La soberbia ‘Progre’

Ojalá los gobernantes ‘progres’ entiendan que no fueron elegidos para ser influencers a punta de pauta en redes sociales y contratos millonarios en los medios de comunicación.

El mejor ejemplo para ilustrar la sobradez, la altivez y la prepotencia de un gobernante hoy en Colombia es Claudia López, alcaldesa de Bogotá: “…Quiero decir, con absoluta claridad, que hoy fue la primera y la última vez que tengo que quitar tres horas de mi tiempo de atender a Bogotá por atender las iniciativas de unos políticos para usar un mecanismo de revocatoria, Bogotá no se merece eso”.

Esas fueron las palabras con las que concluyó su intervención la mandataria de Bogotá en la audiencia convocada por el Consejo Nacional Electoral, con motivo de la revocatoria del mandato que adelanta un grupo de ciudadanos. Con el dedo índice apuntando hacia la cámara y usando un lenguaje corporal que denota soberbia y superioridad, así se expresó el segundo cargo más importante de elección en la democracia de Colombia.

Surge entonces la siguiente pregunta: ¿por qué la alcaldesa cree que no debe rendirle cuentas a los sectores sociales y políticos que no están de acuerdo con su gobierno?

Resulta que utilizar un mecanismo como la revocatoria, consagrado en la Constitución Política como un derecho ciudadano, es una arbitrariedad si se utiliza en contra de los gobernantes locales que se dicen llamar alternativos, pero si ellos estuvieran en la oposición, entonces ¿sí sería válido?

Para la alcaldesa cargar bultos de papa, meditar en el Bronx, hacer shows con la minga, el megáfono, mostrar una bodega con cajas de condones como insumos para el plan de vacunación no es ¿perder el tiempo? Hubiera dedicado esas horas de solemnidad de la audiencia para pedir perdón por su falta de criterio cuando, en pleno pico de la segunda ola de la pandemia, decidió empacar el vestido de baño e irse de vacaciones al exterior. Eso no lo explicó.

¿Pedir perdón?, la soberbia de los mandatarios ‘progres’ en Colombia no les permite escuchar las voces de inconformidad y los reclamos legítimos de los ciudadanos, porque están perdidos en las alabanzas de sus áulicos funcionarios.

Diferente fue el discurso de esta semana del primer ministro inglés Boris Johnson, en una alocución nacional en la que dijo estar deeply sorry por todas las muertes que ha cobrado la pandemia en su país y agregó que “asumía total responsabilidad por la respuesta del Gobierno al manejo de la crisis”. Esos gestos de humildad y contrición es muy raro verlos por estas latitudes.

Claudia, al igual que el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, o el alcalde del partido Verde de Cali, Jorge Iván Ospina, quien hoy repite alcaldía después de haber sido también senador, conocen muy bien la política electoral, pero sobre todo son hábiles en vestirse con las ropas de la novedad que con soberbia promete el cambio. En estas ciudades soplan vientos revocatorios porque el cambio nada que llega.

No sé si prosperen las revocatorias, pero lo que no puede suceder es que a punta de autoritarismo y un discurso populista, los gobiernos ‘progres’ que tanto defienden los derechos políticos traten de callar el clamor ciudadano de quienes no están de acuerdo con ellos.

Pero la gente no come cuento. Esta semana, la encuesta de Invamer le dio un duro golpe a la soberbia de los alcaldes ‘progres’. La alcaldesa de Bogotá, cuya aprobación comenzó en 89 por ciento en los primeros meses de su mandato, cayó a 61 por ciento, y la desfavorabilidad, que arrancó en 9 por ciento, ya va en 37 por ciento. De esta manera está demostrando que no es a punta de contratos con los medios de comunicación como se gana popularidad, sino más bien gobernando.

Por los lados de Medellín, a Quintero no le fue mejor. La medición de los ciudadanos que apoyan su gestión comenzó en 84 por ciento y ya va en 55 por ciento, convirtiéndose en el alcalde de esa ciudad con la aprobación más baja en ocho años. Y en Cali, el desplome del alcalde Ospina es contundente. Arrancó su mandato con una favorabilidad de 66 por ciento y un año después cayó a 38 por ciento.

Ojalá los gobernantes ‘progres’ entiendan que no fueron elegidos para ser influencers a punta de pauta en redes sociales y contratos millonarios en los medios de comunicación, sino que fueron elegidos para trabajar por todos los ciudadanos, incluso los que no votaron por ellos.

Lo que sí es cierto es que ese formato de gobiernos alternativos que se ha experimentado en distintas ciudades es una muestra fehaciente de lo que sería elegir a un ‘progre’ como presidente de este país.*Entiéndase por ‘progre’ a los políticos de centro-izquierda e izquierda que llevan años en la actividad política electoral y burocrática. Dicen ser los dueños del cambio, la innovación y la cero corrupción. Incluye a los politiqueros de toda la vida que viven de puesto en puesto y de contrato en contrato y, ahora también, a los exmiembros de las Farc (los que no están en Venezuela).

María Andrea Nieto , https://www.semana.com/, Periódico Debate, 31/01/2021

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