Para poder entender cómo fue que Colombia llegó a la tragedia actual, es fundamental analizar el comportamiento de la derecha en los últimos 20 años.
En el año 2002, cuando éramos un estado fallido por la acción terrorista de las FARC, fue elegido presidente Álvaro Uribe con el 54% de los votos. Sus propuestas de derecha prometían enfrentar a la guerrilla con firmeza, sin más diálogos ni capitulaciones.
En el 2006, Uribe fue reelegido por la derecha con el 65% de los votos, pues el País respaldó su primer gobierno, en el cual se recuperaron territorios y vías controlados por la subversión, consiguiendo la paz y la recuperación de todas las actividades económicas.
En el 2010, de nuevo ganó la derecha con Juan Manuel Santos, el escogido por Uribe para continuar su obra. Pero fue un traidor y desde el primer día de su gobierno hizo lo contrario de lo prometido a sus electores, convirtiéndose en el peor enemigo de quien lo llevó a la presidencia. Comenzó el Proceso de paz con las FARC y canceló la política de seguridad democrática.
En el 2014 Santos fue reelegido, aunque en la primera vuelta ganó Óscar Iván Zuluaga, el escogido por Uribe para enfrentar la traición de Santos. Pero en la segunda vuelta éste se robó las elecciones con el dinero sucio de Odebrecht.
En 2016 se realizó el Plebiscito para refrendar el Acuerdo de paz firmado entre Santos y las FARC. Contra todos los pronósticos ganó el NO, lo cual fue una vez más, un triunfo indiscutible de la derecha. Pero entre Santos, el Congreso de la República y la Corte Constitucional, se robaron el resultado y terminaron imponiendo al País ese Acuerdo fraudulento.
En el 2018 volvió a ganar la derecha con Iván Duque, una vez más el candidato de Uribe. Toda su campaña presidencial se fundamentó en acabar con la JEP, desconocer el Acuerdo de Paz, fumigar los cultivos de coca con glifosato, perseguir a las supuestas disidencias de las FARC y disminuir los impuestos confiscatorios que asfixian la economía.
Santos y Duque impusieron el Acuerdo de paz
Pero así como pasó con Santos, durante todo el gobierno de Duque se hizo exactamente lo contrario de lo prometido en la campaña presidencial, imponiéndole al país todas las cláusulas del Acuerdo de paz con sus nefastas consecuencias. Las FARC no entregaron todas las armas y continuaron la lucha armada, llegaron gratis al Congreso de la República, aumentaron los cultivos de coca, lavaron su inmensa fortuna, obtuvieron la más absoluta impunidad por sus crímenes de lesa humanidad gracias a la JEP, y el Estado capituló ante todas las radicales exigencias de los terroristas. Y este largo proceso culminó con el triunfo de la extrema izquierda en las pasadas elecciones.
Ante los triunfos electorales de 2002, 2006, 2010, 2014, 2018, además del Plebiscito de 2016, pareciera que la derecha en Colombia tiene una gran fortaleza política. Sin embargo, la realidad es lo contrario. Todos los presidentes y los políticos elegidos con los votos de la derecha, gobernaron con las ideas y los principios de la izquierda. Todos ellos abandonaron los fundamentos ideológicos de la derecha, en vez de ponerlos en práctica; se avergüenzan de presentarse como derechistas, pues creen que eso los desprestigia; y huyen de los principios de la derecha, que consideran impopulares, para apoyar los de la izquierda.
¿Cómo se puede explicar semejante incoherencia ideológica? Es evidente que quienes se presentan como políticos de derecha, en realidad no son de derecha. Esa responsabilidad recae principalmente sobre Álvaro Uribe e Iván Duque, pues ambos consiguieron realizar lo que parecía imposible, que fue demoler al Centro Democrático. A pesar de contar con el respaldo y los votos de la derecha lo sometieron a un “transbordo ideológico inadvertido”, para conducirlo hacia una entelequia gaseosa que llamaron “extremo centro”. Y así, demolieron la estructura política e ideológica de la derecha.
Para conseguirlo, proclamaron que ellos no eran un partido de derecha. Apartaron del gobierno a los representantes de la derecha y acogieron a los santistas de izquierda. Ignoraron estúpidamente que la opinión pública de derecha era la que les daba los votos y el respaldo.
En esa perspectiva, el Centro Democrático decidió no participar en las pasadas elecciones presidenciales, aunque tenía en María Fernanda Cabal a una excelente candidata de derecha. Prefirieron sacarla de la contienda con trampas, y no tuvieron candidato presidencial ni apoyaron a los otros, dizque por miedo a ser rechazados.
Ese Duque colapsóo electoral desarticuló el partido, destruyó sus fundamentos ideológicos y dispersó a sus simpatizantes. De ser la corriente política más importante de Colombia en este siglo, durante el gobierno de Duque el partido colapsó y se convirtió en nada. Perdieron los principios, las ideas, las aspiraciones, los electores y los líderes. En realidad, lo único que consiguieron fue su propio funeral.
La derecha resurgirá en medio del caos y el descontento
¿Entonces, en dónde está la derecha? Aunque se redujo a escombros gracias a la traición de sus líderes, resucitará como el ave fénix en el momento en que comience la demolición del País anunciada por Petro. Hay diez millones de electores que votaron contra Petro, más otros tantos abstencionistas, y se sumarán muchos petristas cuando sean agredidos por la realidad, una vez que las mentiras, las promesas incumplidas y la corrupción sean evidentes.
Ante esa perspectiva, la verdadera derecha deberá revaluar sus directrices y liderazgos, exigiendo una renovación total de sus líderes. El mundo reclama con urgencia el regreso de los postulados fundamentales de la verdadera derecha, ante la debacle de la Civilización y el fracaso de la izquierda.
Entre los muchos postulados que esto incluye, está la defensa de la familia tradicional; la protección de los valores religiosos; la defensa del derecho a la vida y el rechazo al crimen del aborto; la falaz imposición de la ideología de género, el matrimonio homosexual, la perversión de los niños y la dictadura inmoral de los colectivos LGBTI.
La falsa propaganda del marxismo cultural presenta estas causas como si fueran el auge de la modernidad, pero en realidad son el auge de la decadencia. Las leyes con las cuales nos imponen esa revolución cultural nunca consiguen ser aprobadas en el Congreso, ni sobre ellas se convoca un Plebiscito, sino que se crean a través de golpes de estado promovidos por la Corte Constitucional. Desde hace años a esta Corte se le antoja que tiene poder para legislar, cuando en realidad no lo tiene, y pretende imponerle al País sus criterios equivocados violando la Constitución y haciendo el ridículo, como cuando autoriza matar niños en el vientre de la madre, pero prohíbe matar peces con el argumento de que son seres “sintientes”.
En el plano económico, la derecha proclama la abolición de los impuestos confiscatorios; la reducción del tamaño del Estado; la protección de la propiedad privada y la libre iniciativa; el respeto a las libertades legítimas, que son negadas y pisoteadas por el poder judicial; y por último, el combate eficiente y decidido a la criminalidad, al narcotráfico, al terrorismo y a la corrupción.
Eso es lo que la verdadera derecha debería proclamar con coherencia, altivez y ufanía, si es que quiere recuperar el poder. Solo esto podrá evitar que Colombia se precipite en el infierno donde ya están algunos de nuestros vecinos.
El reciente triunfo de la extrema izquierda se explica por varias razones. Entre ellas el fraude electoral, que deliberadamente no fue evitado, que no fue investigado por Duque, ni por las autoridades electorales, ni por los partidos, ni por los candidatos derrotados. También, porque los gobernantes de Colombia en este siglo fueron elegidos con los votos de la derecha, pero en realidad quien gobernó fue la izquierda. Y porque la élite política, judicial y empresarial del País se lanzó a un frenesí de corrupción que desacreditó al Estado, lanzando al País al más profundo de los abismos.
Por Eugenio Trujillo Villegas
Director Sociedad Colombiana Tradición y Acción | trujillo.eugenio@gmail.com | 10/08/2022