desde una radio local (Radio Televisión Libre de las Mil Colinas), éstos incitaron mediante campañas de odio a eliminar a los tutsis “como cucarachas».
Un llamado pasional a cerrarle políticamente el paso a alguien o a un grupo, porque “el pueblo” lo ha decidido, en un contexto de gran polarización, puede desembocar en tragedias. Petro parece estar por encima de eso. El lanzó furiosos ataques de odio contra el senador Miguel Uribe y su partido y contra los miembros del Congreso, en discursos públicos y en mensajes de propaganda en redes sociales, en un lapso de tiempo relativamente corto.
Petro pudo haber creído que el hecho de enviar mensajes subliminales en proclamas violentas jamás será caracterizado como un acto criminal. Calculó que sus amenazas veladas escapan al escrutinio de los jueces y de la opinión pública. Hasta el momento esa estrategia ha tenido éxito, parcialmente. Una parte de la opinión pública ve en su propaganda demente en redes sociales y en arengas, como la de Barranquilla, el tufillo de invitaciones a usar la fuerza. Los jueces, en cambio, siguen mostrándose reacios a penetrar esos hechos y sus implicaciones. ¿Pero qué dirán mañana otros jueces y otros ciudadanos?
¿La muerte del senador Miguel Uribe hará que los jueces y magistrados terminen por abrir los ojos y ver en esas diatribas infernales algo más que insultos que se lleva el viento?
Al comienzo de esta nota decíamos: “Si desagregamos estos elementos jamás podremos saber quién dio la orden de asesinar al precandidato Miguel Uribe Turbay.” En realidad, la cosa puede ser peor: si desagregamos, los autores intelectuales seguirán libres y lograrán aparecer como héroes y hasta redoblarán su espantoso caos sobre la sufrida sociedad colombiana. Y la verdad de ese asesinato será inalcanzable, como ocurrió con el asesinato del líder sindical José Raquel Mercado, el 19 de abril de 1976, con el asesinato del líder conservador Álvaro Gómez Hurtado, el 2 de noviembre de 1995, y con el atentado el 15 de mayo de 2012, del cual sobrevivió, por fortuna, el exministro Fernando Londoño Hoyos.
Un intento de dispersión es visible en estos momentos. Hay movidas para hacer creer que la planificación del atentado contra Miguel Uribe fue obra autónoma de alias el Zarco Aldinever, jefe de una fracción de las FARC (“Segunda Marquetalia”). El director de la Policía colombiana, el general Carlos Fernando Triana, al revelar eso utilizó el adverbio “probablemente”. Ayer, sin embargo, el ministro de Defensa, general (r) Pedro Sánchez, dijo que confirmaba lo dicho por el general Triana. El mismo día, el ministro Sánchez anunció que el Zarco Aldinever había sido “asesinado por el ELN en Venezuela”. ¿Cómo un organismo ilegal y narco-comunista “sin objetivos políticos”, según la descripción hecha por el general Sánchez, puede arriesgar sus posiciones al involucrarse directamente en el magnicidio al dar muerte al supuesto planificador del atentado contra el senador Uribe? ¿Cerrará eso el expediente?
¿Dejarán sin justicia a la familia Uribe Turbay? La periodista Diana Turbay, madre del senador ultimado, había perdido la vida el 25 de enero de 1991, después de 148 días de cautiverio en manos de paramilitares. ¿Podemos los colombianos aceptar que tales niveles de impunidad continúen? ¿Podemos aceptar que los discursos de Gustavo Petro sigan fomentando impunemente el odio? ¿La campaña de subversión actual contra la economía, contra la honestidad intelectual y la integridad moral del país vencerá de nuevo?
12/08/2025 | Por Eduardo Mackenzie