Tarea imposible resulta encontrar en Colombia una institución más desprestigiada que el Congreso de la República, especialmente después de la era Santos, caracterizada por la entrega a manos llenas de sobornos a los congresistas, bajo el melifluo remoquete de “la mermelada”.
No nos extraña, por consiguiente, la propuesta del Centro Democrático para buscar la reducción del paquidermo en que se ha convertido el Congreso o la cascada de críticas y protestas que se ha desatado en las redes contra del poder legislativo.
Tengo que discrepar respetuosamente de los que piensan que con sólo reducir el número de congresistas se solucionan las tremendas falencias en esta rama del poder. Sus estructuras requieren una reconstrucción desde los cimientos, si se quiere corregir sus protuberantes fallas, a saber:
a) El virus de la corrupción, que ha causado más daño a nuestro país que todas las pandemias, se incoa en lo que llaman pomposamente el Parlamento. Para su elección se gastan los congresistas entre 3.000 y 6.000 millones, lo que hace suponer que deberán arbitrar recursos superiores a sus remuneraciones para sufragar esa inversión y obtener algún rédito. Los cupos indicativos eran la forma más expedita para hacerlo a cambio de aprobar servilmente lo que interesara al sátrapa de turno. Pero quedan otros mecanismos utilizados desde tiempo inmemorial como las extorsiones o “peajes” que los Gobiernos deben pagar por cada proyecto de ley o las exigencias a quienes practican el lobby en los pasillos de las Cámaras;
b) La ineficiencia en la tarea legislativa, nacida de la falta de preparación de los congresistas, a quienes no se exige ningún nivel intelectual, de un lado, y, del otro, a la multitud de labores no legislativas asignadas por Constitución al Congreso, de las cuales se le debe privar, para que se dedique a su esencial misión, que es la aprobación de las leyes;
c) Su desconexión con las necesidades fundamentales del país. Se ha demostrado, una vez más, en esta pandemia. Mientras todos los estamentos de la sociedad coinciden en el aporte de soluciones, el Congreso continúa enredado en sus peleas intestinas, en discutir si es válida la sesión virtual, y en banalidades que no interesan a ninguno de los colombianos;
d) Su responsabilidad en la politización y corrupción de la Justicia. El origen político de los nombramientos de los magistrados nos ha llevado a la sesgada y parcializada Justicia que ahora padecemos. No inspira confianza alguna la investigación de delitos cometidos por altos funcionarios a través de un organismo tan politizado como la Comisión de Acusaciones de la Cámara. Tampoco representa ninguna garantía que quienes juzgan a los congresistas, sean a su vez investigados por éstos, maquiavélica figura que debe ser sustituida;
e) Indigna a la mayoría de los colombianos el cúmulo de privilegios acumulado en la persona de los congresistas: Un salario mensual de $32.741.000, equivalente a 33,4 salarios mínimos mensuales; una Unidad de auxiliares que cuesta $41.405.800 al mes por congresista, en total 1.632.000.000 millones al año; carros blindados en Bogotá y en la provincia, con conductores y escoltas; pasajes aéreos y celulares gratis; y,
f) El desmesurado tamaño del Congreso, con 108 senadores y 171 representantes, con los elevados costos de sus miembros y auxiliares, es algo desproporcionado frente a para las carencias del pueblo que se debate en un mar de necesidades, y repugna a la mayoría de los ciudadanos.
Otros males endémicos de nuestra democracia se conjuran para hacer de nuestro Congreso un estorbo en lugar de una herramienta útil para el bienestar común: La compra de votos, las listas abiertas generadoras de toda suerte de corruptelas, así como el fraude electoral que ahora se verá incrementado con el voto electrónico.
No basta, señores, con disminuir la cantidad de parlamentarios. Debemos acometer una reestructuración a fondo de la institución legislativa. En próxima columna expondremos las fórmulas que se nos ocurren como parte de la reconstrucción que Colombia quiere y necesita.
Por Luis Alfonso García Carmona – Director ARCO – La linterna azul – 29/04/2020
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