Si alguna duda nos quedaba sobre el grave peligro que representa para Colombia el presidente Petro, esta semana debe quedar resuelta.

 

No hay que ser un científico o un académico o un intelectual o un sabio, no hay que escribir un libro ni siquiera un ensayo para demostrar que este personaje apoyado por compinches que lo adoran ciegamente, están destrozando el país y a sus instituciones más preciadas.

 

Desde el comienzo de su mandato, recordemos:

 

  1. Descabezó a las Fuerzas Militares y de Policía de su alto mando. Casi un centenar de experimentados servidores de la patria fueron llamados a calificar servicios. Así se curó de su temor a un golpe de estado.
  2. Prohibió la exploración de nuevos pozos y yacimientos de hidrocarburos y debilitó a Ecopetrol, la mayor empresa de los colombianos.
  3. Exhibió símbolos de su militancia guerrillera, haciendo apología de la violencia y de falsos heroísmos. A la vez, denigró de los símbolos patrios, la bandera, el himno y el escudo y distorsionó nuestra historia.
  4. Convirtió todos sus actos oficiales en eventos de agitación política, azuzó el odio de clases, fustigó a los empresarios. Hizo nombramientos cuestionables, tiró por la borda a sus primeros aliados.
  5. Intentó ganarse un lugar de liderazgo mundial viajando a cuanto evento lo invitaban y pronunciando enredados e incoherentes discursos que de a poco se convirtieron en el hazmerreír de mandatarios y especialistas.
  6. Evidenció con ausencias insólitas, incumplimiento de compromisos y retrasos, problemas relacionados con algunas adicciones.
  7. Se vio involucrado con funcionarios muy cercanos de su alta confianza como Laura Sarabia y Armando Benedetti, en el escándalo de bolsas de dinero en efectivo y el «suicidio» del coronel Dávila de la Policía.

 

Más adelante, coherente con su modo de ser, continuó su obra destructiva:

 

  1. Rompió relaciones con Israel y apoyó a la organización terrorista Hamás.
  2. Mantuvo su inútil y costosa viajadera por el mundo.
  3. Convocó movilizaciones «populares» con financiación oficial para presionar a las Cortes, al Congreso e intimidar a los medios y a la Oposición.
  4. en varias intervenciones se le vio ostensiblemente influenciado por el consumo de licor.
  5. Se peleó con el Congreso porque no le aprobaron todos sus proyectos.
  6. Impulsó una política de cerco y aniquilamiento contra las EPS y de todo lo relativo a la Ley 100 de Salud.
  7. No pudo defenderse de los escándalos de corrupción como el asalto a los dineros de la UNGRD, creando cortinas dilatorias, evasivas y distractoras y alegando que anteriores gobiernos también incurrieron en esas prácticas.
  8. Prosiguió su pelea con la Corte Constitucional, la Corte Suprema y el Consejo de Estado.
  9. inició su campaña para convocar una Consulta Popular, rechazada por el Congreso y una Asamblea Popular Constituyente en violación de juramento hecho durante su campaña y atropellando disposiciones constitucionales.
  10. Puso en peligro las relaciones con los EE. UU.

 

Estas y muchas otras acciones demoledoras que se pueden escapar de este listado, dan cuenta del desastre de su gestión, de su lamentable y costosa incompetencia y de su cínica justificación del daño causado.

 

Pero, faltaba la cereza del pastel, en temas que demuestran algo que casi ni se comenta, a saber, que su conducta es una expresión de desprecio por el «pueblo» al que tanto dice defender, al que dice interpretar y del que afirma ser parte. Petro desprecia ese pueblo al incumplir sus promesas, al tratarlo como un menor de edad del que él es su padre, privándolo de su capacidad de discernimiento y atrayendo su atención y su apoyo a cambio de «espejitos» y promesas demagógicas. Además del odio que siente por nuestra historia y por nuestras instituciones exhibido en sus recientes actos:

 

  1. La conformación de la Unidad Binacional en alianza con la dictadura de Maduro, afectando y arriesgando la integridad de la nación y la soberanía sobre territorios que siempre soñaron los dictadores Chávez, Padrino, Diosdado y Maduro. Aquí incurre en entrega de la soberanía que les facilita la existencia a las guerrillas binacionales y hasta en traición a la patria.
  2. Al nombrar canciller a Armando Benedetti, una persona que deslustra el país ante la comunidad internacional. Un sujeto que está enjuiciado por la Corte Suprema por corrupción, no habla inglés, no tiene visa de EE. UU. y le guarda secretos al presidente como el de los 15 mil millones que le habría conseguido para su campaña. También ha sido denunciado por violencia contra las mujeres, por beodo y adicto a las drogas. ¿Habrá una señal más obvia de su odio hacia lo que es Colombia?
  3. La insistencia en la convocatoria de una Asamblea Constituyente al estilo de lo que hizo Chávez y hace Maduro con su revolución bolivariana.
  4. Al nombrar como ministro de Justicia al oportunista y acomodado Eduardo Montealegre quien está allanando el camino para dar sustento jurídico al esperpento de la Paz Total y a la política de perdón para delincuentes comunes. Ojo que de esta manera se puede estar fraguando ni más ni menos que la reducción de penas de grandes criminales y hasta la excarcelación, entre otros, del «testigo estrella» contra el expresidente Uribe, Juan Guillermo Monsalve, para de esa forma, impulsando una falsa acción de reconciliación y de paz, cumplirle al mencionado la promesa que le hiciera, según varios testigos, el senador Cepeda, a su vez coaligado con Montealegre como presuntas víctimas del expresidente Uribe.