Hundimiento de la civilización occidental

Cuenta la historia (WATSON, Peter, Ideas), que durante el período comprendido entre los años 750 y 350 a. C., el mundo experimentó una extraordinaria transformación: surgieron la mayoría de las grandes fes religiosas del mundo. Podría decirse que éste es el cambio más trascendental de la historia de las ideas.

Y, luego, en el año 66 d. C., entre la muerte de Herodes y la destrucción del templo de Jerusalén, ocurrió uno de los acontecimientos más decisivos de la historia del mundo: el advenimiento de Jesús. No ha existido otra fe religiosa que haya dejado mayor cúmulo de valores espirituales y normas de convivencia para mejorar el bienestar integral de los seres humanos que el mensaje evangélico de Jesús.

Hubo que esperar hasta el siglo XIV para que apareciera una sustancial transformación en la manera de administrar el Estado : el sistema democrático, a  través de las “ asambleas de Estado” que funcionaron en el seno de las monarquías europeas,  y,  a finales del siglo XVIII en los Estados Unidos, por fuera del marco monárquico y aristocrático, mediante la noción de la representación popular .(DUVERGER, Mauricio, Instituciones políticas y derecho constitucional)

Vienen a nuestra memoria estos hitos en la historia universal, ante dos trágicos eventos que, al unísono, dan cuenta del proceloso hundimiento de nuestra civilización occidental en las manos de sombríos personajes que protagonizaron recientemente el mayor fraude electoral en la historia de nuestra hermana república de Venezuela y la nauseabunda blasfemia contra nuestras creencias en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París.

Ni las invasiones bárbaras, ni la caída del Imperio Romano de Occidente, ni la toma de Constantinopla por los otomanos han significado una hecatombe de las proporciones que estamos presenciando. En aquellas dramáticas coyunturas, por encima de las derrotas militares o de la destrucción física de las ciudades, se conservó la esencia de la civilización occidental: sus principios de respeto a la libertad, a la dignidad de la persona humana, la Verdad, la Justicia y la Familia tradicional.  Ahora todo se ha sacrificado en el holocausto de las más rastreras pasiones, de la corrupción, la iniquidad y la ausencia de ética, moral y de respeto por los derechos fundamentales del hombre y de la comunidad.

El mayúsculo fraude cometido en Venezuela ha dejado sin palabras hasta los propios aliados de la grotesca dictadura que rige los destinos de los venezolanos. No hay norma jurídica, ni talanquera política que no se haya saltado para aferrarse de manera criminal y violenta al poder. La comunidad internacional clama porque se respeten los derechos del pueblo venezolano, soberano pero subyugado por una ominosa dictadura. Pero, además, se exige a los tribunales internacionales la condena de los actos criminales como los secuestros, asesinatos, torturas, y toda clase de vejámenes con los que se trata de callar las voces de las víctimas de este monumental zarpazo electoral.

En conclusión, ha desaparecido en Venezuela el sistema democrático y queda el pueblo a merced de los tiranos de turno empeñados en la imposición a la fuerza de un régimen materialista, marxista y violento. Todo ello ante la faz del mundo, contando con la tolerancia, la indiferencia, la cobardía y la complicidad del Vaticano, de los líderes de los partidos autodenominados de “centro” o de “derecha” y de los masivos medios de comunicación financiados por los movimientos “woke”, LGTBIQ, etc.

Coincidió este asalto a la Democracia con la burda y repugnante pantomima montada en los Juegos Olímpicos de París para irrespetar las creencias de varias religiones (Iglesia Católica, iglesias cristianas) e imágenes que los creyentes consideran sagradas. Ya ni el más íntimo fuero de los ciudadanos es respetado por quienes se creen dueños del mundo y quieren imponer sus gustos y tendencias antinaturales al resto de la Humanidad. El poder del dinero y la explotación de las más bajas pasiones les valen para arrasar con los sentimientos y los derechos ajenos.  Acabar con este patrimonio moral de la persona humana es ahora bienvenido en nombre de una mal entendida “modernidad”, que no es otra cosa que el culto a la chabacanería y a la ausencia de edificantes normas de conducta.

Lo dicho: Se nos está hundiendo la cultura occidental, la civilización judeo-cristiana, los sistemas que defienden la Justicia y el derecho a la propiedad, para instaurar, contra la voluntad de las mayorías, el régimen del terror y de la mentira, de la corrupción y la inmoralidad, de la violencia y la miseria.

¿Estamos dispuestos a permitirlo o nos queda, aún, un ápice de valor, de respeto por nosotros mismo y de amor por nuestra Patria para luchar por la supervivencia de nuestro patrimonio cultural?

 

Por: Luis Alfonso García Carmona

https://lalinternaazul2.wordpress.com/2024/08/06/hundimiento-de-la-civilizacion-occidental/

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