Jorge Robledo Ortiz fue un inspirado y admirado poeta de Antioquia, autor de bellos poemas en los que cantó a Dios, a la Patria, a la tierra, al paisaje, a la familia, a la mujer, a la tradición y, al igual que su coterráneo Epifanio Mejía autor del himno antioqueño, cantó también al valor y a la libertad. Es famoso su poema “Siquiera se murieron los abuelos” en los que se duele del estado de abatimiento en que se muestran hoy quienes son herederos de los héroes de la epopeya libertadora de nuestra Patria y especialmente de los paisas que protagonizaron en los años finales del siglo XVIII y durante los siglos XIX y primera mitad del siglo XX la hazaña de la colonización antioqueña de los actuales departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío y regiones montañosas del Tolima y del Valle del Cauca, expresando también el poeta su satisfacción porque se hubieran muerto ya esos valientes, honorables y varoniles abuelos nuestros, sin que se hubieran dado cuenta de la cobardía, la desidia y la pereza de sus descendientes, o en palabras de Robledo Ortiz “sin sospechar el vergonzoso eclipse”.
Es doloroso admitirlo, pero la verdad es que siquiera se murieron los abuelos. Si estuvieran vivos y desde luego fueran muy ancianos, se encontrarían furiosos, dolidos y avergonzados de sus descendientes que no han sido capaces de reaccionar como corresponde, siendo víctimas de una grosera tiranía que simbólicamente ha emasculado a los valientes miembros de las fuerzas armadas, ha decapitado a su cúpula remplazándola por inexpertos y obsecuentes servidores suyos, y a los abnegados muchachos defensores de la Patria los ha sustituido por grupos paramilitares integrados por individuos antisociales, especialmente jóvenes alucinados y proclives a la violencia; ha desconocido la separación constitucional de poderes y ha osado erigirse en jefe de los otros poderes independientes del ejecutivo, se ha rodeado de servidores sin la adecuada formación intelectual, sin vocación de servicio y sin patriotismo pero sí propensos a la corrupción e inspirados por una ciega lealtad a su persona y a sus reprochables ideas de gobierno; ha ultrajado la majestad de la República e irrespetado la dignidad presidencial, se ha empeñado en falsear la democracia para introducir ideologías perversas en el Estado tales como el populismo, el estatismo total, el decrecimiento económico, el socialismo del siglo XXI y otras que, analizando sin prejuicios sus contenidos son comunismo puro y duro; y en fin, ha puesto en vergüenza el prestigio colombiano ante los países extranjeros consiguiendo hacer el ridículo y como consecuencia concitando el escarnio público internacional. Y como corolario de tanta indignidad se ha evidenciado que sin ningún respeto por el alto cargo de jefe del Estado que sin merecimientos conocidos logró, lleva una existencia que por sus aparentemente reprochables ideas y acciones puede interpretarse como bohemia, viciosa, indecorosa y carente de moralidad.
Todo lo anterior es de conocimiento público pues en cerca de dos años que lleva de titularidad de la presidencia de la República sus palabras y hechos han logrado escapar del manto de silencio que sus servidores han querido tender sobre su persona. Pero a pesar de tal conocimiento ninguna autoridad, especialmente de las que la Constitución Nacional y las leyes vigentes han establecido por el sistema de pesos y contrapesos para investigar y sancionar las faltas cometidas por los altos funcionarios que gozan de fuero, ha emitido ninguna disposición que efectivamente ponga coto a estas tropelías. El Consejo Nacional Electoral, por ejemplo, por medio de dos de sus integrantes ha investigado en extenso la campaña electoral que lo llevó a la presidencia de la República llegando a comprobar que en ella hubo violación del obligatorio tope máximo de financiación, por lo cual sin que fuere necesario el cumplimiento de ningún otro requisito es del caso aplicar el artículo 109 de la Carta, que dispone la pérdida del cargo. Pero a pesar de estar comprobada la violación y existir la sanción de origen nada más ni nada menos que constitucional, todo ha quedado envuelto en un silencio total. De igual manera la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes, presidida por un tal Manzur, muy mal referenciado por cierto y de la que hacen parte varios miembros del Pacto Histórico y algunos aliados, según informes públicos le han puesto toda clase de trabas a la investigación de las muchas acusaciones que se han presentado contra el actual presidente, tampoco ha querido actuar como se debe y valiéndose de argucias y triquiñuelas le ha dado carpetazo a las investigaciones, sin que los demás representantes miembros de la comisión hayan actuado para hacer cumplir la obligación propia de la entidad.
Ante tan oscuro panorama cualquier persona medianamente inteligente se preguntará ¿y qué hacen los ciudadanos para evitar o acabar con tan aberrante situación? Pues la respuesta es que salen a la calle y gritan ¡fuera…!, ¡fuera…! y luego regresan tranquilamente a sus casas. Nada de organizarse por barrios, ciudades y regiones para hacer efectiva su protesta, nada de presionar a sus congresistas para que cumplan con sus deberes constitucional y legal o de lo contrario no volverlos a elegirlos nunca para que hagan las leyes y ejerzan el control político, nada de acudir a los empresarios y grandes comerciantes para decirles que si no apoyan y fortalecen la causa popular no consumirán sus productos; tampoco llamar y escribir una y otra vez hasta fatigarlas a las entidades públicas encargas de la vigilancia y control institucional para obligarlas a que defiendan las libertades y derechos populares consagrados por la democracia y la normatividad vigente y apliquen las sanciones a que se han hecho culpables los malos funcionarios del Estado.
Se dice desde antiguo que “todo pueblo se da el gobierno que merece”, lo que ignoro si es cierto o no. Pero hay algo que sí sé y en lo que creo y es que, como lo dijo en memorable ocasión el egregio general Simón Bolívar, Libertador de cuatro países y creador de uno más, “la tiranía solo es efectiva cuando hay un pueblo que la tolera”; de manera que en nuestro país llegó el día de preguntarnos si estamos dispuestos o no, a continuar padeciendo una tiranía que crece cada día con mayor intensidad. Cuenta la leyenda que cuando el último rey moro de la península Ibérica, el culto y refinado sultán Boabdil fue derrotado por Isabel y Fernando, los reyes católicos de España y perdió el reino y la ciudad de Granada, al abandonar esa hermosa ciudad y su joya más preciada, la ciudadela de La Alhambra, no pudo evitar que corrieran por sus mejillas gruesos lagrimones. Al verlos, la sultana Aixa, su madre, le dijo con gran severidad “llora como mujer, desventurado, ya que no supiste defender tu reino como hombre”. ¿Entonces, qué decidirán los colombianos?
28/07/2024 | Por Juan José Gómez