La entronización de Allende

Como si se tratara de una imagen sagrada, Petro entronizó en una de las paredes de la Casa de Nariño un retrato del comunista Salvador Allende.

Desde que empezó con la cantinela de que se está urdiendo un golpe en contra de su régimen, el presidente colombiano ha desempolvado la historia de Allende, derrocado en septiembre de 1973.

El exmandatario chileno es un ícono para la extrema izquierda. Su figura es desvergonzadamente ensalzada, como si se tratara de un ser iluminado, cuando en realidad fue un fundamentalista defensor del uso indiscriminado de la violencia como herramienta para imponer el comunismo.

Petro es, en el estricto sentido del término, un émulo de Allende. Una de las primeras decisiones del presidente colombiano fue la de intentar la liberación de terroristas acusados de cometer acciones de terrorismo urbano. El primer pulso entre Petro y el exfiscal Barbosa se dio con ocasión de la directriz del mandatario con la que pretendió ordenarle al fiscal general de la época, la liberación de los delincuentes integrantes de la banda criminal denominada primera línea.

Allende hizo exactamente lo mismo cuando tomó posesión del cargo de presidente de su país a comienzos de noviembre de 1970. Suscribió un decreto en el que se concedió indulto a los terroristas del llamado movimiento de izquierda revolucionara -MIR-, estructura delincuencial que ejecutó secuestros, asesinatos, extorsiones y demás delitos que hoy son catalogados como crímenes de lesa humanidad.

La primera línea es el brazo armado del petrismo, y el MIR cumplía esa misma función para el movimiento allendista. El colombiano exalta a esos bandidos al catalogarlos como “héroes”; Allende, respecto a los suyos, decía que eran unos “jóvenes idealistas” que simplemente se habían “extraviado”.

Desde el 7 de agosto de 2022 se ha hecho evidente la desarticulación de la fuerza ofensiva de la Fuerza Pública colombiana. los soldados y policías están con las manos atadas, expuestos de manera inaudita al accionar violento de los terroristas. Son frecuentes los registros que dan cuenta de atentados y asesinatos de uniformados.

Allende procedió de manera similar. Ajustó cuentas con los policías que valientemente enfrentaban a los del MIR. A través de un decretazo disolvió el grupo élite que le había propinado golpes a esa organización.

Las decisiones de Allende se tradujeron en un incremento exponencial de la violencia y de la inseguridad. Lo mismo que ha sucedido en Colombia desde que el poder presidencial está en manos del terrorista del M-19 Gustavo Petro.

Los medios de comunicación chilenos estuvieron en el punto de mira de Salvador Allende. No ahorró calificativos ni insultos contra los periodistas que se atrevían a denunciar los abusos de su régimen. Incitaba a sus hordas para que atacaran a los comunicadores, particularmente los que trabajaban para el diario El Mercurio.

La sede del emblemático periódico era frecuentemente sitiada por las bandas afectas al régimen. Las golpizas a redactores, fotógrafos y reporteros eran pan de cada día.

Petro frecuentemente dobla la apuesta contra los periodistas. A las comunicadoras las llama “muñecas de la mafia”, en discursos lamenta que aquellos que revelan la corrupción de su administración no sean asesinados.

Allende logró cerrar El Mercurio. La pregunta es si Petro hará lo mismo con todos los medios que él odia.

Por decirlo de alguna manera, Petro es consecuente al ubicar en la casa presidencial la imagen de quien es, sin duda, una de sus fuentes de inspiración criminal.

@IrreverentesCol

https://losirreverentes.com/2024/09/la-entronizacion-de-allende/

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