Se cumplieron hace pocos días dos años desde que Gustavo Petro Urrego tomó posesión de la presidencia de la república de Colombia, en nombre de una alianza política denominada Pacto Histórico, que se dijo en su momento y aún se afirma, ganó la última elección presidencial en el año 2022. Habiendo transcurrido un término que constitucionalmente representa —si Dios no dispone otra cosa— la mitad de su período presidencial, parece natural que se haga una breve relación de los principales hechos transcurridos que sin duda alguna le son atribuibles a su gobierno, que, según expertos en la materia, reflejan con exactitud la personalidad del mandatario y su experticia para gobernar, la cual, como quedará demostrado en una biografía suya es fundamentalmente compleja por su condición de ecléctica. Veamos:
—Designó un gabinete inicial que incluía a unos pocos ministros que sabían lo que tenían que hacer en sus despachos, pero como esos conocimientos resultaban contrarios a los deseos y exigencias presidenciales, rápidamente se deshizo de ellos y los cambió por leales servidores suyos y así ha continuado hasta la fecha, aclarando que mientras más petristas sean y pueda cuestionarse más su idoneidad, más posibilidad tienen de continuar en sus cargos. Esta política, que la enconada oposición suele considerar anti-política, es la que se aplica rigurosamente en la designación de los altos funcionarios del Estado.
—Con fundamento en los sentimientos presidenciales surgidos en su juventud y en su época de combatiente contra el Estado, decapitó inmisericordemente a la cúpula militar que encontró a su arribo a la casa de Nariño, ya que consideró que los conocimientos y experiencias de un centenar de generales y altos oficiales adquiridos en cerca de 30 años de servicios distinguidos, no podían compaginarse con los propósitos de su gobierno que, precisamente se había vendido en la campaña presidencial y se siguen vendiendo como del “Cambio”. Lo cierto es que las simpatías del presidente no están con los militares y policías por su connotación de antiguos enemigos, por lo que los puso bajo el mando de un extraño ministro que talvez los odie o tal vez los deteste —eso no se sabe bien— por lo cual la política gubernamental con el estamento militar incluye desprecio, humillación, parálisis, intento de simbólica emasculación para marchitar su espíritu de lucha, etc.
—Su ideología política, que inspira todos, absolutamente todos sus actos de gobierno, es fundamentalmente de izquierda radical, que mientras no se demuestre lo contrario, no corresponde al pensamiento mayoritario de la familia colombiana. Es woke en su peor acepción, estatista sin matices, proclive al decrecimiento, miserabilista en forma exagerada y, contrario a lo que siempre postuló durante su etapa de congresistas opositor, decididamente fiscalista para sostener derroches económicos injustificables. En los últimos meses su gobierno ha venido protagonizando una serie de escándalos de suma gravedad, pues comporta compras de conciencias y votos de congresistas venales, lo mismo que adjudicaciones de contratos con propósitos “non sanctos”.
—Su política exterior consiste en entrometerse en los asuntos de los demás países para intentar hacer partícipes a sus gobiernos de los alucinantes objetivos del suyo, mismos que han sido dados a conocer en los más prestigiosos escenarios internacionales como es el de la ONU, donde proclamó el “virus de la vida” para llevarlo a las estrellas. El resultado de estas manifestaciones ha sido el rompimiento de relaciones diplomáticas con países tradicionalmente amigos, la declaración de “persona non grata” y el ridículo de Colombia ante el mundo, además de insultar y enemistarse con los jefes de estado Milei de Argentina, Bukele de El Salvador y Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, mientras llegan datos de otras nacionalidades….
—Su conducta personal, afirman los que saben, que deja mucho que desear. Ignora el protocolo, se viste de cualquier manera, habla y habla y habla y a veces nada dice con su parloteo, es sistemáticamente impuntual e incumplido, miente no se sabe si inconscientemente o no, es sospechoso de consuno frecuente, diurno y nocturno, de licor y algo peor, de “café” en cantidad exagerada según lo informado insistentemente por medios nacionales y extranjeros; además se especula en las redes sociales que, de una manera inesperada ha surgido un aumento en el personal de la presidencia, consistente en complementar el cargo de primera dama con el de consorte alterno.
En las semanas anteriores al segundo aniversario de su toma de posesión, se ha venido debatiendo con insistencia, además de lo del escándalo conocido como el billonario de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo (UNGRD), en el cual están vinculados ministros, congresistas y altos funcionarios del gobierno nacional, caídos algunos y otros todavía usufructuando de sus importantes cargos, el que está inexplicablemente congelado por parte del Consejo Nacional Electoral y ad portas de que lo aboque sí o sí el Congreso —en el sentido que dicta el artículo 109 de la Constitución—, sancionando la violación de los topes máximos de la campaña electoral del Pacto Histórico y por consiguiente de Gustavo, en el 2022
También se ha agitado entre la opinión pública el tema de la reelección presidencial en el próximo periodo mediante una reforma constitucional decidida por una Asamblea Constituyente, convocada como lo dispone la Constitución vigente, o según Petro de una extraña manera extra-constitucional originada en el “poder constituyente”, una figura que se dice es mencionada o deducida de la Carta, pero que según los expertos no está reglada en forma explícita y aplicable y, que por tanto no puede usarse para modificar la Constitución Nacional.
Pero he aquí que la quisquillosa oposición objeta decididamente la reelección de Gustavo como presidente para el periodo 2026-2030 y posiblemente para algunos cuatrienios más, bien sea él o bien algún leal y obsecuente servidor suyo, alegando pequeñeces como las que hemos resumido en los párrafos anteriores, lo que parece ser una desconsiderada y torticera forma de oponerse al “Cambio” que el benemérito Pacto Histórico intenta introducir y distribuir por todo el territorio nacional.
Queda, entonces, a la consideración del pueblo colombiano lo que debe hacerse en forma inmediata, porque lo cierto es que la situación como se presenta actualmente, es, además de insostenible, peligrosa y perjudicial. ¿Se deben aplaudir y premiar las realizaciones de Petro? ¿Será que conviene aceptar que puede reelegirse en forma indefinida, sea con la Constitución o con el tal poder constituyente? ¿Es el caso de que por medios rigurosamente constitucionales el Congreso envíe al presidente a unas merecidas vacaciones permanentes, junto con su fórmula, que como sostenía la H. Corte Suprema en tiempos de Uribe y en relación con una terna para elección de fiscal, es inviable? Y a propósito del tema de fiscal, ¿será necesario que los colombianos le pidamos a nuestros congresistas que en forma cortés le digan a la actual señora Fiscal que en el ejercicio de su cargo está prohibida la gratitud, así sea con quien la ternó ante la H. Corte Suprema?
Son muchas preguntas y muchas decisiones, lo admito. Pero por el bien de los colombianos de hoy, por su futuro, por el porvenir de los niños y jóvenes de hoy y adultos y contribuyentes de mañana, algo debe hacerse ahora. De manera que el pueblo tiene la palabra y el poder ¡Que los use, carajo, como diría Milei!
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