O se unen, o entregan el país

 

Colombia no resiste otro experimento populista. El país se está desangrando entre la ineficacia, la corrupción y el desgobierno de quienes llegaron al poder prometiendo justicia social y terminaron hundiendo a la nación en la anarquía y la mentira. Pero lo más grave no es la incapacidad de la izquierda radical para gobernar; lo verdaderamente alarmante es la pasividad, la dispersión y la miopía de los sectores de oposición que, pudiendo salvar al país, siguen enfrascados en sus egos, en sus cálculos personales y en su mezquindad política.

 

Es hora de hablar con claridad. Si la oposición colombiana no entiende que solo unida puede derrotar a la extrema izquierda, se estará haciendo frente a la condena de un nuevo ciclo de destrucción. No hay tiempo que perder, no hay espacio para los caprichos personales ni para los juegos de poder. Colombia no está para experimentos ni para caudillos de micrófono, o de redes sociales: está para líderes capaces de renunciar a su vanidad en nombre del bien común.

 

La derecha tiene la obligación histórica de presentarle al país una alternativa seria, organizada y creíble. Pero eso solo será posible si todos los candidatos —absolutamente todos— firman desde ya un acuerdo de unidad. No un pacto simbólico, no un saludo protocolario a la bandera, sino un compromiso público, con nombres, apellidos y fecha límite. Ese acuerdo debe establecer que, a más tardar en marzo del próximo año, habrá un solo candidato de unidad, elegido por voto popular, en el marco de una consulta que tendrá lugar el día de las elecciones parlamentarias.

 

Es fundamental que ese proceso sea amplio, incluyente y abierto, en la que ningún aspirante sea vetado ni rechazado. No es tiempo de prohibiciones ni de mezquindades personales. Tampoco se trata de aclamaciones o de imponer a la fuerza un nombre sobre los demás. Lo que se requiere es un proceso equitativo, transparente y justo, donde todos los aspirantes compitan en igualdad de condiciones y donde sea el ciudadano, con su voto o su respaldo, quien decida quién representa mejor las ideas de la libertad y del orden.

 

El país no puede esperar hasta el último minuto mientras los candidatos se miden en encuestas, se atacan en redes o se creen imprescindibles. El enemigo político no está en la acera de enfrente: está en el poder, usando el Estado como botín, destruyendo las instituciones y sembrando odio entre los colombianos. Cada día que pasa sin unidad en la derecha es un regalo para la izquierda radical, que mientras tanto afina su maquinaria electoral, compra conciencias y manipula emociones.

 

El acuerdo de unidad no es un lujo: es una urgencia nacional. La derecha no puede repetir el error de 2022, cuando la división, la soberbia, las imbecilidades de Iván Duque y la falta de visión entregaron el país a Petro. Hoy, millones de colombianos se sienten traicionados, desesperanzados, acorralados por la inseguridad y la corrupción. A ellos hay que darles una razón para volver a creer. Esa razón no será un discurso bonito ni un eslogan de campaña; será la imagen de todos los líderes de la oposición firmando, ante el país, un compromiso inquebrantable de unidad.

 

El acuerdo debe hacerse a la luz del día, frente a la ciudadanía. Que los colombianos vean con sus propios ojos a los aspirantes estrechando las manos, prometiendo respetar un proceso democrático interno y comprometiéndose a respaldar sin vacilaciones al candidato que resulte elegido. Quien no firme ese acuerdo estará confesando su egoísmo, su falta de visión y su desinterés por el destino del país.

 

Colombia necesita una derecha madura, moderna y disciplinada, no un circo de candidaturas que se anulan entre sí. Quien aspire a gobernar debe entender que el poder no se conquista con likes ni con frases ingeniosas, sino con coherencia, carácter y sentido de responsabilidad. El país no puede volver a caer en manos de aventureros ni de iluminados que se creen salvadores solitarios.

 

Que sea la consulta, libre y sin vetos, la que defina al más preparado, al que sea capaz de enfrentar al monstruo comunista que amenaza con perpetuarse en el poder. Y que, una vez elegido ese candidato, todos —sin excepción— se sumen a su causa, dejando atrás las rencillas personales y los cálculos políticos.

 

La historia no perdona a los cobardes ni a los soberbios. Si la derecha no se une, si deja que la vanidad y la fragmentación se impongan, será cómplice de la ruina nacional. No habrá excusas posibles. Los colombianos no olvidarán quién tuvo la oportunidad de construir una alternativa y prefirió dividir.

 

Colombia necesita orden, autoridad, confianza, progreso. Necesita volver a creer en sí misma. Pero nada de eso será posible mientras los llamados a rescatarla se comporten como si el país les perteneciera. La derecha debe unirse no por conveniencia, sino por patriotismo.

 

Si no lo hacen ahora, si no firman el acuerdo, si no presentan una sola candidatura en marzo, entonces que no se atrevan a culpar al pueblo cuando la izquierda vuelva a ganar. La culpa será suya, y la historia se los cobrará con dureza.

 

Ha llegado la hora de la responsabilidad. Ha llegado la hora de dejar los egos en casa y pensar en Colombia. Ha llegado la hora de un solo candidato, una sola bandera y una sola causa: salvar al país.

 

@IrreverentesCol
Publicado: octubre 15 de 2025

Los Irreverentes

 

 

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