Gustavo Petro y Francia Márquez violan el derecho humano a la libertad de expresión, de prensa, de opinión, y si eso es en campaña, ¿qué se podría esperar de estos dos si llegaran a poder? (Twitter).
El hecho es que Petro y Márquez, a todas luces hacen parte del supremacismo proletario y negro, expresiones del marxismo posmoderno que sólo dividen a la sociedad y la enfrentan en una lucha de pobres contra ricos, de negros contra blancos, de mineros contra eco-ambientalistas, entre otras cosas de una larga lista de polarizaciones que violan los derechos humanos y fomentan nuevas formas de discriminación, de diferenciación, de exclusión social.
Los nuevos supremacismos socialistas del marxismo posmoderno son estrategias para dividir a la población, para polarizarla, y finalmente, para controlarla. Marx fue el padre del odio, el padre del resentimiento social, y jamás hizo un llamado a la unidad, a unificar a la sociedad en su conjunto, más allá de las diferencias raciales, de clase social, de educación, de orientación sexual, de religión.
Al contrario, Marx y sus planteamientos son todo lo contrario a los derechos humanos, que justo hablan de no discriminar a nadie por su raza, nacionalidad, nivel económico, ni por ningún otro motivo.
Marx es el violador número uno de los derechos humanos tal como fueron planteados desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 en la ONU. Es inadmisible que haya aún seguidores de este oscuro personaje cuyas ideas han causado cientos de millones de muertos en el mundo.
El marxismo fue uno de los grandes proyectos de la Modernidad, en tanto que pretendió -en sus teorías- llevar igualdad y justicia social a toda la humanidad. Sin embargo, el método que propuso para lograrlo -la revolución armada-, se trataba de asesinar a los dueños de los medios de producción, para luego imponer una “dictadura del proletariado”.
Emprender un movimiento armado para asesinar a los propietarios de las fábricas, de las industrias, es algo totalmente contrario al respecto a los derechos humanos, por lo que cualquier ideología posmoderna, inspirada en los postulados de Marx, merece ser reprobada de inmediato, puesto que parte de una propuesta criminal.
Además, el fin último del marxismo, la “dictadura del proletariado”, es también a todas luces algo que entra en contradicción con los derechos humanos, ya que en una dictadura comunista –como la del Partido Comunista de China (PCCh)– no hay ninguna noción de respeto a los derechos humanos.
La “dictadura del proletariado” es muy claramente el supremacismo del proletariado, esto es, el supremacismo del “pobre”, que descalifica, degrada y discrimina a todos los otros sectores sociales, las clases medias y las altas, sólo por no entrar entre los “elegidos” de Marx, para encarnar una supuesta redención del pueblo.
En una dictadura de ese tipo no hay libertad de expresión, libertad de tránsito, libertad de reunión, libertad de manifestación, ni prensa libre, ni elecciones democráticas.
Todo lo que hay es un partido único que toma todas las decisiones del Estado, que a su vez funciona como una religión, que sustituye a Dios por el líder carismático en turno.
Eso fue el proyecto de Marx aplicado en China por Mao Tse Tung, cuya revolución cultural arrojó no menos de 15 millones de muertos. Nada que coincida con los derechos humanos en lo más mínimo.
¿Los Castro en Cuba, Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua sí respetan los derechos humanos? Para nada. Son unos violadores consuetudinarios de estos preceptos.
Y si bien los derechos humanos se oponen a discriminar a la gente por sus condiciones personales, religiosas, de origen racial o nacional, económica, sexual, y de cualquier otra clase, hoy los marxistas posmodernos justamente hacen lo contrario: exaltar las condiciones raciales, étnicas, sexuales o económicas, y adoptarlas como una bandera, explotarlas, para buscar “compensaciones” por haber sido, supuestamente, “oprimidos” históricamente.
Por eso sus banderas son los pobres, los negros, las mujeres o los homosexuales, que tienen como común denominador el haber sido supuestamente “relegados” durante décadas, subyugados presuntamente por los ricos, los blancos, los hombres o los heterosexuales.
Es el caso, por ejemplo, de quien fuera candidata de Joe Biden para ocupar un espacio en la Suprema Corte de los Estados Unidos: la señora Ketanji Brown Jackson, quien no fue elegida tanto por su capacidad y experiencia, sino por ser “mujer y negra”, como lo había prometido el mandatario estadounidense. Paradójico como absurdo que no haya podido definir siquiera qué es una mujer, para no tener problemas con la demencia de la revolución woke.
Biden no dijo que elegiría alguien con capacidad, con expertise, con ciencia para ese cargo, sino que su criterio se basó en el género y en la raza. Muy en la tónica del marxismo posmoderno.
Pero cuando va por delante la raza y el género de la trayectoria, la ideología socialista ha ganado una batalla: se está incurriendo en una “compensación” para esa persona porque sus iguales habrían sido “atacados” en el pasado.
Estas compensaciones son en realidad privilegios, y generan nuevos problemas, porque las recompensas no se basan en méritos, sino en factores por los que una persona no tiene que hace nada: no se hace nada para ser negro, por ejemplo, así se nace. La Teoría Crítica de la Raza (CRT), una de las bases de la revolución woke, es una reingeniería social del supremacismo negro, con aliento marxista.
Y ahora vemos en Colombia de compañera de fórmula de Gustavo Petro a Francia Márquez, una mujer activista que trabaja para la raza negra y para causas ecológicas. Sin duda, la apuesta del ex guerrillero del M19 al elegirla para la Vicepresidencia, es intentar ganar votos de mujeres y de negros, así como de ambientalistas.
El hecho es que Petro y Márquez, a todas luces hacen parte del supremacismo proletario y negro, expresiones del marxismo posmoderno que sólo dividen a la sociedad y la enfrentan en una lucha de pobres contra ricos, de negros contra blancos, de mineros contra eco-ambientalistas, entre otras cosas de una larga lista de polarizaciones que violan los derechos humanos y fomentan nuevas formas de discriminación, de diferenciación, de exclusión social.
Aún peor, cuando Petro ha señalado como “neo-nazis” a periodistas críticos a sus ideas y propuestas, y Francia Márquez ha señalado a un investigador, ambos socialistas buscando regular el libre ejercicio de la prensa, algo que sólo podría suceder en un régimen que hubiera dejado de lado la democracia liberal.
Gustavo Petro y Francia Márquez violan el derecho humano a la libertad de expresión, de prensa, de opinión, y si eso es en campaña, ¿qué se podría esperar de estos dos si llegaran a poder? Petro y Márquez son parte de los nuevos supremacismos marxistas, y lejanos al respeto a los derechos humanos para todos.
Raul Tortolero
Escritor, conferencista. Consultor político. Doctorado en Derechos Humanos. Maestría en Filosofía, Cultura y Religión. Activista católico, provida y profamilia. Presidente de “Nueva Derecha Hispanoamericana”. Ex Secretario de Comunicación del Comité Ejecutivo Nacional del PAN. Premio Nacional de Periodismo 2007, otorgado por la ONU en México. Analista Geopolítico. Su más reciente libro: “La Contrarrevolución Cultural frente al marxismo posmoderno”.
Nota.- Los subrayados al texto son nuestros.