Exilio interior

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El exilio es la separación de una persona de la tierra en la que vive y supone el alejamiento de su tierra natal, de su patria. El exilio por tanto supone la expatriación, dejar al individuo sin patria.

Normalmente al hablar de exilio y expatriación pensamos en todos aquellos que han tenido que abandonar su tierra y encontrar asilo en un país extranjero, es decir un país extraño que no es el suyo, no obstante, el avance del laicismo y el relativismo moral instalado en las sociedades occidentales desde la Revolución Francesa, y el desprecio a la tradición y a las costumbres que nuestros padres nos enseñaron, nos han convertido a todos en expatriados en nuestra propia tierra.

La patria no es solo el contacto físico con la tierra, la visión constante del cielo que nos resulta familiar, sino que la patria consiste en el conjunto de bienes inmateriales, de principios morales y de esperanzas compartidas de generación en generación.

El desprecio de nuestras sociedades a los principios morales de nuestros padres, transmitidos de forma invisible por la Santa Madre Iglesia, nos hace a todos ajenos a una patria que ya no reconocemos, y a la que no podemos pertenecer, nos convierte en exiliados interiores.

El sueño de todo exiliado es volver a su tierra, es abandonar el país extranjero que le acoge, para vivir en la tierra que le vio nacer, y que antes vio nacer a sus padres, y a los padres de sus padres. El sueño de todo exiliado interior ha de ser también volver a su patria, y para ello no tiene que afrontar un largo viaje, sino un largo combate de reconquista de los principios que la impía Revolución le robo.

En ese viaje interior estamos, y esperamos que nuestros hijos, ya nacidos en una patria extraña, puedan conocer los claros amaneceres que sus abuelos conocieron, y se posesionen de todo ese patrimonio inmaterial de creencias, principios, tradiciones y cultura que las sabias generaciones anteriores acumularon para el verdadero progreso de los pueblos.

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