No soy antioqueña, pero tengo fuertes vínculos con Antioquia porque por matrimonio pertenezco a una de las más conocidas familias antioqueñas y, especialmente, porque durante los años en que viví en ese hermoso y pujante departamento presté mis servicios como gerente de la Corporación de Turismo de Antioquia, TURANTIOQUIA.
Pero mis principales vínculos son con la ciudad capital, con Medellín, la que fue llamada “ciudad de la eterna Primavera”, “tacita de plata” y en años anteriores fue extensamente conocida como “la capital industrial de Colombia”. En esa hospitalaria ciudad tengo amigos entrañables y la verdad es que me siento orgullosa de haber sido Directora del Departamento de Turismo y Fomento de Medellín y gerente fundadora de la Oficina de Convenciones y Visitantes de Medellín, que en la actualidad probablemente ya tienen otros nombres, pero que siguen cumpliendo, supongo que con mayores recursos, los objetivos de promover a Medellín como un destino turístico de primer nivel, lo cual se ha conseguido con singular éxito.
Y a pesar de mi grato recuerdo de lo que logramos mi competente equipo de colaboradores y yo en materia de turismo recreativo y de turismo de convenciones, mi principal satisfacción —y la razón de este editorial— es que en compañía de mi esposo Mariano Ospina Hernández (q.e.p.d.) y de los doctores Mauricio Arango Santamaría y Darío Moreno Restrepo, ambos fallecidos, fundamos el Jardín Botánico “Joaquín Antonio Uribe” que fue puesto en servicio, si bien recuerdo, en mayo de 1972.
Brevemente voy a contar la historia de cómo fue esa fundación:
En 1969 era yo presidenta de la Sociedad Colombiana de Orquideología y en tal calidad me tocó viajar a Sídney, Australia, en la honrosa compañía de una delegación miembros de dicha sociedad que eran personas de mucho respeto en Medellín y otras ciudades del país, pues desempeñaban los más altos cargos empresariales y sociales. El objeto de dicho viaje era participar en la Sexta Conferencia y Exposición Mundial de Orquideología y, de acuerdo con nuestras autoridades, conseguir para Colombia la sede de la 7ª Conferencia Mundial a realizarse en 1972.
La entidad encargada asignar las sedes de tales eventos, era la muy poderosa American Orchid Society (AOS) que tenía su sede en los Estados Unidos. La delegación colombiana sabía que Alemania y Francia también querían la sede del evento y que por su infraestructura estaban mucho mejor habilitados que nuestra ciudad de Medellín para celebrarlo. Pero “quién dijo miedo”. Nos dedicamos con verdadera intensidad a mostrar una superior imagen de la ciudad, para lo cual llevábamos preciosas fotografías, un hermoso libro sobre la ciudad, (los videos todavía no se habían inventado), lo mismo que abundante y bien lograda propaganda, orquídeas de todas las variedades, y para hacer el cuento corto, obtuvimos la sede, que quedaba ad-referéndum de la opinión de una comisión de la AOS que visitaría la ciudad algunos meses después.
A nuestro regreso, nos dimos cuenta de la magnitud del compromiso contraído (se esperaban algo así como dos mil participantes, procedentes de los cinco continentes) y comenzamos a estudiar la manera como se podría acelerar la construcción del entonces Palacio de Exposiciones, que era llamado “el elefante blanco”, por lo demorado de su construcción y por lo mucho que le faltaba para estar terminado, con el agravante de que no había recursos para adelantar la construcción.
El tiempo iba pasando y nada que encontrábamos un terreno lo suficientemente adecuado para levantar allí una carpa gigantesca para realizar la Expo y así llegó la fecha en que nos hicieron saber que la comisión llegaría muy poco después. Efectivamente llegaron a Medellín los recibimos, los alojamos en casas particulares y nos reunimos en la Alcaldía para que Ignacio Vélez Escobar, que era el alcalde, con el talento y la simpatía que lo caracterizaba hiciera el milagro de convencerlos de que todo marchaba bien.
Vélez Escobar hizo una extraordinaria presentación de la maqueta del Palacio de Exposiciones, pero los comisionados, después de visitar la obra, muy simpáticos, pero muy precisos me dijeron claramente: “Esa construcción no va a estar terminada a tiempo y, por consiguiente, les damos un tiempo no prorrogable para que encuentren una solución o si no lo logran, entonces procederemos a asignar la sede a otra ciudad.
Darío Moreno Restrepo y yo nos dedicamos desde el día siguiente a recorrer a Medellín y sus alrededores buscando un terreno apropiado para levantar una carpa gigantesca, que podíamos conseguir en Estados Unidos en alquiler, pero el lugar no lo encontramos, hasta que después de varios días de búsqueda se reunió en pleno la Sociedad Colombiana de Orquideología y cuando ya creíamos que Medellín perdería semejante oportunidad de ser conocida internacionalmente, Mauricio Arango Santamaría comentó: ¿Y qué tal que se usen los terrenos del Bosque de la Independencia?
Cuando fuimos a visitar el lugar lo encontramos en las peores condiciones imaginables y como si esto fuera poco, convertido en un lugar de maleantes y viciosos. Pero tenía las medidas y las facilidades para construir e instalar todo lo necesario……solo que para esto se requería una enorme cantidad de dinero y varias gestiones con el propietario del lugar que era la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín (SMP)
Menos mal que las benemérita SMP entendió muy bien la necesidad de colaborar y fue así como se constituyó la “Fundación Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe” conformada por la SMP, la Sociedad Colombiana de Orquideología, el Club de Jardinería de Medellín y posiblemente otra entidad que ahora no recuerdo, pero ninguna de ellas tenía dinero………y se necesitaban millones.
¿El Municipio de Medellín? No podía hacer ningún aporte en dinero. ¿Entonces? La solución vino de donde menos se esperaba. La AOS (American Orchid Society) accedió a prestar a Orquideología el dinero que necesitara para la construcción con la condición de que después de realizado el certamen le sería pagado el préstamo. Vale la pena mencionar que cuando fuimos a cumplir nuestro compromiso de devolver el dinero prestado, nos condonaron esa deuda para que se iniciara el Jardín Botánico para Medellín
Y allí empezó una labor que sin exageración puede decirse que fue titánica, pues ya estaba avanzando el año 1970 y era necesario contratar cientos de trabajadores y varios profesionales que dirigieran las obras. En esto ayudaron mucho los alcaldes Álvaro Villegas Moreno y Oscar Uribe Londoño y bajo la dirección del ingeniero-paisajista Narciso Gross, del arquitecto Juan Restrepo, con la cooperación del arquitecto Nelson Arango, de Horacio Arango y de otros profesionales; con Rodrigo Escobar Restrepo en la parte administrativa y Dora Leyman de Estrada en la tesorería, y de Mauricio Arango y Juan José Gómez en la parte legal, con la supervisión general del ingeniero Mariano Ospina Hernández y bajo la presidencia de Diario Moreno Restrepo y Jaime Posada Ángel en el Comité de Finanzas, en medio de grandes dificultades, huelga de estudiantes de la vecina Universidad de Antioquia, un aguacero de tal intensidad que cuatro días antes de la fecha inaugural destruyó gran parte del sistema de alcantarillado, ataques nocturnos a las obras y muchos otros inconvenientes, pudimos cumplirle a los miles de turistas que por primera vez en Medellín coparon la capacidad hotelera y de transporte urbano de entonces y hubo necesidad de acomodar visitantes en los clubes sociales y en residencias particulares, lo mismo que alquilar vehículos colectivos en otras ciudades.
Desde luego fueron muchas las personas que ayudaron en los distintos Comités que se crearon para atender recepción y traslado de aeropuertos, alojamiento, trasporte, salud, eventos sociales, visitas y giras, artesanías, publicidad, etc. etc. La verdad es que Medellín se volcó como nunca antes y como no tengo noticias de que lo haya hecho después, en salir adelante, todos bajo el lema “Háganlo con cariño, háganlo por Medellín”.
El Jardín Botánico ha tenido transformaciones tanto en lo físico como en lo legal y operativo. Pero siempre ha sido orgullo de Medellín y lugar de importantes eventos de orden turístico y científico. De tal manera que, de sus fundadores, de los que creo ser yo posiblemente la única sobreviviente, estamos espiritualmente unidos a esa obra que fue la primera que le dio a Medellín renombre internacional y categoría de gran ciudad, la misma que han fortalecido y acrecentado otras instituciones y autoridades municipales.
Por eso me duele que el actual alcalde de Medellín, que con toda probabilidad ignora la historia que he referido, le haya quitado ahora el principal recurso para su subsistencia que es el contrato celebrado desde hace varios años entre el Municipio de Medellín y el Jardín Botánico (que espero se siga llamando Joaquín Antonio Uribe, un gran sabio botánico antioqueño), mediante el cual la Fundación se hacía cargo del mantenimiento de jardines y zonas verdes de la ciudad, lo cual ha sido, según me informan amigos “paisas”, un verdadero acierto pues pocas o ninguna entidad están tan capacitadas como el Jardín Botánico para cumplir tan loable actividad.
No conozco al actual alcalde y las informaciones que he recibido sobre él y sobre su labor de un poco más de un año son definitivamente desfavorables, pues lo colocan en el último lugar entre los mandatarios de la segunda ciudad colombiana en habitantes, pero tal vez la primera en empuje y en sano orgullo cívico y, sobre todo, después de haber superado con tantos sacrificios las adversidades que le han tocado padecer por culpa de los narcotraficantes.
Con toda sinceridad debo decirle a ese desconocido y al parecer extraño mandatario, que no se le olvide que hay un Dios que juzga a los hombres por sus acciones y que la historia recogerá su nombre con el desprecio y el rechazo que hará sufrir mucho a sus hijos y descendientes cuando se enteren de sus malas acciones, de las cuales todavía hay tiempo para reversar, y talvez, si es que es un verdadero “paisa” de aquellos que exaltó Epifanio Mejía en su “Canto del Antioqueño”, actualmente convertido en Himno de Antioquia, todavía tenga algún valor el lema que le permitió a los medellinenses distinguirse tanto cuando se construyó el Jardín Botánico: “Háganlo con cariño, háganlo por Medellín”.
Por Helena Baraya de Ospina | Directora de La Linterna Azul, 06/02/2021
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