La verdadera Colombia no está en las plazas, y, definitivamente, no salió el 19 de septiembre a las calles: está en los barrios olvidados, en las madres cabeza de familia que no pueden comprar lo básico.
Los micrófonos de una marcha mentirosa no lo harán… así que lo hacemos nosotros: perdón a las familias que prestaron a sus padres, hijos y esposos por la defensa de Colombia. Perdón porque el gobierno prefiere perseguir enemigos imaginarios que honrar a los dos militares fallecidos y a los 31 heridos.
Una marcha del candidato eterno que nunca aprendió a ser gobernante, bajo el lema “me quieren tumbar” … Esa frase insignia que aparece cuando no tiene nada más qué decir o cuando su propio caos lo rodea. Una manifestación contra los fantasmas de un golpe de Estado que sólo el presidente ha pronunciado, cuando el resto de los colombianos queremos lo mismo: que gobierne.
Hoy, algunos defienden un gobierno que nunca cumplió sus promesas como si intentaran convencernos de que son los únicos defensores de la democracia en medio de un país que intenta sobrevivir el día a día. Muy fácil se les olvidó a “los nadies” que el único golpe que siente la gente es el de una inflación descontrolada, el aumento de la violencia, la corrupción en cada esquina y el abandono del gobierno… ese que dicen que los representa.
Escribo esto mientras escucho los aplausos dirigidos a un Gustavo egocéntrico que juega a ser el protagonista de su propia tragedia… sonido que respalda a una mente egocéntrica que imagina que cada movimiento suyo es histórico (aunque el país que entrega, si algún día lo hace, tenga mayores desastres que el que recibió); que apoya a un presidente que sigue convencido de que sin él no hay futuro. Escribo esto mientras la gente se ahoga en promesas vacías y políticas que solo existen en los discursos de tarima.
La verdadera Colombia no está en las plazas, y, definitivamente, no salió el 19 de septiembre a las calles: está en los barrios olvidados, en las madres cabeza de familia que no pueden comprar lo básico, en los padres que murieron olvidados en una guerra con cara de paz, en los jóvenes sin oportunidades, en los campesinos que siguen esperando no vivir en la tierra del olvido.
Esa Colombia no marcha, no grita, no aparece en los titulares… simplemente sobrevive. Y al final del día, esa supervivencia es la mayor protesta que este gobierno nunca verá.
https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/sofia-gil-sanchez-la-marcha-y-el-silencio-OG25451438