Se rompió el teflón de Petro en los sectores populares | Carlos Alonso Lucio

El petrismo ya no es invencible en los sectores populares. Se puede competir allí y ganar allí. Hay un liderazgo emergente capaz de conectar con esos sectores

 

 

 

Analizar, empresa con más de 30 años de experiencia en estudios de opinión, realizó una investigación en 17 ciudades colombianas, exclusivamente en estratos 1, 2 y 3. Los resultados deberían sacudir a toda la oposición de su modorra: Abelardo de la Espriella alcanza 28,0%, seguido de cerca por Carolina Corcho con 26,0%, Iván Cepeda con 16,5%, mientras el rechazo («Ninguno») llega a 14,2%. Más atrás: Miguel Uribe Londoño 4,4%, Sergio Fajardo 2,9%, Juan Carlos Pinzón 2,1%.

 

Estos números significan tres cosas que la oposición debe metabolizar con urgencia:

 

Primero: Son derrotables en su propio fortín. El petrismo ya no es invencible en los sectores populares. Se puede competir allí. Se puede ganar allí.

 

Segundo: Hay un liderazgo emergente capaz de conectar con esos sectores. No estamos condenados a elegir entre apuestas sin arraigo popular.

 

Tercero: Sin victoria en los estratos populares, no hay victoria democrática posible.

 

Mientras estos datos confirmaban lo que era posible, ¿qué hacía la oposición? Jugar a la política como si estuviéramos enajenados. Como si las próximas elecciones fueran a desarrollarse en las mismas condiciones que las anteriores. Como si este régimen no estuviera desplegando la combinación de todas las formas de lucha: lo legal y lo ilegal, el poder estatal y lo insurreccional, el clientelismo tradicional y la intimidación de las Primeras Líneas.

 

Esa es la milicianización. A eso se le llama, en la tradición marxista-leninista, «combinación de todas las formas de lucha». Petro lo asumió sin complejos. Mientras tanto, buena parte de la oposición multiplica precandidaturas como si se tratara de un concurso de popularidad en redes sociales.

 

Hay una escena de Blanca Nieves que ilustra perfectamente el momento: la madrastra obsesionada preguntándole al espejo «¿cuál es la más bella?». Esa es nuestra oposición atomizada: decenas de candidatos preguntándose frente al espejo quién es el más bonito, el más preparado, el más estructurado. Todos esperando que el espejo confirme que ellos, justamente ellos, son el elegido.

 

Y aquí viene la lección política de ese cuento que los hermanos Grimm comprendieron muy bien: de la suma de siete enanitos nunca va a salir un príncipe. De la atomización de pequeñas candidaturas sin capacidad de penetración popular no va a surgir el liderazgo que necesitamos. El que sea capaz de derrotar a la maléfica madrastra.

 

Si de hablar de ética se trata en política, la primera ética es defender la democracia. Hoy eso significa algo muy concreto: poner esa defensa por encima de cualquier ambición personal o partidista.

 

Todas las ambiciones personales son legítimas en democracia. Por supuesto. Pero dejan de serlo cuando ponen en riesgo la democracia misma. Sobre todo en momentos históricos como este, cuando lo que tenemos enfrente no es un adversario electoral tradicional, sino una fuerza decidida a destruir la democracia y a instaurar una dictadura criminal.

 

No tiene mucho de moral ni de ético contribuir con la fragmentación opositora a la victoria de quienes quieren acabar con la democracia. Esa es la misma inmadurez y la misma falsa moral de quienes en Venezuela no supieron o no quisieron articularse a tiempo para frenar la dictadura criminal que hoy azota a ese país.

 

Una oposición seria debería estar respondiendo estas preguntas: ¿Cómo defendernos de la combinación de todas las formas de lucha del régimen? ¿Cómo derrotarlos electoralmente? ¿Para qué derrotarlos? Pero sobre todo hay una pregunta sin la cual todas las anteriores pierden sentido: ¿Con QUIÉN podemos ganarles?

 

No con quién nos gustaría ganar. No con quién representa mejor nuestras preferencias estéticas o ideológicas. Si no con quién, efectivamente, podemos construir la victoria allí donde se define: en los sectores populares, en las 17 ciudades medidas, en los estratos 1, 2 y 3.

 

Nadie es monedita de oro. Nadie va a encarnar todas nuestras aspiraciones. Lo pertinente no es buscar la perfección, sino identificar liderazgos con principios democráticos, valores republicanos y, sobre todo, capacidad real de conectar con los sectores que deciden elecciones en Colombia.

 

Los números de Analizar nos están diciendo que es posible. Que el teflón se rompió. Que hay espacio para una alternativa democrática en territorio que parecía vedado. Pero también nos dicen algo más: que ese espacio no lo va a ocupar la dispersión. Que necesitamos convergencia. Que el tiempo de las vanidades personales debe acabarse.

 

Los hermanos Grimm lo entendieron perfectamente cuando escribieron su cuento: ni Blanca Nieves podía quedarse solterona, ni la maléfica madrastra podía quedarse con la victoria. La historia exigía un desenlace. Y lo tuvo.

 

La historia de Colombia también está exigiendo un desenlace. La pregunta es si la oposición democrática va a estar a la altura de ese momento o si va a seguir preguntándole al espejo quién es el más bonito mientras la madrastra prepara la manzana envenenada.

 

Los datos dicen que todavía es posible ganar. Pero solo si dejamos de jugar a la política y empezamos a hacer política en serio.

 

5/10/2025 | Por: Carlos Alonso Lucio | Las2Orillas 

 

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https://lalinterna.azul2.wordpress.com/2025/10/07/se-rompio-el-teflon-de-petro-en-los-sectores-populares-carlos-alonso-lucio/

 

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