
LA HABANA, Cuba.- “Estamos respirando mierda todo el tiempo. Ya casi estamos a la par de la India”, se queja desde el balcón una mujer de mediana edad. A su comentario un hombre responde que ya no es posible pararse en ningún lugar de la calle sin sentir la peste. “Para donde quiera que te mueves, ahí está. La Habana entera es un basurero”, afirmó con evidente disgusto, pero también con el inevitable conformismo que acompaña a la certeza de que la solución del problema no está en sus manos.
Hay que decir, con justicia, que el tema de la basura en La Habana no es ninguna novedad. Hace años se viene denunciando en los medios no estatales de prensa y en redes sociales. El gobierno ha respondido con las justificaciones habituales: el “bloqueo”, la falta de combustible y el avanzado deterioro del parque vehicular; pero también ha culpado en reiteradas ocasiones a la ciudadanía y a los nuevos actores económicos.


Las condiciones anteriormente mencionadas no han hecho más que empeorar debido a que la crisis cubana no remite. Lo que empezó a finales de 2019 como una “coyuntura”, hoy es un cenagal donde se hunde lenta, pero inexorablemente, la estructura sobre la cual se construye un país: economía, sistema político, servicios públicos, cultura, valores morales y recursos humanos. En medio de un panorama a todas luces desalentador, el gobierno se aferra a la industria del turismo y ofrece lo que tiene: sol, playa y ciudades muy sucias para quien quiera visitarlas.
¿Turistas caminando? ¿Y la basura…?
Es cada vez más raro ver a turistas caminando La Habana, excepto los grupos que son llevados y traídos por trayectos que puedan dejar la mejor impresión posible. Salvo el consejo popular “Catedral” y alguna otra zona del casco histórico, la capital cubana es un enorme basurero que estimula la proliferación de arbovirosis, algunas bien conocidas y otras de estreno reciente, como la fiebre de Oropouche, descubierta en 1955 en Trinidad y Tobago, y cuyo primer brote en Cuba -del que se tenga conocimiento- fue detectado a finales de mayo.


Hasta la fecha, más de cuatrocientos casos han sido confirmados por fuentes oficiales. El Dr. Francisco Durán -director nacional de Higiene y Epidemiología- ha dado parte de la propagación del virus sin mencionar las causas que la han provocado, pues ello significaría apuntar directamente al gobierno, único autorizado para recoger la basura que se acumula en las esquinas por hasta quince días o más, bajo el sol inclemente y los aguaceros.
En el corazón mismo de la capital pueden verse monumentales lomas de desechos sólidos que invaden las calles, entorpeciendo la circulación vehicular. Los basureros que figuran en las imágenes permanecen en esas mismas condiciones durante días, en un radio de menos de un kilómetro y en un municipio densamente poblado como Centro Habana, lo cual va en sentido contrario de las prácticas socio-ambientales que deben conducirse para prevenir la proliferación de los vectores que transmiten la fiebre de Oropouche y otras enfermedades tropicales.


La población cubana, que por décadas ha vivido en una hediondez progresiva, ha creado defensas en su organismo para hacerse más resistente a las arbovirosis, pero no así los turistas que, en su mayoría, provienen de ciudades con estándares de higiene pública aceptables.


La Habana…
El estado cubano, incapaz de gestionar la recolección de basura, recurrió hace pocos días a la empresa privada Talleres Delis para intentar mantener a raya los vertederos en tramos importantes del municipio Cerro, una solución que se mantendrá con carácter experimental durante un mes, respaldada por la aplicación de la Resolución 87, que sanciona a quienes depositen desechos fuera del horario establecido.
Pero el incordio, que no se circunscribe al Cerro, también va más allá de horarios e indisciplinas ciudadanas. El gobierno, que ya en 2018 procuraba atraer inversión extranjera para mejorar la recogida de desechos sólidos y producir energía renovable, entre otras fantasías que no se concretaron, aprobó a finales de 2021 la creación de miles de micro, pequeñas y medianas empresas sin contar con una infraestructura mínimamente adecuada para gestionar la enorme cantidad de basura que generarían.


Las consecuencias de esa decisión inspirada por la urgencia material y el miedo a perder el poder político, está hoy a la vista y pese a que no se ha recuperado el flujo de visitantes foráneos que había antes de la pandemia.
Si en 2018 La Habana solo contaba con cincuenta camiones para la recogida de basura -la mitad de los requeridos-, seis años después los vehículos recolectores que quedan del lote donado por Japón en 2019, son los que pasan, una vez cada cuatro o cinco días -en el mejor de los casos-, a recoger los cerros de desechos que han convertido la vida urbana en una pestilente agonía, agravada por el riesgo de enfermar en un país donde es imposible alimentarse de forma adecuada, contar con los medicamentos indispensables y disponer de agua potable con la regularidad necesaria.
https://www.cubanet.org/no-hay-basureros-en-la-habana-la-habana-es-un-basurero/