
Mientras la corrupción y la inseguridad continúan su obra destructiva de nuestra República, el Jefe del desgobierno pasea con su hija menor en China so pretexto de concertar con el gigante asiático el ingreso de Colombia a la ruta de la seda, a espaldas de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, sin importarle los daños que tal decisión produce a la relación política, militar y económica con los Estados Unidos, nuestro histórico aliado. Desde China, Petro envía un trino en el cual confiesa su confuso marxismo al pretender hacer una distinción entre lucha de clases y odio de clases. El Petro marxista olvida el odio de clases que destilan sus discursos, trinos e intervenciones públicas y pretende trazar, en su sesgada confusión mental, una línea divisoria entre ese connotado odio contra los “esclavistas” colombianos y la lucha de clases. La cereza que adorna la torta del trino o cuento chino del Jefe del desgobierno es su recurrente apelación a la “revolución en marcha” del reformista Presidente Alfonso López Pumarejo, que no era marxista, que leía revistas inglesas de informaciones y artículos económicos, pero a quien los obtusos y farragosos textos del marxismo-leninismo seguramente suscitaban un reparador sueño.
La lucha de clases que preconiza el marxismo-leninismo es la lucha contra el sistema capitalista, es la batalla cultural e ideológica y también armada que tiene por objetivo la hegemonía de una ideología opuesta a un sistema económico y a la democracia para imponer el comunismo totalitario y la abolición de la que según Marx, Engels, Lenin, Stalin, etc. era la bestia negra del capitalismo: el derecho de propiedad privada. Petro, cuyo marxismo es una mescolanza confusa y heteróclita de lecturas deficientes y mal digeridas, con su trino chino ignora que una tesis básica del comunismo, por ejemplo, lo que el “Diario del Pueblo“ de Pekín, del 17 de enero de 1966 sostuvo, a saber: “…La lucha armada es el camino correcto para que los pueblos oprimidos obtengan la independencia y la liberación, y tienen una gran fe en la guerra del pueblo, como el medio más efectivo de tratar con el imperialismo de los Estados Unidos y sus lacayos.” Es posible que el confuso y confeso marxista Jefe del desgobierno apoye lo que sostiene F. Engels, mecenas y colaborador de Marx, en su escrito titulado “Revolución y Contrarrevolución en Alemana”: “La guerra civil es la forma más agudizada de la lucha de clases, cuando los choques y las batallas, económicos, y políticos, se repiten, creciendo, agudizándose (sic), convirtiéndose en una lucha armada de una clase contra otra.” Es decir, la lucha de clases que predica el Jefe del desgobierno es la preparación para la lucha armada con el fin de resolver la radical contradicción entre socialismo y capitalismo.
Petro ha ido a Pekín al parecer para recibir su pseudo sacramento de confirmación y confesión marxista-leninista, y con su trino chino nos envía el mensaje comunista según el cual la lucha de clases entre dos sistemas mundiales opuestos, políticos, sociales y económicos, el socialista y el capitalismo, refleja la principal contradicción de la época actual, “en cuya base subyace la oposición entre la propiedad pública y la privada de los medios de producción.” Por eso, no es de extrañar que sus reformas sociales y económicas apunten hacia el estatismo en la educación, la salud, la propiedad, las pensiones, los aeropuertos y la infraestructura. Es decir, más Estado, burocracia, y cada vez menos sector privado. Resultado: corrupción, perdida de libertades, miseria y dictadura. Es el camino de la lucha de clases, que es indivisible o inseparable del odio de clases.
14/05/2025 | Por Martín Alonso Pinzón
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