Todo indica, entonces, que Petro tendrá que dedicar gran parte de la energía de lo que resta de su gobierno a defenderse.
El pasado fin de semana ocurrió algo muy diciente acerca de la compleja situación que enfrenta Colombia con este gobierno. El presidente Petro convocó el pasado 14 de septiembre a sus seguidores a una reunión denominada Asamblea Nacional Popular en la cual pronunció un discurso que es verdaderamente alucinante.
Olvidó, como ya es usual, que es el presidente de Colombia, con la obligación de unir al país, de trabajar por todos los colombianos y no de ser un factor de división. Sin límites en su retórica, actuó como el agitador que disfruta ser, atacando sin restricción a instituciones y personas de toda índole presentándose como la víctima de una conspiración de mil cabezas.
Solo se acordó de que era presidente para indicar que había instruido a las fuerzas armadas y a la policía a no actuar contra los ciudadanos que protestan, sin importar lo que hicieran. Incluso los invitó a protestar, como lo hicieron en 2021, paralizando el país el tiempo que fuera necesario.
Les decía a sus ‘hinchas’ que ya había pasado el tiempo de las manifestaciones de una tarde, que era la hora de un mes de protesta, o dos meses si era necesario. Como hemos visto en varias ocasiones, Petro se considera un producto del denominado estallido social y, por ello, ensalza las acciones ya no solo de protesta sino verdaderamente delincuenciales de la llamada Primera Línea.
Su discurso giró, principalmente, en torno a su obsesión de los últimos meses: lo que él denomina el “golpe blando” que, según él, “ellos” (sin precisar quienes son) quieren darle. En lugar de centrarse en estos fantasmas, debería preocuparse por los errores graves cometidos durante su campaña, que están siendo probados con argumentos sólidos y que indicarían que se violaron los topes de financiación permitidos por la ley. El Consejo Nacional Electoral no lo puede destituir y sus decisiones solo pueden llevar el caso a la Comisión de Acusaciones de la Cámara entonces, ¿cuál golpe?
En lugar de reconocer sus errores, Petro crea una cortina de humo alrededor del supuesto “golpe blando” y, más recientemente, viene insistiendo en el complot para atentar contra su vida. Aunque esto podría ser producto de su imaginación, no se puede desestimar, y los organismos de inteligencia deben garantizar su seguridad. Lo más probable, sin embargo, es que se trate de otra distracción, frente a pruebas que parecen contundentes, y será difícil que eluda las consecuencias.
Todo indica, entonces, que Petro tendrá que dedicar gran parte de la energía de lo que resta de su gobierno a defenderse, desperdiciando valioso tiempo para avanzar en los verdaderos retos que tiene el país.
Lo lamentable es el daño que se le está haciendo a Colombia, además, con una administración pública tan deficiente y una ideología estatizante y anacrónica, tanto de él como de muchos de sus funcionarios.
RICARDO VILLAVECES P.
Consultor Privado.
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