Petro ha decidido hacer de la confrontación social su único legado.
En los últimos días no ha dejado títere con cabeza, reconstruyendo la historia de la Nación y extendiendo la leyenda acerca de un golpe de Estado en su contra, por lo cual debe defenderse de sus enemigos imaginarios. Son los “molinos de viento” de la época. Para empezar, acusa en un pendenciero lenguaje a la dirigencia partidista tradicional, de cuyos miembros afirma: “Siempre han hecho trampa. Siempre se han burlado de la gente. Los que siempre, para poder sentarse en una curul, han tenido que comprar votos porque, si no, por ellos no vota ni la mamá. No saben sino del robo y del asesinato. El único libro que leen es cómo robar y cómo matar”. Refiriéndose a Cambio Radical, por ejemplo, llegó a decir que es el partido de las asociaciones para delinquir en Colombia. A pesar de esta visión, les reclama no haber construido con él un acuerdo nacional.
Su retórica le reserva un espacio confrontacional a la justicia independiente. Se refiere despectivamente a los magistrados, controvierte en público sus decisiones y emplaza a las cortes contra la opinión, como acaba de hacerlo con la Corte Constitucional, a propósito de su próximo fallo sobre la reforma pensional. Del Consejo de Estado afirma que ha sacado del Congreso a miembros del Pacto Histórico “no en función de la justicia, sino del sectarismo”, como si esa corporación ejerciera el activismo político. Una ofensa sin antecedentes. No hay duda de que gusta más de los jueces del vecindario.
Habla del “periodismo Mosad”, llama “muñecas de la mafia” a las periodistas y se va de frente contra los medios y sus directores, que —en su sentir— están a “sueldo de poderes oscuros”. Petro no admite que a él y a su gobierno los ronde la libertad de prensa.
Fustiga a los empresarios, de quienes dice son una élite codiciosa. Recientemente ha llegado a vincularlos con el endeudamiento público: “… ¿para qué usaron esa deuda? Para subsidiar la nómina de los señores de EL TIEMPO, para subsidiar la nómina de las empresas de los Gilinski, para subsidiar las nóminas de los superricos”, afirma sin sonrojo alguno. Es la dialéctica de la falacia para desatar en sus auditorios un sentimiento perverso contra el sector privado. Y, como si fueran los responsables del fracaso del presupuesto en el Congreso, les advierte: “Si no sale el presupuesto que presentamos para que salgan partidas para los más pobres de Colombia, tampoco saldrán las partidas para la gente más rica de Colombia”.
Todas estas intervenciones presidenciales se hacen más virulentas en la medida en que crecen los problemas del Gobierno y se adelantan las investigaciones por corrupción que comprometen al entorno presidencial y a su campaña. No hay que citar más ejemplos, de los miles que existen, para entender que Petro decidió prender la mecha del odio como instrumento de su defensa. Por eso, todas estas proclamas pendencieras se escuchan en entornos prefabricados, dirigidos a sus bases, como acaba de ocurrir en la Asamblea Nacional Popular del Pacto Histórico, celebrada en la Universidad Nacional. Desde allí alcanzó a pedir que, si avanzan las investigaciones, “en ese momento corresponde tomar decisiones y son de ustedes, porque esta asamblea nacional popular es la dirección del movimiento popular de Colombia. Si ellos desatan el golpe de Estado con decisiones ilegítimas, ¡se les responde popularmente con una revolución!”.
Estamos notificados. Los sueños sociales que inspiraron la idea de un cambio político en Colombia ya no serán realidad. Lo que sigue es la movilización popular permanente contra la institucionalidad, liderada desde el poder. Petro ha decidido hacer de la confrontación social su único legado.
Taponazo. Le asiste la razón al exministro Mauricio Cárdenas cuando censura al director de Crédito Público por hablar de “default”, ante su incapacidad para coordinar la Comisión de Crédito Público.
21/09/2024 | Por Néstor Humberto Martínez | El Tiempo
https://lalinternaazul2.wordpress.com/2024/09/27/el-legado-de-petro/