Colombia regresa a los días oscuros y siniestros del terrorismo, que casi nos llevan a la disolución del Estado entre los años 1980 al 2000.

Salimos de esa debacle gracias al expresidente Uribe, entre el 2002 y 2010, que en muy poco tiempo derrotó las organizaciones terroristas y guerrilleras, impuso la paz y el orden, sometió a los criminales y les devolvió la paz y el progreso a los colombianos.

Ahora, con la mentira de la “Paz Total” de Petro, Colombia se disuelve ante la embestida asesina de una minoría criminal que goza de total impunidad y de la protección del gobierno, mientras que las Fuerzas Armadas están amarradas de pies y manos para enfrentarlos.

 

Dos gravísimos atentados terroristas

 

Es así como la semana pasada el país fue sacudido por dos hechos gravísimos. Dos camiones cargados por las FARC con explosivos explotaron en la Base Aérea en Cali, causando 7 muertos, cerca de 80 heridos y la destrucción de unos 100 inmuebles, entre residencias y negocios.

El mismo día, un helicóptero de la Policía fue derribado también por las FARC en la población de Amalfi (Antioquia), matando a 13 de sus ocupantes, todos ellos policías antinarcóticos.

¿Quiénes son los causantes de estos actos terroristas demenciales? Los mismos jefes terroristas protegidos por el presidente Petro.

El atentado de Cali fue ejecutado por las FARC, comandadas por alias Iván Mordisco, que tiene su base de operaciones en el Cauca, al lado de Cali. Petro lo protege desde el inicio de su gobierno al prohibir las operaciones militares contra esta organización criminal que ha destruido al Cauca y al sur del Valle del Cauca. Además, él y sus secuaces se transportan en camionetas blindadas del gobierno, con escoltas y presupuesto del gobierno.

En Amalfi, el helicóptero fue derribado por orden de otro comandante de las FARC, alias Calarcá. Este criminal fue excarcelado por orden de Petro dizque para hacer la paz, y el año pasado fue capturado en un retén de las autoridades en Antioquia, cuando se movilizaba en una caravana de camionetas blindadas de la Unidad Nacional de Protección (UNP).

Su detención en la carretera duró varias horas, hasta que llegó la orden de Petro y de la Fiscal de bolsillo para que el terrorista y su comitiva fueran dejados en libertad, aunque viajaban con armas ilegales, sumas exorbitantes de dinero, y con un niño, que era el esclavo sexual del terrorista. Y entonces Calarcá quedó libre e impune una vez más, para así poder ordenar que se dinamite el helicóptero asesinando a los policías.

 

Una vez más, la claudicación del Estado promueve el terrorismo.

 

¿Cómo es posible que esto siga aconteciendo? Llevamos 40 años haciendo lo mismo, pero nuestra clase política no cambia el libreto, de tal forma que la sociedad colombiana también es responsable de semejante eclipse del entendimiento, que considera que esa es la única forma de llegar a la paz, cuando realmente nos conduce a la disolución de la sociedad y del Estado de Derecho, rumbo al regreso de la barbarie.

No se puede ser indulgente, ni tolerante, ni cómplice con el crimen. Quien lo haga, también debe ser considerado un criminal, porque esa es la gasolina del conflicto. Los terroristas han sido protegidos y fortalecidos por cada uno de los procesos de paz que los gobernantes se han inventado, y la intención de paz de cada uno de estos demonios salidos del infierno es absolutamente nula.

 

¡Ningún terrorista quiere la paz!

 

El terrorismo y el crimen son las herramientas para doblegar la sociedad y conquistarla. Pero los gobernantes, los líderes políticos, religiosos y empresariales pareciera que no lo saben.

La realidad es que sí lo saben, porque ninguno de ellos es idiota. Acontece que son cobardes y traidores, lo cual es diferente. Y entonces apoyan estos procesos, aunque saben que están ayudando a destruir a Colombia. Nadie en su sano juicio puede ignorar una lección implacable de 40 años de fracasos. Y el que lo siga haciendo es porque es un traidor.

Belisario Betancur (1982-1986) hizo la paz con el M-19 y le quemaron el Palacio de Justicia. Virgilio Barco (1986-1990) no hizo nada y le mataron 4 candidatos presidenciales. César Gaviria (1990-1994) quiso hacer la paz con Pablo Escobar, le permitió construir su propia cárcel y se voló el día que quiso. Samper (1994-1998) fue elegido por los narcos, negoció la paz con el ELN y solo consiguió fortalecerlos. Pastrana (1998 2002) se inventó la estupidez de El Caguán, que se convirtió en un campo de concentración para miles de secuestrados. Santos (2010-2018) firmó el Acuerdo con las FARC, ante el cual Colombia claudicó ante el terrorismo y se creó la JEP, uno de los más grandes santuarios de impunidad de la historia. Y Duque (2018-2022) quiso hacer la paz otra vez con el ELN, pero la respuesta fue un carro bomba en la Escuela de Policía que asesinó a 22 cadetes.

Con estos antecedentes, ¿es razonable seguir haciendo lo mismo? Una vez más es necesario decirlo. Quien lo siga haciendo tiene que ser un traidor. Solo falta recordar un acontecimiento para entender la tragedia que padece Colombia.

 

En 2015 las FARC le exigieron al presidente Santos que se prohibiera la fumigación aérea de los cultivos de coca con glifosato, como condición para firmar el Acuerdo de paz. El presidente a su vez exigió a la Corte Constitucional que prohibiera la única forma de razonable de erradicar esos cultivos, y el argumento fue un documento presentado por su ministro de Salud, Alejandro Gaviria, quien afirmaba que fumigar con glifosato era envenenar a las poblaciones campesinas.

La opinión maquiavélica del ministro prevaleció, sin ningún fundamento científico, sobre el concepto de las Fuerzas Armadas, la Policía, la Procuraduría, el Invima, la Embajada de los EEUU y la DEA, que refutaron ese documento siniestro, pero que al final se convirtió en política de Estado, gracias al Acuerdo con las FARC.

En consecuencia, la Corte Constitucional dictó la sentencia T-236 de 2017 prohibiendo la fumigación aérea de los cultivos de coca, que pasaron de 70.000 hectáreas en esa fecha a más de 300.000 en la actualidad. Y esa desgracia se le debe al filipichín de Gaviria, quien además votó y se abrazó al régimen de Petro como ministro de Educación, hasta el día que lo echaron a patadas y se enteró de ello por los noticieros.

¡Es un ejemplo más sobre cómo nuestros gobernantes destruyen a Colombia!