Del silencio a la reconstrucción

La mayor fortaleza del petrismo, tanto en la oposición como en el poder, ha sido su capacidad de determinar la agenda mediática. Hace unos diez años, lograron limpiar la imagen del M-19 y del terrorismo en general, aprovechándose del Proceso de la Habana. Quienes solían ser identificados como los enemigos de la democracia, con quienes se hacía un pacto faustiano a favor de la paz bajo nuestras instituciones republicanas, pasarían a ser reconocidos como víctimas de las condiciones sociales, supuestamente engendradas por los defensores del Estado de derecho. Del silencio a la reconstrucción.
Luego de instalar esa narrativa perniciosa, lograron movilizar a la sociedad a favor de su propia destrucción, demoliendo impunemente las vías, las cortes, las estaciones de policía y los lugares de trabajo de los colombianos. Intentaron en vano frenar los muchos avances del gobierno de Iván Duque Márquez, como lo fueron la batalla contra el covid-19, la extraordinaria recuperación económica de 2021 y 2022, la consolidación del turismo y el avance de las energías limpias. No pudieron frenar el progreso del país, pero sí lo invisibilizaron, seduciendo al pueblo colombiano a cometer el mayor error político de su historia.
Del silencio a la reconstrucción
Así como sembraron en los colombianos la ingratitud y el resentimiento desde la oposición, han logrado reducir a muchos a la conformidad y la ignorancia desde el gobierno. Solo así han podido sobrevivir políticamente, a pesar de que bajo su mandato todo ha venido empeorando. Quien niegue que Colombia es un país más corrupto, violento, económicamente insostenible y carente de servicios públicos que hace tres años, lo hace desde la ignorancia o la deshonestidad.
Aun así, han logrado dominar la agenda mediática para minimizar el costo político de sus errores y atropellos, atribuyéndole todos los problemas a la “oligarquía,” a la “derecha internacional,” o al que sea, salvo quienes están gobernando. Han movilizado el discurso del odio para impulsar una agenda radical, frenética y desestabilizadora, a tal punto que la oposición, obligada a reaccionar a cada nuevo abuso, escasamente ha podido detenerse para ofrecer una visión de país alternativa. Colombia viene petrificada, porque el presidente viene protagonizando una agenda política que debería protagonizar el país.
Del silencio a la reconstrucción
La Marcha del Silencio del pasado domingo representó una ruptura con ese paradigma. La sociedad colombiana se levantó contra la violencia política como no se había levantado en casi veinte años. Se levantó en solidaridad con el Senador Miguel Uribe Turbay, víctima de las palabras venenosas del mandatario y de su manejo incompetente del orden público, pero además un guerrero con una visión de país alternativa a la que nos ha venido hundiendo en la miseria.
Diagnosticó sus propias condiciones y fijó su propia agenda, como debe ser en una democracia, sin que el caudillo populista y su ejército de matones callejeros y orcos digitales lo hagan por ella. Se podría decir que Colombia despertó de las tinieblas populistas. Se acerca nuevamente a la luz del pensamiento libre.
Del silencio a la reconstrucción
Ante este nuevo despertar, que me llena de esperanza y sentimiento patrio, hemos recuperado la capacidad de pensar más allá de la oposición al petrismo. Debemos frenar cualquier avance autoritario o cualquier nueva política pública que vaya a resultar perniciosa, pero más allá de eso, tenemos que ser los arquitectos del futuro. Debemos cuidar los valiosos cimientos que aún sostienen lo mejor de nuestra sociedad, divisar la demolición implacable de todo aquello que nos obstaculiza y contemplar los nuevos horizontes que algún día aprovecharemos con audacia. Luego del silencio debe venir el pensamiento y, más temprano que tarde, la reconstrucción.
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