En las elecciones del 2016 fui de los pocos periodistas españoles en expresar mi simpatía por Donald Trump. Incluso hice un artículo en inglés confesando que, si fuera norteamericano, votaría por él. Los resultados electorales me dieron la razón.

Modestamente creo que se podían contar con los dedos de una mano los que estábamos a favor. Recuerdo un artículo de Salvador Sostres y algún otro aquí, en LA GACETA. Me parece que de Carlos Esteban. Hasta la prensa considerada de derechas —como La Razón o el ABC— estaban decididamente en contra. Sospecho que por su propuesta de levantar un muro con México. Muro que, por otra parte, había iniciado Bill Clinton.

Era un outsider, un antisistema, no tenía pelos en la lengua. Al principio nadie daba un duro por él. Todo el mundo estaba en contra: las familias del Partido Republicano. Empezando por los Bush, que aspiraban a continuar la dinastía. Y hasta alguna promesa como el nuevo Secretario de Estado, Marco Rubio, que fue uno de los derrotados en las primarias. Ganó contra todos. Contra su propio partido, contra la prensa, contra Hollywood, contra Silicon Valley. Los grandes medios de comunicación apoyaban a Hillary, que tenía que ser la primera mujer presidenta de Estados Unidos.

Trump ganó porque decía lo que la gente quería oír. O mejor, dicho: decía lo que él pensaba. Y esto coincidía con lo que la gente quería oír. Sobre todo en temas como la inmigración, que empezaba a ser una preocupación creciente del ciudadano medio a pesar del consenso político y mediático para no hablar del tema.

He de reconocer que luego mi entusiasmo se enfrió con el asalto al Capitolio. Esos 187 minutos. Ahí creo que Trump malogró su legado. El respeto a las instituciones en un mandatario debería ser sagrado. Pero no sé de qué nos quejamos. El Rey emérito también malogró el suyo. Y Jordi Pujol con el proceso. Le dio el visto bueno y arrasó con toda su obra de gobierno: la Generalitat, los Mossos, la escuela catalana, TV3. No ha quedado nada en pie. Todo está en entredicho.

Además, en Cataluña tuvimos a un presidente, Quim Torra, que dijo aquello de «apreteu, apreteu» («presionad, presionad») un día antes de que las masas intentaran asaltar el Parlamento catalán. Los Mossos se las vieron y desearon para evitar la ocupación de la cámara autonómica. Hasta tuvieron que movilizar patrullas de seguridad ciudadana que estaban, en ese momento, por las inmediaciones. Medios y figuras prominentes del periodismo catalán distinguían entre lo que pasó en el Parque de la Ciudadela y lo que había ocurrido en Washington. Pero era lo mismo con la diferencia de que, en Barcelona, no consiguieron entrar en el edificio porque las puertas no cedieron. Como en la Meridiana. Dos años cortando una de las principales vías de acceso a Barcelona sin que nadie moviera un dedo. Ni el Gobierno autonómico ni el central. Los de TV3 los trataban como héroes. Incluso recuerdo también algún tuit a favor del periodista Antoni Bassas.

En fin, desde luego mi apoyo a Trump no es absoluto. Lo de cambiar el nombre de Golfo de México por el de Golfo de América me parece un conflicto innecesario. Panamá es también un país soberano, pese a que desconozco la influencia china en el canal. Pero nadie podrá negar que se ha puesto las pilas desde el primer momento. Ha borrado de un plumazo la herencia de Biden, que es lo que se espera de un partido de la oposición cuando llega al poder. La indirecta es para el PP, que a veces parece que no quiere conquistar el poder —por medios legales, por supuesto— sino heredarlo. El mundo ha cambiado. Deberían tomar nota en Génova.

En el tema de la inmigración se ha apresurado a decretar la emergencia nacional en la frontera sur. Mientras aquí la política del PSOE con Canarias es la de esconder la cabeza bajo el ala. Incluso la del PP, siempre temeroso de que, en La Moncloa, les pongan en el mismo saco que a VOX. La cuestión no es repartir a los que llegan por toda la península porque así llegarán más, incluso menores, sino intentar devolverlos. Rubén Pulido, de esto, sabe un rato.

Xavier Rus
22 de enero de 2025

 

https://gaceta.es/opinion/por-que-soy-trumpista-20250122-0500/

Compartir:

WhatsApp
Facebook
Twitter
Telegram
Email

Esto se cerrará en 0 segundos