
La locura política de nuestro tiempo no habita en los manicomios, sino en los escenarios. Allí aparecen, a dúo, Gustavo Petro y Roger Waters, megáfono en mano, pretendiendo encarnar la voz del pueblo palestino en pleno Nueva York. Dos figuras que juegan a ser heraldos de la justicia envueltos en un tufo de marihuana barata que delata más decadencia que rebeldía, aunque ninguno pertenece al pueblo: son multimillonarios actores que se alimentan de la tragedia para recitar frases de guion y posar como disidentes frente a un imperio que les tolera el espectáculo porque sabe que no pasa de ser ruido. No nos engañemos: lo que se exhibe en Times Square no es redención, es otra función del circo global.
Petro, presidente que no logra domesticar ni al precio del arroz, se disfraza en Manhattan de tribuno universal. Waters, músico anclado a la nostalgia de un muro caído, se pavonea como profeta de la resistencia. Ambos se necesitan: uno presta la cuota política, el otro una aureola cultural envejecida. Resultado: titulares que suenan a epopeya, pero huelen a espectáculo rancio.
Que miles de banderas palestinas y colombianas flamearan en el corazón del imperio no fue espontaneidad, sino coreografía. La utilería se paga: asesores contratando talleres de costura para fabricar símbolos con cargo al erario colombiano. ¿Alguien podría revisar en el SECOP?
Que los beneficiados de esa puesta en escena sean mandatarios oportunistas y rockstars reciclados revela el síntoma mayor: un sistema que metaboliza la protesta, la vuelve noticia digerible y la sirve como entretenimiento. Petro en la calle, Waters en la tarima: todos actores, todos parte de la misma obra.
Los cadáveres de octubre —los degollados en el kibutz, la mujeres violadas en los túneles y los niños enterrados en Gaza— no necesitan dictadores latinoamericanos ni rockeros decadentes: necesitan justicia. Convertir el genocidio en coreografía, la resistencia en performance y el dolor en mercancía simbólica es la verdadera obscenidad. Gaza no necesita salvadores importados: necesita que dejemos de mirar la guerra como festival ideológico donde cada cual se anota puntos.
Nota del Autor(a)
“Cuando la masacre se convierte en espectáculo, los muertos quedan condenados a ser utilería.”
2/10/2025 | Por Dr. H Praxis . .