“Un hombre íntegro hace lo que dice, dice lo que hace y hace lo correcto.” (Proverbios, 20. 6-7)

De ello dio fehacientes pruebas a lo largo de su productiva existencia Luis Ignacio Libreros Vallejo, “Nacho” para sus amigos.

Oriundo de Tuluá, llegó a ser burgomaestre de su querida tierra, donde tuvo la oportunidad de inaugurar en 1974, en compañía del Presidente Misael Pastrana y del gobernador Marino Rengifo, el Hospital Tomás Uribe Uribe para el servicio de sus coterráneos.

Tuve la fortuna de conocerlo en mi primera juventud y compartir con él, con su distinguida familia y con un selecto grupo de paisanos suyos, una inolvidable época, de la que atesoro los mejores recuerdos.

Inició sus estudios de arquitectura en la Universidad Pontifica Bolivariana, que luego finalizó en uno de los mejores centros educativos de San Francisco, California.

Ejerció brillantemente su profesión de arquitecto en Cali, donde llegó a desempeñarse como secretario de la administración departamental del Valle del Cauca. Fue designado secretario de la Embajada de Colombia en los Países Bajos, siendo embajador ese gran hombre que fue el General Fernando Landazábal Reyes, a quien luego del retiro de éste tuvo el honor de reemplazarlo. Representó con brillo, con honestidad y eficiencia al Partido Conservador en cada uno de los cargos públicos que ejerció.

Se radicó con su familia en los Estados Unidos pero mantuvo sus vínculos con el país que tanto amó y, de manera especial, con su Tuluá querida, a la que siempre llevó cerca de su corazón.

Para su esposa e hijas, para sus paisanos y amigos y para el país la inesperada partida de Nacho Libreros por la acción implacable del virus chino es una irreparable pérdida. En esta coyuntura en la que Colombia requiere de sus mejores ciudadanos, vamos a extrañar a  este gran profesional, este querido amigo, este modelo de hombre íntegro.

Por: Luis Alfonso García Carmona, 16/02/2021

Compartir:

WhatsApp
Facebook
Twitter
Telegram
Email

Esto se cerrará en 0 segundos