¿‘After’ Petro?

Con las nuevas normas que rigen la inclusión de personas en la oprobiosa Lista Clinton, Gustavo Petro queda en el mismo club de la vergüenza que los narcodictadores Nicolás Maduro y Daniel Ortega, aunque en su caso no exista un expediente voluminoso y detallado como el que reposa en Washington contra los tiranos de Caracas y Managua en casos específicos e individualizados de narcotráfico.

Es decir, con la nueva normativa, la inclusión en esa lista no está necesariamente asociada con los pormenores y detalles de un expediente determinado, sino con consideraciones más generales acerca del efecto perverso que las políticas, las declaraciones y las acciones de Petro han generado en la lucha contra el narcotráfico y el daño que en ese frente ha causado a los Estados Unidos y a su gente como gobernante que adopta determinaciones que favorecen, desde la perspectiva del gobierno Trump, a una industria criminal que los envenena.

Es por eso por lo que el contexto que rodea esta determinación hace mucho más difícil el asunto para Colombia, pues la sanción está necesariamente ligada a la conclusión de que tras el paso de Petro por el Gobierno, para los Estados Unidos Colombia dejó de ser un aliado eficaz en la lucha contra el narcotráfico y se convirtió en un país donde las acciones del Ejecutivo favorecen a los narcotraficantes.

Muy grave. Eso no quiere decir que tengamos un narcopresidente, quiere decir, ojo, que nos estamos comportando como una narcorrepubliqueta que tolera los desafueros del gobernante que favorece a los narcotraficantes, así ellos entiendan que la inmensa mayoría de los colombianos rechazan el narcotráfico y las erráticas acciones de Petro en ese frente que nos tiene literalmente inundados de cultivos ilícitos y sitiados por organizaciones terroristas que se financian con el narcotráfico.

Gracias al ‘lobby’ de influyentes colombianos en Washington (y ahora muchos reclaman ese trofeo) se logró que no se impongan aranceles de castigo contra Colombia, lo que es sin duda una gran noticia. Más allá de eso, todo lo demás son pésimas noticias para Colombia.

Nadie logrará cambiar la forma de gobernar de Trump. Nadie logrará cambiar la forma de proceder de Petro. Eso no está en nuestras manos.

Lo que sí está en nuestras manos es lograr que Colombia recupere el rumbo en el 2026 articulando un gran proyecto de unidad y convergencia al que le prestan flaco servicio los falsos llamados a la unidad, que en el fondo lo que hacen es aumentar las polarizaciones y profundizar las divisiones.

La elección del 2026 muy probablemente se disputará en segunda vuelta entre el candidato de Petro y otro por definir. Si todos los que quieren un cambio de rumbo no se unen, Petro tiene las mayores posibilidades de poner presidente.

Iván Cepeda ganó ampliamente la consulta a Carolina Corcho. Triunfo agridulce, pues su amplia ventaja sobre Corcho contrasta con la muy escasa participación en la consulta –que ronda apenas dos millones trescientos mil votos–, aun a pesar de que estaban también en juego las listas de Congreso. Un triunfo para Cepeda y un revés circunstancial para el Pacto Histórico.

A Cepeda le quedan por delante dos grandes escollos por resolver. Daniel Quintero y la consulta interpartidista. En todo caso, el petrismo avanzará con candidato propio, mientras en las otras todas siguen atrapados en la torre de Babel y en la hoguera de las vanidades.

El ‘after’ Petro dependerá entonces de la unión de sus rivales. Si siguen en esta feria de egos y mezquindades y en falsos llamados a la unidad con exclusiones con sabor a petrosantismo, así sin visa y en la Lista Clinton, Petro celebrará el 7 de agosto “four more years”, cuatro años más en el poder a través de uno de los suyos.

Con retórica populista y nacionalista, la cancelación de su visa y la inclusión en la Lista Clinton, Petro puede lograr que, lejos de quitarle votos, estas determinaciones le sirvan electoralmente si la oposición sigue dividida. ‘Remember’ Venezuela.

JUAN LOZANO