Este país es único, hermoso y tiene todo para salir adelante y desarrollarse en este siglo cambiante, pero hay un problema, y es que como sociedad perdimos la verraquera de la que tanto alarde hacemos como colombianos, y en menos de tres años dejamos que los ilegales terminaran de sabotear, arruinar y dejaran perder los fundamentos o las bases de toda la seguridad democrática que Santos dejó hecha hilachas al destruir la unidad democrática del país entregándole poder político a la delincuencia.
Una a una perdimos las libertades y los valores esenciales que caracterizaban el manejo de la cosa pública, y aún seguimos hablando de elecciones libres.
- Dejamos que se destruyera la moral, la mística y la capacidad operativa de las fuerzas armadas del Estado para garantizar de seguridad ciudadana y la seguridad nacional o fronteriza.
- En cuanto a la seguridad alimentaria y ambiental, cambiamos el referente normativo, el apoyo del Estado y la reglamentación a la propiedad privada productiva, en materia impositiva y operativa, dejando desprotegidas las actividades agrícolas lícitas, la vida en el campo y el transporte regional.
- Permitimos que el Estado destruyera el sistema de manejo de toda la seguridad energética nacional. Perdimos la soberanía y la sostenibilidad y el poderío de los sectores eléctrico y minero-energético. Se derrumban la producción lícita, el transporte, la distribución y exportación de energía eléctrica, el petróleo, el gas, carbón y otros minerales esenciales para la generación de riqueza acorde a la vocación natural del país.
- Otro tanto ocurre con el manejo y la administración irresponsable, ignorante y equívoca de toda la seguridad económica, la de los ingresos del Estado tanto impositivos, como de sus empresas industriales y comerciales.
- Todo lo anterior está acompañado de una proliferación sin precedentes de la corrupción y el desfalco del erario. Dejamos sin riesgo alguno a toda la criminalidad: la de la corrupción estatal y la de las organizaciones criminales.
- Dejamos que se arruinara el acceso a la salud y su sistema económico y operativo por las vías de hecho o estrangulación por no pago del Estado a las EPS y extorsión gubernamental a las mismas.
- Dejamos que se saboteara el sistema de ahorro, pensiones y crédito nacional, ignorando la realidad de un corralito gota a gota, producto de las mediaciones con los fondos de pensiones y el sistema financiero privado.
- Dejamos que la seguridad del sistema laboral de mediano y largo plazo esté completamente amenazada por el deterioro en el manejo de la macroeconomía, herida de muerte ante una caída y una proyección de deterioros constantes de los ingresos públicos, y por el desplome de la inversión y de todas las actividades económicas privadas causado por la desconfianza y el riesgo que le imprime a todos los sectores productivos el cambio en el sistema operativo de la libertades de mercados, por un modelo revolucionario de narcoestado neoestalinista tipo socialismo siglo XXI.
- Permitimos la concentración autocrática del poder político presidencial que indefectiblemente degeneró en un dictadura de hecho, así aún hayan manifestaciones de protesta o descontento de los sistemas judicial y parlamentario que no pasan de ser un saludo más a la bandera tricolor, mientras el tirano ondea su lanza destructora ideológica con los colores y las letras revolucionarias de su nuevo M-19, sus operadores políticos siguen comprando conciencias, y sus influencias ideológicas le dan impunidad absoluta por el manejo acomodado de los entes de control.
- Nos dejamos engañar nuevamente del discurso demagógico y la dialéctica populista de la falsa paz basada en la negociación con las organizaciones criminales armadas, y por el de la falsa justicia social mediante la destrucción de los mecanismos de generación de valor y riqueza, con lo cual se divide con odio de clases y resentimiento social nuestra nación, creando las condiciones de empobrecimiento y miseria colectiva que históricamente le han permitido permanecer en el poder a todos los tiranos.
Hay más, pero aún nos falta la segunda parte de este proceso destructivo, la que no se escribe con letras y se paga con sangre, miseria y sumisión. Miremos la historia y entendamos que todo en la vida tiene un costo y lo que se daña por las malas nunca tiene arreglo por las buenas.
Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez