¿Oposición blandengue?

Como en una especie de déjà vu, la movida política nacional nuevamente me condujo a recordar la obra de Jean Francois Revel, el filósofo liberal de quien, en otras ocasiones, les he hablado.

Decía Revel, concediéndome ciertas libertades en las palabras con las que lo parafraseo, que las democracias pueden tener alguna propensión al autosaboteo, al permitir que las instituciones se corroan lentamente por el populismo, tendencias autócratas disfrazadas de la voz del pueblo y una incapacidad fáctica de los demócratas para detener el avance paulatino totalitario, ya sea por cálculos políticos, por temor o por papismo democrático. Dicho de otra forma, la democracia se convierte en libertador y carcelero de quienes quieren ejercer un contrapeso frente a aquellos que sucumben a la tentación de concentrar el poder.

Colombia hoy es el mejor ejemplo de ello. Vivimos en una democracia que, con algunos asteriscos interpretativos, se precia de ser la más antigua de Latinoamérica. Pese a la violencia que ha marcado nuestra historia republicana, mantenemos una tradición de gobierno civil -con alternancia en el poder- que se sobrepuso a una brevísima dictadura militar y de algún modo, hemos logrado sostenernos sobre instituciones fuertes e independientes consolidando un Estado de Derecho, digamos,funcional.

Esta historia patria también ha estado marcada por una sociedad civil sumisa -en términos generales- al orden constitucional. Pero más allá de eso, con contadísimas excepciones, obediente a quién ejerce el poder de turno que se entiende enmarcado en un sistema de pesos y contrapesos. Dicha cualidad, aparentemente tan favorable a la preservación de la estabilidad democrática, también puede ser nuestra némesis.

De hecho, hoy lo está siendo.

Con la llegada de Gustavo Petro al poder, después de una de esas extraordinarias excepciones a las que me refería en el párrafo anterior (que particularmente se tornó violenta, incluyendo colectivos armados del Eln -que en entrevista reciente confesaron su apoyo al proyecto petrista para llegar a Palacio-), los colombianos una vez más hicimos alarde de nuestro perfil institucional y asumimos, superando nuestras inclinaciones políticas personales, la decisión democrática “mayoritaria” con respeto, pensando que quien ahora llegaba, también respetaría su mandato constitucional.

La evolución de este capítulo, que todos conocemos, termina en algo diferente. Petro llegó al poder y con ínfulas de reyezuelo, olvidó que él también está sometido al Derecho y ha violentado, una a una, todas las bases institucionales del Estado, desafiando de forma constante a los colombianos y a nuestra buena fe. No ha pasado una semana desde aquel oscuro 7 de agosto de 2022 en la que “el Gobierno del cambio” no haya apuntado a vulnerar la confianza institucional, a desconocer la división de poderes, a castigar la meritocracia, a insultar y acusar falsamente a quienes lo controvierten y a corroer el tejido social para crear una división tan profunda entre los colombianos que, como el adagio popular, le garantice su reinado.

La pregunta es, ¿Cuánto es demasiado? ¿En qué momento tendremos suficiente como para decir, ¡Basta!?

Me rehúso a creer que ser institucionales significa ser unos pusilánimes resignados. Petro se alimenta de nuestra inacción y se permite, cada vez que aguantamos con reacciones tímidas, tensar el modelo para ir ganando espacio en su proyecto autócrata. ¿Hasta cuándo entonces seguiremos ejerciendo una oposición blandengue? ¿Hasta perder el país sin forma de recuperarlo?

No cuenten conmigo en ese propósito. A mí, como decía hace unos días Paola Holguín, me verán hacerme moler por conservar la libertad y por garantizar el futuro de mis hijas en un país democrático. Y estoy segura que muchos de ustedes, querrán sumarse en este empeño.

Cierto es que no podemos equipararnos en el proceder a las conductas que criticamos en el señor que hoy nos gobierna, pero hay otros caminos de resistencia y de contención efectiva y es justo en eso, en lo que tenemos que estar pensando. Un demócrata no recurre a vías de hecho, pero tampoco debe renunciar a las herramientas legítimas de control que el marco legal y constitucional le otorga. No podemos seguir teniendo miedo de hacer uso de ellas y mucho menos de incomodar, por el bien general, a ese sector mínimo de la población que el petrismo ha logrado alienar a punta de falacias y beneficios espurios. Se acabó el tiempo de los cálculos políticos y del buenismo.

Bienvenido el momento de hacer lo que hay que hacer defendiendo la libertad, la vida y la propiedad, sin titubeos. Y como diría Abelardo de la Espriella, por la razón o por la fuerza.

(Si quiere apoyarnos en esta cruzada, lo invito a que me envíe un mensaje por interno a @maclaposada en X)

María Clara Posada

https://www.elnuevosiglo.com.co/columnistas/oposicion-blandengue

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