Los estados laicos y anticristianos atentan contra la justicia social y de esa manera arruinan la prosperidad de las naciones

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Cuando el derecho laboral va acompañado de un Estado católico (1), se traduce en justicia social. En cambio, cuando va acompañado de un Estado laico y anticristiano, se transforma en un elemento de la lucha de clases. Esto es así ya que el Estado católico, implica la máxima tutela y defensa posible de todas las virtudes, incluida la justicia y la caridad (2), de manera que cuando el gobierno hace algo en pro de la justicia social como es implementar un moderado derecho laboral; los patronos, animados por las virtudes de la justicia y la caridad, cumplen a pie juntillas la ley laboral y si hace falta van más allá para ser perfectamente justos con sus empleados. En cambio, cuando el derecho laboral lo implementa un Estado laico y anticristiano, como dicho Estado fomenta los vicios, de los cuales el peor es el egoísmo, los patronos, movidos por el egoísmo, el amor al dinero y el individualismo, se resisten a cumplir con la ley laboral y comienzan a poner en negro a sus empleados y a buscar saltarse la ley. De esa manera no le pagan a los trabajadores el salario justo.

El salario justo es el salario familiar, es decir, el salario que alcanza al trabajador para mantener a toda su familia (3). Si una empresa no puede pagarlo, no se le debe exigir, pero si lo puede pagar debe hacerlo de buena gana y se le puede exigir que lo pague (4). Pero, ¿cuáles son las consecuencias de la injusticia social obrada por los empleadores en un Estado laico, cuando se resisten a pagar el salario familiar? Las consecuencias son devastadoras para la economía y para el orden social (5). Esto es así ya que los salarios justos generan un círculo virtuoso en la economía, porque los empleados, al contar con mejores ingresos, consumen más, y este aumento del consumo aumenta la producción de las empresas, y ello aumenta el empleo, lo cual vuelve a aumentar el consumo y así sigue el círculo virtuoso. En cambio, cuando los empleadores se niegan pagar salarios justos, se terminan perjudicando a ellos mismos, porque los trabajadores consumen menos, entonces baja la producción. En este punto se puede ver cómo se perjudican los empresarios. Pero el círculo vicioso de la injusticia social no termina allí, sino que la baja de la producción hace que baje el empleo, generándose desempleo.

A los desempleados tiene que salir a rescatarlos el Estado con planes sociales, eso aumenta el gasto público, generándose déficit fiscal, para lo cual se aumentan los impuestos, generándose una nueva carga para las empresas, las cuales disminuyen aún más su producción, generándose más desempleo, lo cual aumenta más los planes sociales y el déficit fiscal, lo cual genera un aumento de la inflación, lo cual genera más pobreza, lo cual lleva a que se aumenten más los planes sociales, y así sigue el círculo vicioso.

Como podemos ver, la justicia social, al revés de lo que afirman los liberales, aumenta la producción y genera crecimiento económico, aparte de una más equitativa distribución de la riqueza (6). En cambio la injusticia social lleva a la quiebra a las empresas y al país. Este es el daño de la injusticia social para la economía. Y para el orden social el daño es el siguiente. Al no cobrar el jefe de familia un salario familiar, no puede proveer a los suyos, esto genera que la mujer salga a buscar trabajo, rompiéndose los roles tradicionales en la familia y en la sociedad y viéndose afectada la educación de los hijos, ya que la mujer cumple un rol fundamental en ello (7). Además, la indigencia de la familia sin salario justo repercute negativamente en la honradez de las costumbres de los miembros de la familia. Esto es así ya que cierto bienestar material facilita y propicia la vida virtuosa, y la indigencia la dificulta (8). De manera que crecen los vicios en los miembros de la familia. Esto genera todo tipo de problemas sociales tales como alcoholismo, drogadicción, ludopatía, robos, estafas, violaciones, homicidios. Los vicios a su vez afectan la economía de las familias, las cuales terminan en una total ruina material.

Asimismo, la lucha de clases a la que sirve el derecho laboral en un Estado laico y liberal, lleva a la sociedad a su destrucción. Esta lucha de clases consiste en que la clase trabajadora utiliza el derecho laboral como un arma para luchar contra la clase de los patronos. En esta lucha, surge la enemistad y la discordia y los obreros recurren a las huelgas, lo cual afecta la producción.

Todo lo expuesto hasta aquí es sobre la injusticia social por no pagar los salarios justos, pero falta exponer las consecuencias que traen además otras dos injusticias sociales propias de los Estados laicos como son la usura y los precios injustos.

La usura afecta el patrimonio de los deudores y enriquece sobremanera a los acreedores, generándose pobreza y desigualdad. Esto ocasiona la plutocracia, que es el gobierno de los ricos, los cuales, por ser usureros, son anticristianos. Si gobiernan unos usureros anticristianos (plutocracia), estos van a promover leyes anticristianas, y esto genera la ruina generalizada de las almas en la población, almas que se van al infierno.

Los precios injustos encarecen los bienes básicos, generándose pobreza e indigencia.

La pobreza que generan la usura y los precios injustos demandan que luego salga el Estado a asistirlos con asignaciones, salud, educación y vivienda. De manera que son cosas propias de la injusticia social generada por el Estado laico, que llevan a agrandar el Estado y al mismo círculo vicioso para la economía y el orden social descripto al hablar del salario.

De manera que podemos reivindicar a la justicia social y decir que la misma es inseparable de un Estado católico, que lleva a aumentar la producción y el crecimiento económico, que mejora la distribución de la riqueza, que contribuye a achicar el Estado y que es clave para la gloria, grandeza, esplendor y prosperidad de la nación.

Referencias:

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