¿Por qué la corrupción no parece preocuparles a los colombianos?

Es difícil que un colombiano no tenga referencia a la corrupción de algunos políticos y funcionarios públicos, porque hay registros desde la época de La Colonia, pero no recuerdo un nivel de corrupción tan grande y cínico como el actual.

En octubre de 2016, la revista Nature Neuroscience publicó un interesante estudio de científicos del Reino Unido, cuyo título en español sería: “El cerebro se adapta a la deshonestidad”. El estudio propuso que la repetición del engaño hace que el cerebro pierda sensibilidad a la mentira y el proceso termina provocando un escalamiento de la falsedad. En palabras de Tali Sharot, investigador de psicología experimental y coautor del trabajo: “cuando mentimos interesadamente, nuestra amígdala produce una sensación negativa que limita el grado en que estamos dispuestos a mentir. Sin embargo, esta respuesta se desvanece a medida que continuamos mintiendo y cuanto más se reduce esta actividad, más grande será la mentira que consideremos aceptable. Esto conduce a una pendiente resbaladiza donde los pequeños actos de insinceridad se convierten en mentiras cada vez más significativas”.

Es parecido a lo que pasa cuando aceptamos el roce permanente al interior del zapato y la continuidad de la molestia forma un callo que provoca insensibilidad. Pareciera que eso está pasando en Colombia con la corrupción, especialmente la vista en los dos primeros años de este gobierno marxista. Es difícil que un colombiano no tenga referencia a la corrupción de algunos políticos y funcionarios públicos, porque hay registros desde la época de La Colonia, pero no recuerdo un nivel de corrupción tan grande y cínico como el actual.

Ni en un delirio alcohólico se le hubiera ocurrido a García Márquez imaginarse un escenario en donde, en este caso un fenómeno delictivo como la corrupción y el robo a las finanzas públicas, fuese tan intenso y surrealista. Hace días escuché al valiente y valioso empresario Mario Hernández describir elocuentemente lo que ocurre a nivel gubernamental. Decía que es como si un sujeto pobre y hambriento fuese invitado por primera vez a comer en un buffet abierto. Llena varios platos, forma una montaña de comida en ellos y si no le cabe más, se la mete en los bolsillos y estira el gaznate como un hámster para embutirse toda la que pueda.

Tal vez en Medellín fuimos víctimas recientes de algo parecido con la tribu de roedores cleptómanos en la alcaldía pasada, pero diariamente vemos el mismo fenómeno, con esteroides, con el actual gobierno y sus secuaces de la rama legislativa, cuyo único lema es: “all you can eat”.

Sorprende ver desde hace meses las encuestas en las que se les pregunta a los colombianos ¿cuál cree que es el principal problema que tiene Colombia en este momento? Apenas dos o tres meses de haberse iniciado este nefasto desgobierno, la preocupación por la corrupción llegó hasta el 38% y era el problema más significativo. Difícilmente habrá un país que haya sido testigo de tanta corrupción, a tantos niveles, incluso familiares, de parte de un gobierno, pero la corrupción y el robo gubernamental se volvió tan repetitivo que parece que a los colombianos les salió callo en su dignidad y la preocupación por la corrupción descendió al 22%, y la última medición apenas alcanzó el 27%.

¿Así de miopes, irresponsables, indignos y cómplices se volvieron los colombianos?

Compartir:

WhatsApp
Facebook
Twitter
Telegram
Email

Esto se cerrará en 0 segundos